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Urgencias

Por Cecilia Lavalle

Indigna que indigne tan poco. Molesta que moleste tan poco. Preocupa que preocupe tan poco. Duele que duela tan poco. Porque si indignara, molestara, preocupara y doliera mucho a la mayoría no viviríamos en un país en el que nacer mujer representa un grave riesgo.

El jueves presentaron su informe María López Urbina, Fiscal Especial para la Atención de los Delitos Relacionados con los Homicidios de Mujeres en Ciudad Juárez, y Guadalupe Morfín Otero, Comisionada para Prevenir y Erradicar la Violencia contra las Mujeres en Ciudad Juárez.

Y confieso que el informe de ambas no fue lo que esperaba. Acaso tampoco son las cuentas que ellas hubieran deseado entregar.

Me queda claro que llevan poco tiempo en sus funciones (a María López la designaron en enero de este año y a Guadalupe Morfín en octubre de 2003).

Me queda claro que su trabajo ha implicado nadar contracorriente en un ambiente adverso o francamente hostil.

Me queda claro que se les ha regateado el apoyo. Me queda claro que, por la gravedad del asunto, esperaba anuncios espectaculares. No los hubo y me queda claro que no cabía esperarlos.

Algo en nuestra sociedad, en nuestras autoridades está lo suficientemente podrido como para que no quepa esperar espectacularidades, a no ser que sean videos que muestran la corrupción en las élites del poder.

Los asesinatos en Ciudad Juárez siguen impunes. Pero no sólo los de esa localidad fronteriza, también los que se están denunciando en otras ciudades de nuestro país.

Como el de Lizbeth Salinas, una joven brillante de 26 años, que el miércoles 19 de mayo, al salir de su trabajo en el Instituto Federal de Acceso a la Información Pública, fue secuestrada, ultrajada y torturada. Las lesiones que le causaron provocaron su muerte.

Su compañero de trabajo, Ricardo Becerra, publicó en La Crónica reflexiones llenas de verdad: «…La frecuencia o la brutalidad con que suceden estos hechos nos ha hecho más y más tolerantes con el crimen, nos ha envuelto más en su mecánica de oscuridad y de silencio, y si no ¿por qué estos casos no se vuelven noticia airada, por qué no se propagan como onda de choque de indignación y de coraje?…

Es posible que en la Ciudad de México, como en Ciudad Juárez y en muchas otras regiones del país haya ocurrido, hace rato, algo así: no sólo un boom delincuencial masivo y sistémico; no sólo la impotencia (o complicidad por acción u omisión, agregaría yo) de las instituciones que deberían impartir justicia sino también, esa perniciosa sedimentación cultural que nos acostumbra al crimen.

El asalto, el secuestro, el crimen, la violación, el robo son hábitos asimilados e instalados en el inconsciente colectivo: ser víctima de los criminales en México es una cuestión de probabilidad estadística: el asunto no es que te toque, sino cuándo te tocará».

Tan dice verdad, que el mismo jueves en que dos mujeres informaban de los resultados en Juárez, la compañía internacional de servicios de seguridad Kroll Inc. afirmaba que México ocupa el segundo lugar en secuestros en el mundo, sólo después de Colombia.

Datos del periódico Reforma indican que en cuatro de cada diez secuestros denunciados hay impunidad, y ocho de cada diez es la probabilidad de que en el secuestro esté coludido un agente o exagente judicial o policiaco.

Tan dice verdad, que la fiscal especial María López Urbina informó que de los 50 expedientes revisados (50 de casi 300), hay motivos para que se ejercite sanción administrativa o penal contra 81 servidores públicos que actuaron de manera negligente en las investigaciones realizadas en 1993.

Tan dice verdad, que la comisionada especial Guadalupe Morfín afirmó que donde fallan los controles que conducen al Estado democrático de derecho, comienza una institucionalidad ilegítima, y pidió que la Comisión que encabeza sea fortalecida, se le permita conocer los expedientes y se den a conocer los nombres de los responsables.

La analista Denise Dresser escribió (Reforma, 24 de mayo): «Fracaso. Parálisis. Desilusión. Desánimo. Palabras de un país que no va a ninguna parte. Palabras de un país que cierra puertas y echa cerrojos y baja cortinas y se declara vencido…. (Los mexicanos) Quieren despertar en un país mejor».

A mí me urge un país mejor. Me urge un país en el que mi hija y las hijas de mi país puedan crecer seguras, sin más miedos que los que sus fantasmas interiores les provean, sin más temores que los que puedan vencer cuando descubran su propio poder.

Me urge un país que mire con profunda indignación cada golpiza a una mujer, cada violación, cada abuso sexual a mujeres y niñas y niños, cada asesinato.

Me urge un país que deje de mirar con indolencia lo mismo que uno de sus diputados deje sus funciones para participar en Big Brother, que el asesinato de Lizbeth y el de cientos de mujeres en Ciudad Juárez o en otras ciudades. Me urge un país donde ser mujer sea un privilegio y no un riesgo.

Apreciaría sus comentarios: [email protected]

*Articulista y periodista de Quintana Roo.

2004/BJ

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