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Familiares de costureras, en zozobra ante falta de información

Por Lucía Lagunes Huerta
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¿Quién se hace cargo del dolor de las familias que buscan a sus seres queridos, en el predio de las terribles coincidencias? En la fábrica textil de Chimalpopoca y Bolívar, de la colonia Obrera, la memoria juega entre el pasado y el presente. Nos recuerda 1985, cuando cientos de costureras perdieron la vida al quedar atrapadas entre los escombros de los talleres clandestinos de San Antonio Abad.

Como hace 32 años aquí también se juegan dos realidades: la de cientos de personas voluntarias que buscan rescatar vidas; y la de quienes resguardan los bienes materiales de los dueños de las empresas.

En la esquina de Bolívar y Chimalpopoca una familia no deja de preguntar a todo el que parezca autoridad, encargado de protección civil, doctor o lo voluntaria: – “Oiga ¿a dónde se llevaron a quienes rescataron de la fábrica? Estamos buscando a Irma Chávez Martínez. Nos dijeron que habláramos al hospital de Balbuena, pero ahí nos dijeron que no tienen a nadie con ese nombre”.

“Desde anoche estamos aquí esperando noticias pero nadie nos dice nada, ya buscamos en Locatel y tampoco aparece”.

Irma Chávez Martínez, entró a trabajar hace tres años a la fábrica, su sobrina Marisol Placencio Ortega es quien nos da los datos. Aquí está el hijo de Irma, su hermana y otro sobrino. Todos la buscan.

Saber si Irma ya salió de entre los escombros de lo que fue un edificio de cuatro pisos en donde se fabricaba ropa de mujer de la marca New Fashion, es la noticia que esperan.

La fábrica “Línea Moda Joven” S.A de C.V, que produce la marca “New Fashion” y “Foley’s”, le pertenece a una familia judía. Nadie quiere dar datos sobre cuántas personas estaban laborando al momento del temblor. El yerno del dueño de la fábrica espera que rescaten a su suegro de entre los escombros. Tampoco da su nombre. Él confirmó que ahí se producía ropa de mujer de la marca “New Fashion”, no dice nada más.

Familiares de costureras, en zozobra ante falta de información

En la espera de noticias también está la familia de Irma Sánchez, de 50 años de edad y trabajadora de la fábrica, su cuñado Gelacio Chávez es quien la busca.

Al igual que la familia Martínez, la familia de Irma Sánchez está desesperada porque nadie les dice dónde obtener información sobre las personas rescatadas. El hermetismo de las autoridades y la mala orientación les desespera y hace más grande su dolor.

Un policía de seguridad pública del gobierno de la Ciudad de México que resguarda el perímetro tiene un trozo de papel azul con letras de plumón rosa con el nombre de Amy Hsien Yu Huang, una mujer se lo dejó porque la está buscando; también estaba en el edificio derrumbado en la esquina de Bolívar y Chimalpopoca, en la colonia Obrera.

Cintia Ying Yun Yang, busca información sobre su esposo José Lin Chia Chin, él estaba trabajando en el predio donde además de la fábrica textil, al parecer, estaban las oficinas de la compañía “ABC Toys Company” S.A de C.V y “Dashcam System”.

Pese a la desesperación de las familias, aquí nadie da un dato sobre las personas rescatadas, ni de las empresas que estaban en el edificio, ni cuántas personas trabajan ahí. El control es de Policía Federal, quienes desean mantener a raya a los cientos de personas voluntarias que se han volcado para rescatar a las trabajadoras de la textil, como le llaman al lugar. Mujeres costureras que esperan ser rescatadas de entre los escombros, igual que en 1985.

Hace 32 años las feministas acudieron a apoyar a las costureras, las acompañaron hasta formar su Sindicato el cual lleva por nombre la fecha de la tragedia: “19 de septiembre”.

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LA AYUDA VIENE DE TODOS LADOS

Las personas dispuestas a ayudar vienen de todos lados, no sólo de la Ciudad de México, incluso de estados cercanos.

