Es día de elecciones. En la fila rumbo a la casilla se encuentra Iris, joven de 22 años que votará por primera vez ante la oferta de uno de los candidatos, quien prometió que de llegar a la alcaldía construirá un centro de atención a mujeres víctimas de violencia intrafamiliar.
A Iris su marido la golpea desde hace tres años. Ella confía en que «ahora sí» este candidato «cumplirá», y que no pasará lo que con el actual presidente municipal –de otro partido–, que hizo el mismo compromiso y de quien se dice triunfó por el amplio voto femenino en un municipio con altos índices de violencia doméstica.
MAYORIA EN EL PADRÓN
Cifras del Registro Federal de Electores señalan que hasta el 25 de febrero de este año, hay en el padrón electoral 33 millones 865 mil 14 mujeres registradas, es decir 51.73 por ciento del total. Los hombres representan 48.27 por ciento del padrón con 31 millones 597 mil 801 potenciales electores.
Sin embargo, de esos totales son más mujeres las que tienen su credencial de elector en comparación con los varones que aún no están en la lista nominal. Hasta el momento, 32 millones 712 mil 404 mujeres podrán ejercer su voto el próximo seis de julio, en los comicios para renovar la Cámara de Diputados.
En la lista nominal de electores las mujeres son el 51.82 por ciento y los hombres 48.18 por ciento. Datos del Instituto Nacional de Estadística, Geografía e Informática (INEGI) indican que los porcentajes por sexo en la lista nominal fueron los mismos durante la elección presidencial de 2000. Aunque de ese año a la fecha más de dos millones 200 mil mujeres se integraron a ese listado.
EL VOTO DEL MIEDO
A pesar de que las mujeres son mayoría en el padrón electoral, la doctora en sociología por la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), Dalia Barrera Bassols y la consejera electoral del Instituto Federal Electoral (IFE) Jacqueline Peschard, consideran que esa superioridad numérica «es escasa y no definitiva» para decidir los comicios, aunque reconocen que «no deja de ser importante».
Barrera Bassols resalta una característica especial del voto femenino: «las mujeres son sustentadoras del voto del miedo», y en ese sentido sí pueden decidir el rumbo de una elección.
Explica que al padecer directamente las carencias económicas de sus familias y por su condición de vulnerabilidad, las mujeres reflejan en su voto la preocupación por el desempleo del marido o la alimentación de sus hijos.
No obstante, la también coordinadora interina del Grupo Interdisciplinario sobre Mujer, Trabajo y Pobreza (Gimtrap) reconoce que no se sabrá cómo votan las mujeres en México hasta que el IFE no desagregue por sexo los sufragios.
Dalia Barrera expone que en el voto de las mujeres intervienen también «interpretaciones simbólicas de género», que por ejemplo, hicieron que en la elección presidencial del 2000 las mujeres votaran por Vicente Fox por su «altura y guapura».
EL PESO DE LAS ELECTORAS
Para Daniel M. Lund, presidente de Mund Américas, organización especializada en sondeos y encuestas, las votantes cumplen un «papel clave» para decidir procesos electorales.
El abogado por la Universidad Católica de Los Angeles hace referencia a estudios realizados previa elección del 2000, y en encuestas de salida durante los recientes comicios en el Estado de México.
Explica que los pequeños márgenes de diferencia entre los sufragios femeninos y masculinos en ambos procesos, fueron «decisivos» en los resultados electorales de las tres principales fuerzas políticas (PAN, PRI y PRD).
EL PAN, A LA BAJA
Por ejemplo, el PAN que tuvo una preferencia femenina de cuatro por ciento por arriba del voto de los varones en la elección del 2000, el pasado nueve de marzo en el Estado de México tuvo un déficit de tres por ciento en el voto de las mujeres.
Según la encuesta de salida realizada entre dos mil 380 votantes en el municipio de Ecatepec, 33 por ciento de los hombres prefirieron al PAN, mientras que entre 29 y 30 por ciento de las mujeres favorecieron con su voto a ese partido.
En cambio, el PRI y el PRD tuvieron una preferencia femenina de dos y tres puntos porcentuales respectivamente, por arriba del voto masculino en las pasadas elecciones mexiquenses.
Daniel M. Lund explica que en el 2000, el PAN se perfiló como la opción del «cambio», y que esa promesa «al parecer» influyó en el sufragio de las mujeres y en la población juvenil. Sostiene que en el Estado de México la oposición atrajo a sectores de mujeres sin una definida preferencia electoral, es decir a las «indecisas».
