Resulta que para conocer el desempeño de los servidores públicos se realiza una encuesta, misma que viene en un machote con opciones múltiples, como las que juzgan el servicio en un restaurante o hotel.
Las preguntas podrían llegar a ser inteligentes si estuvieran planteadas de otra manera, pero las respuestas son tan inútiles que resultan imbéciles, con el agravante de que en cualquier caso no aclaran nada y sí enturbian la perspectiva de la situación.
Pero sin conceder, supongamos que una secretaría de estado, realiza la evaluación y un departamento saca sus conclusiones, según el programa instalado en su computadora ¿puede llegar a ser confiable?
Cabe la duda, porque resulta que dicha encuesta llega al correo de la persona que será juzgada, o en algunos casos a sus jefes, mismos que deberán firmarla y hacer que la firme la persona afectada, ¿creen que alguien en esas circunstancias puede ser honesto, sincero, valiente?
Pongamos el caso del servicio exterior de carrera. Los diplomáticos están en un lugar lejano a su tierra, viven y conviven todo el día con el personal de las embajadas, en algunos casos sus superiores no son miembros del servicio exterior, díganme quién es la guapa o el guapo que se avienta la puntada de ser realista.
Si resulta más fácil cambiar a todo el gabinete de Fox que correr a un diplomático de carrera. El secretario (Luis Ernesto) Derbez puede ser todo lo gentil que le convenga a sus intereses, pero es una verdad tan grande como la luna que existen irredentos celos entre los de adentro con los de adentro, pero peor aún, entre los de adentro con los de afuera.
Es desgastante trabajar en un ambiente enrarecido, lleno de «sensibiliqueos» y proclamas personales, ustedes se podrán imaginar si encima de todo se les pone en tinta negra una calificación fallida, errática inconsecuente.
¿Quiere en verdad el gobierno depurar sus hormigueros, eficientar el trabajo y ahorrar? Francamente lo dudo, y sino lo veremos en los resultados de los exámenes y evaluaciones de las secretarías.
Para empezar el enorme aparato sindicalizado, no siempre útil, es intocable. Los altos y medios mandos, la verdadera burocracia, es innamovible porque es mañosa, recelosa, anquilosada, inerte al cambio, al progreso, a la eficiencia, además se autoevalúa, por tanto esta segura, firme, no tiene razones para superarse, ni le preocupa lo que opine su superior sobre su trabajo. El jefe o la jefa cambian, pero ellos no.
Otro gallo nos cantara si las evaluaciones fueran confidenciales, con un machote donde las opciones de respuesta múltiple fueran una base donde enseguida existiera la libertad de expresión. Lo demás es perder el tiempo y dinero.
Al no poder adelgazar la planta trabajadora del gobierno, sin verdadera operatividad, se tiene que contratar a otros para que hagan todo lo que no hacen los anidados en sus puestos de por vida. ¿Acaso no hay nadie que piense que el acusador puede ser linchado, por lo menos laboralmente? Elemental la discreción, digo, es un asunto de seguridad personal, de tacto, de aseo en las relaciones. Digo.
MG/MEL
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