«Nuestra lucha es legítima, la tierra es nuestra», fue el sentir de un movimiento que comenzó a gestarse antes del anuncio del decreto presidencial de expropiación de las tierras ejidales en el municipio de San Salvador Atenco, donde el gobierno federal pretendía construir el nuevo aeropuerto de la Ciudad de México.
Detrás del grito de resistencia hay una historia que cuenta la capacidad organizativa de campesinos, ejidatarios, familias, organizaciones civiles de derechos humanos, ambientalistas, expertos, ecologistas y partidos políticos. Sociedad, en suma, que como afirma la autora del ensayo, Cristina Alcayaga, muestra cómo los diversos actores sociales pueden aprovechar su capacidad organizativa para «evitar los excesos del poder».
«Una lección de coraje, de inteligencia y de sorprendente capacidad de organización», expuesta a los ojos del mundo globalizado, desde un pequeño poblado, apenas un microcosmos, con una mezcla de tradición y modernidad, pero cuyos pobladores descubrieron «que no estaban solos, que la defensa de sus tierras y su cultura no es exclusiva suya, sino que se trata de una causa compartida por otros actores, de cuya existencia sabían poco o quizá nada».
Atenco, el peso del poder y el contrapeso de la resistencia civil, es el libro escrito por la ambientalista y defensora de los derechos humanos Cristina Alcayaga, quien relata la historia de ese poblado, sus formas de organización, su lucha, su resistencia y su coraje, que se refleja en una sola frase: «Sólo muertos nos sacan de aquí.»
Alcayaga recoge igualmente las voces de todos los actores involucrados en el conflicto del proyecto aeroportuario, que a decir de la autora ilustra el caso de un proceso carente de oportunidades y canales de deliberación abiertos e informados por parte de uno de los actores: el gobierno federal.
DESDE LA LEY DE PROTECCIÓN ECOLÓGICA DEL DF
Para Alcayaga, cuyo interés en el denominado conflicto de Atenco se remonta a 1994-1997, cuando siendo presidenta de la comisión del Medio Ambiente y Protección Ecológica de la Asamblea de Representantes del Distrito Federal impulsó la primera Ley de protección ecológica del Distrito Federal, «las tierras de los lugareños tienen un valor simbólico que las coloca al margen de cualquier negociación monetaria».
Lo anterior se aprecia mediante un impecable recorrido hemerográfico a manera de crónica que la autora presenta, cuyos antecedentes los encontramos tres décadas atrás, durante el gobierno del presidente Gustavo Díaz Ordaz, quien propusiera en su momento la construcción de un nuevo aeropuerto.
Los años 80 también colocaron en la mira la necesidad de satisfacer la demanda creciente de los vuelos comerciales a la Ciudad de México, pero la falta de recursos y planeación urbana fueron la causa de que se suspendiera el proyecto.
Retomado dos décadas después por el llamado gobierno del cambio, pero debido a su incapacidad para negociar y para escuchar a la sociedad, el proyecto terminó con la publicación en el Diario Oficial de la Federación del precepto por el que se abrogan de manera total, lisa y llanamente los decretos publicados en fecha 21 de octubre de 2001.
En el libro Atenco, el peso del poder y el contrapeso de la resistencia civil, se rehace la historia que generó la decisión gubernamental. Para la autora, esta decisión contiene un asunto nodal: «el gobierno federal, de espaldas a la realidad y a sus compromisos democráticos, tomó una decisión y tenía en mente preservarla.
Decisión que contravino los anhelos y las expectativas legítimas de encontrar que el cambio democrático y la alternancia en el poder significaban algo más que la rotación de nombres y de siglas partidarias, para materializarse en buen gobierno y en buenas políticas, en mayor sensibilidad frente a las demandas sociales».
NO, DESDE LA PRIMERA CONSULTA PÚBLICA
Meses antes de la publicación del decreto expropiatorio (marzo del 2001), se efectuó la primera consulta pública en el municipio de Texcoco con la intención de que éste fuera sede del nuevo aeropuerto: 10 mil personas rechazaron el proyecto.