El especialista augura que «es posible» que el próximo seis de julio se repita la tendencia del voto femenino ocurrida en la elección estatal, lo que significaría un descenso en la preferencia de las electoras hacia el gobernante PAN.
¿Y QUE HACEN LOS PARTIDOS?
PRI, PAN y PRD están convencidos de ser la «mejor opción para las mujeres», tanto por sus propuestas como por «los cambios» en su interior en beneficio de las militantes. Por ello, esperan del electorado femenino un amplío voto a su favor el próximo seis de julio.
La presidenta de la Organización Nacional de Mujeres Priistas (Onmpri), Esthela Ponce, reconoce que su partido ha utilizado a las electoras y las militantes como «carne de cañón» en aras de alcanzar triunfos electorales. Explica que eso se debe al «retraso natural» de su organización en materia de equidad de género.
Sin embargo, sostiene que el PRI capitaliza al electorado femenino con «programas y compromisos»: «Somos el único partido que establece el 50 por ciento de candidaturas y cargos internos para las mujeres, aunque todavía con sus ‘asegunes’».
No obstante advierte que el tricolor debe «redefinir» su agenda y sus propuestas a favor de la población femenina.
La secretaria de Equidad del Comité Ejecutivo Nacional del PRD, Deisy Castillo, dice que el voto femenino «es fundamental» al representar casi el 52 por ciento del padrón electoral.
Expresa que el sufragio de las mujeres es «de conciencia», y al igual que el PRI subraya que el sol azteca capitaliza el voto femenino con programas dedicados a las mujeres.
Rechaza que el PRD utilice a las electoras y a las militantes como simples medios para obtener más votos, y por el contrario asevera que los sufragios de la población femenina le permitirán a su partido construir políticas que defiendan sus derechos.
El PAN, a través de su secretaria de Promoción Política de la Mujer, Margarita Zavala, considera que el electorado femenino no sólo es fundamental por ser mayoría en el padrón, sino «por su aporte a la sociedad».
Califica como previsión «gratuita» que el blanquiazul vaya a tener menos votos de mujeres el próximo seis de julio, según el sondeo de Mund Américas. Y como para contrarrestar esa versión, resalta los triunfos de las candidatas panistas a las alcaldías de Naucalpan y Metepec, en los comicios mexiquenses.
Asegura que el PAN tendrá la preferencia de las votantes ya que –sólo alcanza a decir– «tenemos oferta para ellas y somos un partido que se identifica con las mujeres».
PARTIDOS OPORTUNISTAS
La doctora en Filosofía por la UNAM, y especialista en Filosofía, Política Griselda Gutiérrez, es implacable en su crítica hacia los partidos políticos y su actitud ante el electorado femenino.
Afirma que todos los partidos son «oportunistas» porque mientras en sus agendas plantean temas de género como eventuales «ganchos» para atraer el voto femenino, en sus estructuras internas persiste el incumplimiento de reformas electorales para una mayor participación política de las mujeres.
Asegura que son incongruentes, toda vez que pretenden aparecer como «demócratas y modernos» al demostrar interés por el tema de género mientras su discurso en realidad es «vacío».
Para la también colaboradora del Programa Universitario de Estudios de Género de la UNAM, el ejemplo claro de esa incongruencia está en la «manipulación» del electorado femenino que lleva a cabo el PAN, al postular como candidata a la actriz Laura Zapata y pretender de esa manera que está a favor de las mujeres.
«¿Cuáles son el compromiso y experiencia de esa señora en la defensa de los derechos de la población femenina? Con candidatas de ese tipo, el PAN practica una burda mercadotecnia y de paso desvirtúa el debate político acerca de la equidad en la representación política», lamenta la especialista.
EL PROCESO QUE VIENE
Con este contexto, mientras los partidos buscan ansiosos el voto de las mujeres y aún está por verse el grado de participación de las electoras y su preferencia en las urnas, el próximo 6 de julio cobra una importancia especial para la población femenina:
Por primera vez –si es que los partidos cumplen con la ley electoral– las mujeres tendrán un mínimo de 30 por ciento de representación en la Cámara de Diputados. Hoy, las diputadas no ocupan el 20 por ciento de las curules.
De lograrse el 30 por ciento de bancadas femeninas, la cifra será histórica y podría equilibrar la balanza en un espacio de poder dominado por los varones.
RM/MEL
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