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¡Y nos llamamos humanos!

Por Aurora Sansores Serrano

Infinidad de veces escuchamos que nuestro país, ese México que ha dejado de ser considerado el hermano mayor de las naciones latinoamericanas, sigue siendo tercermundista y que nos sentimos minimizados ante los grandes países considerados primeras potencias en diversos rubros.

Cierto es que no tenemos el potencial económico que tiene Estados Unidos, ni el avance tecnológico de Japón, ni el bélico, ni el químico, ni nada de lo que tienen esas otras naciones, que para mal hemos imitado. También lo es que en las grandes ciudades mexicanas la insensibilidad se ha apoderado de los ciudadanos; que muchas veces hacemos oídos sordos y ojos ciegos ante las injusticias, los actos delictivos, la corrupción y hasta los problemas familiares que viven los demás.

Sin embargo, bien vale abonar en nuestro favor que cuando vemos desgracias y devastaciones propiciados por fenómenos meteorológicos, y no solo en los estados hermanos, sino también en otros países, sabemos ser solidarios.

Ahora he de festejar que no nos parezcamos a esos países que llamamos desarrollados: los capitalistas o los que crecen económicamente de manera vertiginosa, ni a ésos que se sienten superiores por tener una tecnología de vanguardia o un armamento sofisticado.

Este no era el tema que pensé abordar en esta ocasión; había pensado hablar de los presidenciables, del enfrentamiento Chavez-Fox, de las encuestas, de los maestros y maestras cuyos líderes sindicales los siguen presentando ante la opinión pública.

Pero no, no pude ante el impacto que me causó una presentación de Power Point referente al desprecio por la vida que se vive en China, un país donde la población es tan densa que ya el interés no está en hacer investigaciones sobre enfermedades fetales, si se les puede llamar así, para traer niños sanos al mundo; o en las gestaciones in vitro, o algo que dé señales de respeto por la vida y preocupación por la salud infantil.

No, por el contrario, se trata de evitar más vidas: es como si la muerte fuera parte de una cultura de asesinos impunes. No verá usted las imágenes, pero trataré de reproducírselas con palabras. Inicio con una disculpa por que la imagen es extremadamente dura, pero es una muestra para que se conozca el espantoso desprecio por la vida en ese país.

Se trata de un bebé recién nacido que yace muerto -se ignora si es niña o niño- en la calle, a la orilla de una banqueta, desnudo, apoyado hacia el lado derecho, con la manita izquierda sobre su pecho, con las piernitas ligeramente recogidas y basura encima, ante la indiferencia de los que pasan a su lado sin prestarle atención.

La imagen aclara que la política del gobierno chino se puede calificar de cruel al limitar a las familias, en las ciudades, a un solo hijo, con aborto obligatorio si hay otro embarazo, y que este pequeño sólo es una víctima de ello.

En la primera imagen se ve al bebé tirado y el paso a pie de un hombre a su lado; las dos siguientes captan una bicicleta que pasa junto al cuerpo inerte, y una camioneta desparramando barro sobre el cadáver. De los que pasan, pocos prestan atención. Nadie hace nada.

La bebé (ahora se sabe que es del sexo femenino) es una más de las miles de niñas recién nacidas que son abandonadas cada año a consecuencia de esa política del gobierno de China, donde en zonas rurales hay una ley que permite sólo dos niños por familia.

Hay fotografías de niñas y niños que pasan con marcada indiferencia ante el cuerpo desmadejado; dice la diapositiva que la única persona que trató de ayudar a esta niña declaró: «Creo que acababa de morir. La toqué y estaba todavía caliente. Salía sangre de su nariz».

Aclara también que esa señora llamó a Emergencias pero nadie apareció. «El bebé estaba cerca de la oficina fiscal del gobierno, y muchas personas pasaban y nadie hacía nada… Saqué fotos porque era algo terrible…» Y concluye la versión: «los policías, cuando llegaron, quedaron más preocupados por mis fotos que por el bebé».

EN CHINA, LAS NIÑAS SON BASURA

Como datos adicionales, las diapositivas indican que el gobierno de China, el país más poblado del mundo, con 1.3 billones de personas, impuso su política de restricción de la natalidad en 1979, y los métodos usados para evitar castigos causan horror y pena: los ciudadanos, aterrorizados por la posibilidad de ser descubiertos por el gobierno, abandonan y matan a sus propios hijos.

