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La canciller indígena

Por la Redacción

La designación de dos indígenas del partido Pachkutik como secretarios de Estado por parte del presidente ecuatoriano Lucio Gutiérrez es parte de la cuota política de ese organismo, expresión partidista del movimiento indígena que apoyó al actual mandatario y prácticamente le abrió paso a la presidencia de Ecuador.

Nina Pacari y Luis Macas, ambos indígenas, ocupan desde hace poco más de un mes los ministerios de Agricultura y Relaciones Exteriores en el gobierno de Gutiérrez.

Pacari, la flamante ministra de Relaciones Exteriores, no es nueva en la política aunque su carrera ha sido bastante rápida.

Fue la primera diputada indígena y también la primera mujer que ocupó el cargo de vicepresidenta del Congreso Nacional. Pertenece a la nacionalidad quichua de la sierra. Pequeña de estatura y de grandes ojos castaños es una mujer de personalidad fuerte.

Con una inteligencia rápida y una cultura universitaria en la rama del derecho, no le fue difícil ganarse respetabilidad en los círculos políticos.

De alguna manera ella nos recuerda a otra líder indígena del siglo anterior, Dolores Cacuango, descendiente de cacicas de la época precolonial. Nina Pacari es heredera de la lucha protagonizada por Dolores Cacuango, quien fundó en 1944 la primera organización indígena con el nombre de Federación Ecuatoriana de Indios, FEI.

En ese entonces, la lucha de Dolores tuvo tres ejes fundamentales: tierra, educación y dignidad para los indígenas. Oradora apasionada, aunque analfabeta, deslumbró a los auditorios con frases sabias, algunas de las cuales repercuten en nuestros oídos cuando vemos pasear airosa a la ministra Nina Pacari.

Dolores expresó en una ocasión, después de una represión sangrienta sufrida por reclamar el huasipungo que les habían quitado los patrones: «Somos como paja del cerro que se arranca y vuelve a crecer, y de paja de cerro cubriremos el mundo».

Los luchadores indígenas de hoy están en los ministerios, en las alcaldías, en el Congreso Nacional y en varias subsecretarías diciéndole a la sociedad mestiza que son ciudadanos con derechos y que su talento va a contribuir a cambiar la faz de la injusticia que ellos conocen bien, porque la han sufrido durante siglos.

Así se cumple una vez más la profecía de Dolores Cacuango, que decía frente a sus perseguidores: Si muero, muero, pero otros han de venir para luchar, para continuar.

Han venido, están aquí y su presencia rompe de golpe los prejuicios de una sociedad racista y falsamente democrática. Solo resta desear que su huella no sea breve sino perdurable y que los principios ancestrales de la cultura indígena impregnen la cultura nacional y abran horizontes a la esperanza de un cambio radical en la política y en la convivencia cotidiana.

* Directora de la Revista Caracola, de Quito, Ecuador.

RRM/MEL

       

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