Cinthia, Flor, Verónica y Mara, son estudiantes de medicina forense de Tulancingo, Hidalgo, el día del temblor fueron convocadas para acudir en una brigada de apoyo. Llegaron este miércoles 20 a la Ciudad de México con 10 personas más. Están desde las 8 de la mañana cargando botes con piedras, llevan diez horas continuas quitando escombros. Su coordinador con el resto de su grupo se fueron a Xochimilco cuando llegaron por rescatistas y voluntarios para apoyar los trabajos allá.

Hasta la fábrica textil han llegado centenares de personas jóvenes de las universidades y algunas feministas que desean ayudar. Todas con cascos blancos, rojos y amarillos, manos forradas con guantes de carnaza y cubre bocas, esperan la indicación para ayudar.

El grito de “fila” es suficiente para ordenarse en una cadena humana que pasa botes llenos de escombro, varillas y pedazos de muebles de oficina, hacia los camiones de carga que esperan ser llenados.

Sólo el silbato y el puño en alto, marcan la pausa para el silencio necesario que permita identificar algún sonido que indique posibles señales de vida.

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Al igual que en 1985 la población respondió. No dejan de pasar brigadas de mujeres y hombres ofreciendo comida, agua, suero, fruta, dulces, para quienes cavan con manos, picos y palas entre los escombros.

Las brigadas médicas también hacen su labor. Estudiantes de medicina envueltas en batas blancas corren a cada grito de paramédico; otras recorren los grupos de voluntarias y voluntarios que siguen sacando escombros de la gran montaña, ofrecen gotas para los ojos por el polvo, curaciones rápidas a las manos y brazos arañados por las piedras.

A mediodía del miércoles la esperanza dio fuerzas con el primer rescate del día. Para la medianoche se había logrado rescatar a cinco personas con vida y seis cuerpos, al menos 17 personas más esperan entre los escombros.

El grito de las y los rescatistas en lo alto de los escombros provoca los aplausos de euforia. “Vamos México” es la frase que acompaña cada salvamento.

DOS REALIDADES

Lejos de la vista pública, en el patio de la escuela primaria Simón Bolívar, hay otra realidad. Nada que ver con los rescates que se están realizando del lado de Chimalpopoca o en la esquina de Bolívar. Aquí, un salón es la bodega para la ropa de la fábrica, las telas y los productos de valor que se recuperan.

La espalda del edificio colapsado en Chimalpopoca y Bolívar colindaba con el patio de la escuela primaria Simón Bolívar, exactamente eran las bodegas de la fábrica textil, ahí están a la vista los rollos de tela de colores que a través de las manos de las trabajadoras dieron vida a las prendas de “New Fashion” y “Foley’s”.
-¡Es un dos! grita una mujer perteneciente al servicio de limpieza de la Ciudad de México, al percatarse que uno de los botes con escombro que pasa de mano en mano por cientos de personas voluntarias lleva documentos.

Un dos significa que son papeles, ropa, telas, máquinas de coser u objetos de valor que se resguardan en el salón detrás del puesto médico; como en 1985, cuando el terremoto derrumbó los talleres clandestinos sobre San Antonio Abad donde cientos de costureras perdieron la vida y las telas y las máquinas de coser fueron resguardadas por el Ejército. Ahora, aquí, lo resguardan dentro de un salón escolar custodiado por civiles.

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Poco a poco se amontonan documentos fiscales, chequeras, papeles administrativos, carpetas, vestidos, sacos, blusas, máquinas de coser, cámaras de fotografía, equipo de cómputo, entre otras cosas. Sólo entran quienes están autorizados.

Uno de los rescatistas que llegó a las 4 de la mañana del miércoles comenta que cuando se dieron cuenta que querían salvar las telas, una disputa entre personas voluntarias y policías se dio. “Yo vengo a salvar vida, no cosas materiales”.

La lluvia empieza a caer al igual que la noche. Después de doce horas de trabajo se ha logrado cortar la loza en cinco pedazos que han sido levantados por las grúas para facilitar el trabajo de rescatistas. La esperanza por llegar a quien faltan sigue en pie.

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17/LLH/LGL

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