En la actualidad la carga emocional de una mujer al verse incapacitada para tener hijos la hace presa fácil de mitos, porque persiste la idea de que la procreación es uno los papeles sociales y culturales que de ella se esperan.
Elena Castañeda Jiménez, en el texto La ruta del padecer de mujeres con diagnóstico de infertilidad, afirmó lo anterior y señaló que las mujeres que no son fértiles deben tener suficiente información para disipar prejuicios.
La antropóloga señala que el contexto social en el que se desenvuelven las mexicanas mantiene el discurso según el cual «un hijo es la posibilidad de consolidación de la pareja, el destino natural de toda mujer»; si las representaciones se explican en lo social, agrega, resulta coherente pensar que la causa de la infertilidad es cualquier cosa, menos una enfermedad.
Castañeda hace hincapié en que a pesar de las recomendaciones de la Organización Mundial de Salud (OMS) en las cuales se indica que la infertilidad debe ser evaluada desde una perspectiva globalizadora biológica, psicológica y social, esta última suele ser el área menos explorada.
Las investigaciones que abordan la relación mujer-salud, desde una perspectiva social, se enfocan en mujeres fértiles. Podemos encontrar con frecuencia estudios sobre embarazo, parto, puerperio, depresión posparto, lactancia, aborto y muerte materna, entre otros; la infertilidad como problema está ausente, apunto Elena Castañeda.
El padecer de las mujeres infértiles no es significativo en un contexto donde la preocupación principal es el control de la natalidad, señala.
De igual forma indica que debe haber mayor sensibilidad y capacidad receptiva del personal de salud frente a la integridad de la paciente, respecto a sus demandas, actitudes y dudas, y no dedicarse sólo a su biología.
En México, dos de cada 10 parejas padecen infertilidad, de acuerdo con datos emitidos por la Red Latinoamericana de Reproducción Asistida (Red LARA).
2005/GT/GM