De marzo a octubre del 2001 se escucharon las voces de diversos actores y especialistas; se echaron a andar estudios de suelo, ambientales y técnicos; intervinieron las universidades, las organizaciones civiles ambientalistas, nacionales e internacionales, lo mismo que los legisladores. Se organizaron foros y conferencias en favor y en contra de las dos opciones: Texcoco y Tizayuca.
Hubo incluso reclamos para el gobierno federal por no definir los criterios que lo llevarían a tomar la decisión final. En tanto los campesinos de San Salvador Atenco reiteraban: «No somos grupos armados, pero tenemos los puños para defender nuestro patrimonio.»
La historia llegó hasta la fecha de la publicación del decreto presidencial, el 22 de octubre, y de inmediato comenzaron las movilizaciones, la oposición de un pueblo que decidió salir del anonimato para convertirse en paradigma de la resistencia civil frente a los abusos de poder.
La autora retrata de igual forma tanto mediante los testimonios recabados entre los pobladores de Atenco, como con los pactos y convenciones firmados por el gobierno mexicano y ratificados por el senado de la república, una confrontación que transitó entre aprehensiones, averiguaciones previas iniciadas contra los opositores, movilización de la fuerza pública, secuestro de personas, heridos, lesionados, controversias constitucionales, amparos, barricadas, plantones y cercos policiacos: el saldo de todo eso: un muerto y un decreto presidencial abortado.
OÍDOS SORDOS A UNA SOCIEDAD CONVENCIDA
Al paso de las páginas de Atenco, el peso del poder y el contraperso de la resistencia civil, Cristina Alcayaga pone de manifiesto la sordera de un gobierno frente al grito de resistencia de una sociedad convencida de tener el derecho a defender su patrimonio.
Entre los hechos recabados por Alcayaga llama la atención que el gobierno federal, encabezado por el presidente Vicente Fox, se negara a dialogar con los campesinos atenquenses: el 28 de febrero «los campesinos opositores a la instalación del aeropuerto de Texcoco esperan que en menos de 72 horas el presidente de la república acepte debatir con ellos en el Auditorio Nacional»; el 5 de marzo es nuevamente aplazado para debatir con ellos, el día 11 ocurre lo mismo en el mismo lugar.
Ante la ausencia de funcionarios del gobierno dispuestos a dialogar con los campesinos, a lo largo del conflicto la respuesta del gobierno federal fue incrementar el precio de los terrenos ejidales. El decreto presidencial fijó un precio de entre seis y 10 pesos metro cuadrado; cifra que ascendió hasta 700 pesos metro cuadrado, luego de un muerto, la visita de Juan Pablo II y decenas de heridos.
Para Alcayaga, «desde el ángulo que se mire, el proyecto de Texcoco no pasaba la dura prueba del escrutinio y la deliberación públicas». Así era, sostiene en su ensayo, en los detalles cruciales de su viabilidad técnica: lo inapropiado de los suelos fangosos, la afectación de las recargas de los mantos acuíferos, la amenaza a la supervivencia de decenas de miles de especies avícolas migratorias y la saturación del aire en el Valle de México, entre otros.
Atenco, finaliza la autora, «es un llamado insoslayable al reconocimiento de que el paso de la democracia al buen gobierno no es fácil ni directo: se trata de un camino sinuoso que requiere inteligencia, valor y capacidad de acción extraordinarias», por parte de quienes toman las decisiones.
Al tiempo que hace votos porque el desenlace final del proyecto del nuevo aeropuerto para la Ciudad de México encuentre como ganadores al gobierno federal, a los dueños de las tierras que lo albergarán, a los derechos humanos y en general, al interés público nacional.
En suma, Alcayaga recaba la historia del conflicto para lo cual se acerca a los distintos actores con una visión capaz de poner frente a la opinión pública los hechos y analizar crítica y objetivamente el detonante, las reacciones, las resistencias de las partes y la vida de quienes –en derecho– se transformaron en paradigma de la resistencia civil frente a las cada vez más fuertes y deshumanizante corrientes de la economía globalizada.
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