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Uno con todo

Por Juana Eugenia Olvera*

El saloncito en donde me tocó era pequeño, pero aún y así con ese sentido que tienen los hindúes del espacio, nos acomodaron como a 100 personas y materialmente ocupábamos el espacio donde te había tocado quedarte; apenas podía colocar mis piernas, sentada en la posición de sastre, que es muy parecida a la de flor de loto.

Nunca, en todos los años de mi vida en este campo, he podido sentarme así. Recuerdo que la televisión había quedado cerca de mí y veía la imagen de Gurumayi muy clara y nítida. Dio unas explicaciones breves y si hubo algo más no lo recuerdo, lo que sí me queda claro es cuando empezó a vibrar el OM, como era costumbre ya para ese momento, entré de inmediato en meditación.

El OM era mágico, no se escuchaba cuando terminaba uno y seguía el otro. Era permanente, a decir verdad, no sé cómo hacía ella para que pareciera un OM continuo. Flotaba, me veía diminuta en aquel gran mar naranja dorado.

Olvidé la sensación de estar apretada contra las demás personas, sólo recuerdo esa sensación de libertad, ligereza, paz y mi capacidad de observación que veía esa escena, grandiosa y la voz que me indicaba que esa creación era eterna, nunca cesaba. Me sentí integrada en ella.

Sonó el timbre indicando que esa parte llegaba a su fin. Habían pasado cuando menos cuatro horas, mismas que sentí como apenas cinco minutos. Empezamos a regresar porque era la hora de la comida y nos daban instrucciones para venir después de las 2 de la tarde.

En un principio no me podía mover, ni abrir los ojos. Me fui tomando mi tiempo. Creo que ya todos habían salido de ese recinto y yo apenas empezaba a ponerme de pie. Lo que sentía era doloroso. Me dolía todo el cuerpo y me sentía dentro de una prisión (mi cuerpo), que no me dejaba mover.

Cuando finalmente empecé a caminar, todo era suave y sutil. No sentía los pies y me sentía totalmente unida a todo, sentía las hojas de los árboles y como la brisa me penetraba. Me hablaban, pero no podía responder. Quedé muda por los 2 días que duró el intensivo.

Pensaba que si eso sentían los chavos que se drogaban, entendía por qué lo hacían, aunque para mí era más barato, sin riesgos y mucho más efectivo hacer las meditaciones.

Algunas compañeras me decían que mi rostro estaba cambiado y entendieron que no pudiera hablar y evitaron forzarme a decir algo. Varios días después medio comenté lo que sentía en aquel momento y muchos años después en una clase de Chikún, al comentarle al maestro mi experiencia, me dijo que eso que había vivido es a lo que se le llama «Iluminación» o llegar al Nirvana y que era una experiencia totalmente de la mente.

Pocas veces he vuelto a alcanzar ese nivel. Cuando regresé a México, al comentar estas experiencias con mi maestro de la gnosis, el dedujo que mi despertar espiritual debió haberse dado en la India muchas vidas atrás, por ello al regresar a mi origen el conecte fue rapidísimo.

Se llegaba el tiempo de renovar mi estancia en la India, ya que fui por seis meses. Si lo hacía en Bombay en las oficinas de inmigración, tendría que hacerlo cada mes, es decir, ahí no expedían visa por los tres meses restantes, pero si iba a Delhi, allá sí me podían extender la visa por los tres meses restantes, así que pedí permiso en el Ashram para ir a la capital y hospedarme en el centro que mantienen allá.

Parecía que todo se conjugaba, ya que en esos días Gurumayi anunció que iría a Delhi a dictar unos intensivos y solicitaba voluntarios para acompañarla y preparar los espacios en donde se dictarían los cursos. Obvio: fui la primera en anotarme. Las ventajas: Precios reducidos en el boleto del avión, casi simbólicos y la ventaja de estar en casa, acompañada por los compañeros con los cuales se habían ido dando buenas comunicaciones.

En mi seva cotidiana de la cocina hindú, había un chico no mayor de 20 años canadiense: Manjunat, su nombre iniciático, me preguntaba si ya conocía Delhi, a lo cual le respondía que no, que en esta vida era la primera vez que estaba en la India. Se reía y me decía que me iba a sorprender, pero nunca habló de más. Sólo me decía «You will see» (ya lo verás).

*Narradora oral, astróloga y terapeuta.

11/JEO/RMB

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