Inicio Festejos en el Senado mientras en los hogares se humilla a la mujer

Festejos en el Senado mientras en los hogares se humilla a la mujer

Por la Redacción

Mientras en el Senado las senadoras celebraban recientemente los avances legislativos en materia de protección a la mujer, «avances» que se quedan en letra muerta porque las leyes en México son material desechable que va a la basura –como la aberrante Ley de Derechos Indígenas que no les da derechos a los indios–, las estadísticas nos revelan que apenas cuatro de cada 10 mujeres maltratadas en México recurren a la denuncia penal, y de éstas sólo tres logran iniciar un procedimiento formal.

De acuerdo con un estudio de la Unicef, la violencia en el seno de la familia ha existido siempre en diversas formas pero sólo en el último decenio se ha reconocido que los abusos representan un grave problema, tanto por su magnitud como por sus consecuencias. Borrachos y no borrachos acostumbran darle tremendas palizas a sus compañeras, las maltratan de mil formas, las ofenden con el adulterio, no les dan el llamado gasto y la mayoría de las mujeres tienen que hacer pequeños trabajos para poder subsistir y mantener a la familia, y hasta al machote que llega sólo a golpearlas.

Aunque no existen datos que permitan cuantificar la violencia intrafamiliar a nivel nacional, se cuenta con información de distintas fuentes que reportan que las mujeres víctimas de violencia la reciben principalmente de su pareja, y la gran mayoría de las víctimas de delitos sexuales son mujeres.

Y no estoy hablando de los asesinatos en Ciudad Juárez, ni de los que se perpetran en la Ciudad de México que claman venganza al cielo, estoy hablando de los millones de violaciones que ocurren en el seno de la familia: alcohólicos que llegan y sin más ni más violan a su mujer, incluso muchísimos violan a sus hijas –imaginen a un desalmado violando a su hija, el producto sagrado de sus entrañas–, a las trabajadoras domésticas y a todo lo que se les pone enfrente.

Naciones Unidas sugiere en este marco generalizar la percepción de que la violencia en el hogar en sus diferentes manifestaciones –física, psicológica o sexual– es una violación a los derechos humanos básicos de mujeres, niñas y adolescentes.

Se habla mucho de derechos humanos. Hasta el presidente Fox habla de ellos cuando son sus esbirros los que los violan diariamente, pero nadie, sólo unas cuantas organizaciones no gubernamentales, denuncia las violaciones a los derechos humanos de las mujeres, una violación soterrada, escondida detrás de los muros de una casa o de un callejón oscuro y sin salida, como ocurre en Ciudad Juárez o en la Ciudad de México, y en otros tantos lugares del país en donde por no ser numerosas no son objeto de la atención de la prensa, que si no hay sangre o muertos no considera noticia los hechos más terroríficos y deleznables.

La ONG Grupo de Educación Popular con Mujeres (GEM) y Promoción de la Salud de la Secretaría de Salud, desarrollaron una propuesta educativa para combatir la violencia y con ello propiciar la resolución pacífica de conflictos. Del primero, lo creo. Del segundo, no. Todo lo que huele a gobierno, y más panista, huele a hipocresía. Lo único que pretenden es tener la conciencia tranquila, pero muchos de ellos son los primeros en violentar los derechos humanos básicos de las mujeres.

Pero bueno, aceptemos sin conceder que la Secretaría de Salud sí está trabajando junto con la otra organización mencionada. Las dinámicas están dirigidas a maestros y maestras, niños y niñas, madres y padres de familia. En el 2001, dice, se propusieron «pilotear» los materiales generados en tres estados del país y consolidar la propuesta educativa.

Asimismo –dicen, no me consta–, continuarán con la línea de promoción de un nuevo tipo de paternidad, desarrollada junto con la organización no gubernamental Colectivo de Hombres por Relaciones Igualitarias, A.C. (CORIAC), a través de materiales que fomenten el rescate del afecto en las relaciones familiares.

La Unicef, por su parte –a ésta medio le creo– informa que en alianza con la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM) –a ésta sí le creo– y el Instituto Nacional de las Mujeres (Inmujeres), se han brindado talleres a jueces sobre la Convención de Belem do Pará para prevenir, sancionar y erradicar la violencia contra la Mujer. Se estima que estas acciones se realizarán en las 32 entidades del país al finalizar este año.

Mientras tanto, recientemente con aplausos y abrazos, senadoras y senadores de las cuatro bancadas rubricaron la aprobación del Protocolo Facultativo de la Convención contra todas las Formas de Discriminación hacia la Mujer (CEDAW). Pura lengua, perdón por el lenguaje familiar.

En tribuna hubo el recuento de los pasos que ha dado la sociedad mexicana para que tanto hombres como mujeres tengan una relación de igualdad en todas las actividades. Qué mentira. A quién se refieren por sociedad mexicana, porque siempre que pronuncian ese término se refieren al gobierno y el gobierno no ha hecho nada por salvaguardar los derechos humanos de las mujeres, ni por evitar violación alguna de derechos humanos, como consta en actas.

Martha Tamayo Morales (PRI) llegó hasta el paroxismo de la mentira y dijo dejar muy claro que el nivel de participación que ha alcanzado la mujer es tal, que ya nadie detendrá su avance. Cuál avance. El avance que ha habido es por el propio esfuerzo de la mujer, que al terminar sus estudios no encuentra empleo sólo por ser mujer. La mayoría a lo más que llega es a secretarias hostigadas constantemente por el jefe.

María del Carmen Ramírez (PRD) deploró que todavía hace algunos años se leyera la Epístola de Melchor Ocampo, en la que la mujer promete obediencia al hombre. En qué se fija la senadora perredista cuando debía profundizar en el tema. Qué importancia tiene la Carta de Melchor Ocampo cuando nadie hace caso de ella; su compañera de bancada, Leticia Burgos, acusó rezagos en las legislaciones locales, cuestión que complace a los misóginos.

Los partidos políticos también incurren en la preferencia por los hombres sobre las mujeres en la toma de decisiones, y en el acceso a cargos públicos, criticó Sara Castellanos (PVEM).

Susana Stephenson (PAN) señaló que muchos de los males de la sociedad se generan en las desigualdades que sufren las mujeres. Así que las senadoras, encantadas por «los avances» de la mujer, cuando ésta aún es marginada, excluida, violada, hostigada, asesinada, golpeada y pisoteada en su dignidad, entre otras perlitas.

       
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