Oficialmente, el gobierno condena el uso de la fuerza o crueldad para controlar la natalidad; pero en la práctica los encargados del control sufren tanta presión para limitar la natalidad que forman «escuadrones de aborto», los cuales arrastran a las madres embarazadas y las mantienen en la cárcel hasta que se someten al aborto. Vaya dato.

Las niñas son las mayores víctimas de la presión para limitar la familia. Normalmente, las niñas continúan viviendo con la familia después del casamiento y son consideradas una inversión perdida. En las regiones rurales se permite un segundo hijo o hija; pero, cuando el segundo hijo es otra mujer, representa un desastre.

De acuerdo con las estadísticas oficiales, el 97.5 por ciento de los bebés abortados son niñas. El resultado es un desequilibrio entre la población masculina y femenina. Millones de hombres no consiguen encontrar una esposa y ya existe el tráfico de mujeres (ahora pagan por tener lo que antes rechazaron, ¡que bien!)

De acuerdo con el texto, el aborto, seleccionado por sexo, está prohibido; pero el examen por ultrasonido, que determina fácilmente el sexo, es cotidianamente conseguido mediante soborno. Las niñas que sobreviven acaban en orfanatos precarios. Curiosamente, el gobierno chino insiste en la política de limitar la familia e ignora el problema de la discriminación contra las hijas mujeres. (Lo más cómodo es hacerse al ciego ante lo que él mismo ha generado)

Hay propuestas para emprender una lucha que acabe con este genocidio, que bien podría llamarse feminicidio. Y éstas van desde enviar una protesta por e-mail a la Embajada de China, en cada país donde esta nota sea leída, hasta enviar una protesta para el presidente de China: Excellency President Jiang Zemin of de People’s Republic of China 9 Xihuang – Chenggen Beigie. Beijing 100032. PCR – China.

En la presentación hay una invitación para no dejar que esto siga siendo ignorado: «lo que nos toca a ti, a mí, a todos, es divulgar estas fotos. Y pensar cada día, a cada minuto, que todos, absolutamente todos, somos responsables de lo que pasa en cada centímetro de este bendito mundo. Por omisión, por complicidad, por desidia, por indiferencia, muchas cosas comienzan a suceder, o siguen sucediendo, bajo la mirada impasible de todos nosotros».

Por eso, y es la primera vez que lo hago, si le interesa a usted ver las fotografías, con mucho gusto le reenvío la presentación de Power Point íntegra, solo escriba a [email protected], y con mucho gusto lo tendrá a vuelta de correo.

Nosotros, sin temor, hemos puesto a México en la mira internacional con el caso de las mujeres asesinadas en Juárez, y quizá si desde las primeras desapariciones reportadas hubiéramos actuado no estaríamos ahora llenando periódicos, noticieros ni cementerios con cadáveres irreconocibles, y mucho menos lamentándonos ante las listas de asesinatos y desapariciones de mujeres.

Insisto: qué bueno que nosotros seguimos siendo el país subdesarrollado donde cada familia decide el número de hijos que quiere tener, donde no hay un límite para ello; donde seguimos pugnando por el derecho de las mujeres de decidir por su cuerpo; donde se tiene una cultura de prevención para evitar embarazos no deseados.

Tal vez no podamos competir con los chinos en cuanto a su capacidad mercantil ni con el potencial económico que están adquiriendo con la importación de la imitación burda de todo lo que se fabrica en el orbe, pero ellos jamás podrán competir con nosotros por el derecho constitucional de nacer, reproducirnos y morir libremente.

Se estarán preguntando que pasó con la bebé: en realidad me da asco pensar en el acto «humanitario», y por obvias razones me cuestioné si debía escribirlo, pero creo que es un deber hacerlo, así que lo pondré textual, como llegó a mis manos: «Por fin, un señor recogió el cuerpo de la niña, lo colocó en una caja y lo tiró en el cubo de la basura…»

¿Aún cree que podemos llamarnos humanos? ¡No me conteste!

*Periodista mexicana

05/AS/YT

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