La pobreza golpea a todos sin distingo, pero es con las mujeres con quienes más se ensaña. Dos millones y medio mueren al año por problemas de salud reproductiva y un porcentaje muy alto, casi cuarenta por ciento, sucede en el medio rural y comunidades indígenas. Es decir, en el centro de la pobreza. De esas mujeres, también cuarenta por ciento tiene a sus hijos sin una supervisión y dentro de sus hogares en condiciones nada propicias en cuanto higiene y prevención de algún percance.
Silvia Magally investigó que cerca, otra vez, de cuarenta por ciento de las muertes no se registra en las zonas marginadas, en el caso de nuestro país en los estados del sur y sureste, Oaxaca y Chiapas donde más hace falta la seguridad social y los programas de asistencia a las comunidades pobres.
Cinco mujeres mueren diariamente por causas de embarazo o puerperio, preclampsia, eclamsia, hemorragia obstétrica, sepsis puerperal, intoxicaciones por microbios en la sangre después del parto y en general problemas que pudiesen evitarse. Precisamente por eso es inadmisible que no se cumplan las metas y políticas de población establecidas a nivel mundial para la protección de la mujer.
Hemos establecido con anterioridad que la actividad sexual de las mujeres, de las niñas, empieza entre los once y los diecinueve años, por lo que la madurez del cuerpo no ha llegado a prepararlas para embarazos tempranos y partos en condiciones de sumo riesgo.
Así y todo, la tendencia de mortalidad ha disminuido en un quince por ciento en comparación de dos años atrás, pero no en el cincuenta por ciento que se pretendía. En el 2001 murieron mil 707 madres, y las dos terceras partes carecían de seguro social, 65 por ciento fue a clínicas u hospitales y 17 por ciento lo hizo en sus hogares.
El acento del tema es sensible por su calidad de evitable. Cuando está en manos del sistema la prevención, la atención y el desenlace feliz, la suerte en la ruleta no admite más que los medios precisos para resolver el asunto, a menos que parte del problema estribe en corrupción, inercia e imposibilidad para asumir los compromisos con la sociedad. Priorizar en el gasto público y responsabilidad total hacia la muerte, esos deberían de ser los propósitos del año nuevo, por ahí podría empezar el cambio.
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