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Una prioridad

Por Cecilia Lavalle*
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Hay temas en los que los gobiernos, en general, más bien han mirado para otro lado o han lanzado acciones según los prejuicios del titular en turno. Parece que las cosas cambiarán. Y esa puede ser buena noticia para las mujeres.
 
La semana pasada, la Cámara de Diputados reformó la Ley General de Desarrollo Social en su artículo 19, fracción II, para señalar como prioridad del Estado mexicano “las campañas de prevención y control de enfermedades transmisibles, las campañas de control de natalidad y de prevención de embarazos en adolescentes (…)”.
 
De este menú, me detendré en el embarazo en adolescentes.
En mis tiempos de adolescente, no importaba mucho la edad en que las mujeres se embarazaran, el escándalo radicaba en el estado civil.
 
Así, era perfectamente bien visto que una niña de 12 o 14 años se embarazara, siempre y cuando tuviera a su lado a un señor que fuera su marido.
 
Décadas tuvieron que transcurrir para que los movimientos feministas demostraran todo lo que se afecta cuando una niña o adolescente (que es una niña con biología cambiante) se convierte en madre.
 
Y más años han pasado para que se apunte como prioridad de gobierno.
 
Los focos rojos hace rato que están encendidos. Con datos del Inegi se aprecia que prácticamente no hay un sólo estado del país que no muestre un repunte en el embarazo en adolescentes en los últimos 10 años.
 
Por su parte, el informe 2012 “La infancia cuenta en México”, elaborado por organizaciones civiles, señala que en 2010 la maternidad entre adolescentes de 15 a 17 años representó 187 mil 334 nacimientos.
 
¿Dónde radica el problema? Para empezar, radica en que no se sabe dónde radica. Es decir, en general no existen investigaciones que den cuenta, por entidad y con perspectiva de género, de lo que sucede.
 
Nuestras adolescentes ¿tienen suficiente información? ¿Tienen acceso a anticonceptivos? ¿Qué tan accesible es ese acceso? ¿Saben usar el condón femenino? ¿Están lo suficientemente empoderadas como para exigir que su pareja utilice condón? ¿Cuántos de esos embarazos son producto de la violencia?
 
Estas son algunas de las preguntas que se me ocurren y que deben responderse antes de lanzar una política pública al respecto. Porque, intuyo, la problemática tiene muchas causas y, en consecuencia, las respuestas únicas van destinadas al fracaso.
 
Ante este tema los prejuicios y creencias religiosas se han antepuesto. Voces airadas señalan que la educación sexual radica exclusivamente en las familias.
 
En mi opinión, el Estado bajo ninguna circunstancia debe dejar de hacer su trabajo al margen de lo que se haga al interior de las familias.
 
La Organización Mundial de la Salud apuntó que en 2011 las altas cifras de embarazos en adolescentes estuvieron ampliamente relacionadas con el desconocimiento y no acceso a métodos anticonceptivos entre las jóvenes a nivel global.
 
Por eso es una buena noticia que el gobierno señale como prioridad las campañas de prevención del embarazo en adolescentes.
 
Ahora bien, ni es todo lo que le corresponde al gobierno hacer en este tema, ni cualquier campaña es útil. Habrá que estar atentas a los detalles, porque ahí, diría mi abuela, está el quid del asunto.
 
[email protected]
 
*Periodista y feminista en Quintana Roo, México, e integrante de la Red Internacional de Periodistas con Visión de Género.
 
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