Cada año 22 mil parteras atienden a 370 mil mujeres, curan a las familias y las aconsejan sobre planificación familiar en lugares donde ningún médico llega. Su quehacer ha sido históricamente minimizado por las autoridades médicas, pero aunque las parteras y su saber van a camino a la extinción, su suerte podría cambiar.
La Secretaría de Salud permite el trabajo de las parteras tradicionales en México, en lugares «donde no haya otro profesional vigente», y además subordina a las enfermeras parteras al quehacer de los médicos; pese a que según la Organización Mundial de la Salud (OMS) mantienen prácticas dañinas para mujeres y niños.
No obstante, con el anuncio del programa federal de salud materno infantil Arranque parejo en la vida, ellas ya podrán tener la oportunidad de que se les reconozca y respalde su labor.
La directora general de Salud Reproductiva, Lourdes Quintanilla, en nombre del secretario de Salud, Julio Frenk, anunció el miércoles pasado durante la conferencia internacional Parteras profesionales y autorregulación, que se llevó a cabo en San Miguel de Allende, Guanajuato, que desde su institución harán todos los esfuerzos para mejorar y actualizar el trabajo de las parteras tradicionales.
Y dio cifras: 22 mil parteras atienden cada año a 370 mil mujeres o, de cada cinco mujeres que fallecen en el parto una murió al haber sido atendida por una partera.
Quintanilla, exconsultora internacional en calidad de servicios y salud reproductiva, aseguró que las parteras tienen la calidad y calidez necesarias para atender eficazmente a las mujeres, además de la experiencia que les ha dado la práctica.
«Ellas nos capacitan a nosotros», pero es necesario que puedan detectar los signos de alarma en las embarazadas «para que no mueran, sino lleguen a una institución que les resuelvan el problema.»
Sin embargo, el modelo de atención conocido como parto humanizado a cargo de las parteras, lejos de que se le considere como una opción saludable en una etapa reproductiva de las mujeres, casi todos los profesionistas de la salud la estiman como una solución de segunda.
El secretario de Salud en Guanajuato, Héctor Jaime Rodríguez (quien por cierto nació en su casa con una partera), señaló en el mismo foro que «hay gente que se atiende con parteras porque lo desean; nosotros quisiéramos que todos fueran atendidos por profesionales, pero hay lugares donde no hay».
Y abundó «los colegios de obstetras en León, Guanajuato, dicen que no puede haber parteras; pero asegúrenme quién va a ir atender el parto a Xichu» (una comunidad marginada en el estado). Por lo mismo, el secretario propuso la capacitación de parteras «y también de taxistas y patrulleros».
Aunque también expuso la otra cara del problema: ni un ginecobstetra muy especializado podría salvar a una mujer en un centro de salud con recursos insuficientes o atender un nacimiento de alto riesgo.
Por su parte, otra representante federal de la Dirección general de Salud Reproductiva, Ricarda Enciso Flores, en una mesa redonda de la conferencia internacional a la que asistieron especialistas de 15 países, señaló que «sabemos que hay parteras pero la Secretaría no tiene la capacidad para formar nuevas parteras».
FORMACIÓN DESDE EL SIGLO XIX
«Los médicos someten a las parteras y las parteras someten a las mujeres», determinó la directora de la Escuela Nacional de Enfermería y Obstetricia (ENEO) de la UNAM, Catalina Quezada Fox, al referirse a la historia de la capacitación de las parteras y enfermeras-parteras en México, junto con un modelo de atención que «no es cuestión de cobertura ni de mortalidad sino también del respeto a otras formas de vida».
La lucha de las parteras comenzó en México en 1833 en la Escuela de Medicina, cuando se estableció una cátedra para ellas y su tarea se subordinaba a la de los médicos; de acuerdo a la investigadora Ana María Carrillo Farga, quien recibió el premio nacional Susana San Juan por su ensayo Parteras tradicionales: su contribución a la humanidad de la prehistoria al siglo XXI.
Sin embargo estas profesionales estaban obligadas, como en la ley oaxaqueña, a compartir sus conocimientos con los médicos recién egresados.
En 1892 se instauró un nuevo reglamento para las parteras tituladas, lo que limitó su quehacer a los partos sin complicaciones. Las académicas, pertenecientes a la Liga de Parteras, pidieron su derogación por atentar contra su libertad de ejercicio de la profesión consagrada en la Constitución.
Los siglos cambian, los argumentos no. A finales del siglo XIX los médicos usaban cloroformo y otros medicamentos que a menudo producían la muerte; igualmente utilizaban los fórceps, que provocaban rupturas uterinas y muerte por hemorragia, al tiempo que tenían epidemias de fiebre puerperal recurrentes en los hospitales, pero desde su punto de vista la ignorancia de las parteras era la causa por la que a ellas se les morían las mujeres.
DE MADRE A HIJA
Doña Hermila Diego, de trenzas y rebozo, es una mujer sabia –según la traducción de la palabra comadrona en francés: sage femme. Ella tiene medio siglo atendiendo partos en varias comunidades de Oaxaca, es presidenta del Consejo Estatal de Médicos Indígenas y participa en los programas Medicina tradicional y alternativa, de la televisión oaxaqueña, y Consultorio 680, donde hablan sobre herbolaria. Antes participó también en el programa radiofónico Yelambag (salud y vida), que se trasmitía en zapoteco.
Al igual que las otras 22 mil parteras mexicanas, Hermila Diego carece de una pensión por jubilación e incluso de servicio médico, por lo que pide a las autoridades recursos para atender a las mujeres, así como becas y seguridad social para sus familias. «Hoy, todas como yo, no tenemos nada.»
En el próximo medio siglo, su hija Cipatli Aleyda Velasco Diego, a punto de obtener el grado de profesional técnico en la Escuela de Parteras Profesionales CASA, cuidará la salud de las mujeres y apoyará a otras parteras basándose en el conocimiento científico moderno y tradicional.
Ciplatli tiene 27 años e inició la carrera de medicina, aunque aprendió herbolaria con su madre. Después de tres años de estudio en CASA, que con sede en San Miguel de Allende es la única escuela del país que certifica parteras, Cipatli Velasco hizo un año de servicio en la comunidad indígena de Aquismón, San Luis Potosí, donde al principio fue discriminada por el personal médico. Actualmente prepara su tesis.
«Las parteras somos una opción viable, las parteras deberían estar incluidas en los programas comunitarios de la Secretaria de Salud», concluye la partera Rosa María Arriaga; también graduada de la escuela de CASA, fundada por Nadine Goodman y dirigida por Antonia Córdova.
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