«Yo no soy a quien deben juzgar» es lo que gritan por dentro las niñas que han sufrido abuso sexual; ahora se convierte en una frase que puede ponerse en voz de la periodista Lydia Cacho, autora de Los demonios del Edén. El poder que protege a la pornografía infantil, acusada de difamación por José Kamel Nacif Borge.
Este libro, recientemente editado por Grijalbo, no sólo da cuenta de la impunidad de hombres poderosos ligados a una red de aficionados a la pederastia; concretamente, de los abusos cometidos por el libanés Jean Thouma Hanna Succar Kuri. También presenta las voces de las víctimas y deja entrever la ineficiencia de las autoridades; el contexto político y socioeconómico de Cancún, en Quintana Roo; los escenarios de la prostitución infantil y el tráfico de menores, y se asoma a algunos enfoques psicológicos, entre otros aspectos.
Damos la bienvenida a este reportaje en el que, además de la investigación realizada, cabe destacar la mirada inclusiva que otorga a las mujeres y las niñas. El texto, asimismo, ayuda a comprender no sólo el entramado político, sino las redes que el patriarcado teje para que queden impunes los abusos de los poderosos.
LAS VICTIMAS
Emma, Mary, Katia, Rossana, Javier o Gabriela; los nombres pueden ser esos u otros: lo crucial son sus testimonios, sus voces, su vida en construcción violentada, sus ojos avergonzados por una culpa que no tienen, sus manos temblorosas por el miedo a traspasar la barrera del silencio, sus piernas inmóviles porque creen que no pueden salir a la calle sin ser juzgados.
A través de Los demonios del Edén nos damos cuenta de la manera en que se ha revictimizado a las y los menores bajo el discurso del poder, sea con juicios de valor hacia sus madres o mediante el manejo del tema en los medios de comunicación; incluso, haciendo que los infantes adquieran el Síndrome de Estocolmo o de Indefensión Adquirida.
El daño hacia las niñas y los niños, y la impunidad del abuso, son fenómenos que eventualmente repercutirán en la sociedad; sin embargo, en este presente significan ya una vida trastocada. Una organización civil reporta que en el estado de Quintana Roo casi la mitad del maltrato infantil se refiere al abuso sexual, y que en 90 por ciento las víctimas son niñas.
¿Y LAS AUTORIDADES?
Lydia Cacho nos presenta una panorámica de las redes del poder que se entretejen para mantener la impunidad, refiriéndose no sólo al libanés Kamel Nacif, sino a políticos como Alejandro Góngora Vera, Emilio Gamboa Patrón, Miguel Ángel Yunes Linares, entre otros, quienes deberían ser investigados.
Baste decir que actualmente Succar Kuri está en Estados Unidos sin ser juzgado, lo que da pauta para advertir que la actuación de las autoridades estatales y federales mexicanas no fue la adecuada: antes de impartir justicia hicieron juicios de valor, evitaron actuar con oportunidad, y, peor, aún, dejaron que los prejuicios de la sociedad y los nexos con los poderosos fueran más importantes que atender a las niñas y niños que padecieron el abuso.
Por último, este libro hace hincapié en la necesidad de acabar con la corrupción y la impunidad, en que se requiere que, dejando de lados visiones androcéntricas, se deje de juzgar a las víctimas como si fueran culpables de los abusos cometidos contra sus personas. En estos momentos es importante la solidaridad con las y los menores, y también con las personas que, en el ejercicio de su profesión y de su convicción de vida, han tratado de defenderlos.
Cacho, Lydia, Los demonios del Edén. México, Ed. Grijalbo.
*Periodista mexicana
06/RF/YT