Por supuesto que nadie puede obviar las violaciones a las garantías de los individuos. Ahora por lo excesivo de la represión y los fusilamientos de los tres que pretendieron su libertad robando una lancha, los ojos del mundo vuelven a Fidel, quien parece tener celos de Irak y busca la mirada del mundo para sí.
No, nada de eso. Día a día, en la sombra o en la claridad, los cubanos han soportado toda clase de agresiones con las cuales se mantiene en el poder el dictador. Son muchos años de abusos de poder, de impunidad, de carestías y de desear la libertad.
Cuba, bloqueada y criticada se desgasta con el tiempo y de aquello, de la revolución, de sus principios e ideales no queda mas que un régimen autoritario y asesino, represivo que carece de valores y vergüenza, porque ellos, solo unos cuantos, se miden con varas hechas a su propia ambición y a la medida de sus deseos y placeres.
Me he cansado de escuchar a los cubanos en el exilio, los pronósticos de muerte del dictador, la caída del régimen, la libertad de la isla. Pero Castro sigue vivo y a cadena perpetua ejerciendo el dominio de lo que es suyo y sólo a él le pertenece, su isla, sus hombres, niños y mujeres.
Así son los tiranos, los perversos disponen de las vidas y de los bienes de sus víctimas, todo es suyo, sin excusa, sin tener que justificarse ante nadie. 30 años de cárcel o lo que haga falta se les ordena a los jueces, sin que todavía se conozcan las causas y crímenes.
No importa, todo el sistema depende del Ejecutivo, la última palabra es la de Fidel, la única palabra, mejor dicho.
El pueblo se prostituye, tiene hambre, todo se vende, niños, niñas, tabaco, droga. Los hoteles palaciegos sueltan a los consumidores y a las orillas del lindero del dinero esperan las ansias, la falta de una medicina imposible en la isla, ahí fuera del ghetto millonario existe la miseria, la represión y los sueños de libertad.
En la cúpula vive, se burla y provoca Fidel Castro, quien no morirá, como no murió Saddam Hussein, ni ninguno de sus familiares. Todos huyen, se llevan incluso los muebles de sus fortalezas, cargan con sus riquezas mucho antes de que empiece la amenaza.
Los dictadores dejan morir a sus pueblos, ellos escapan, se ocultan, se esconden a vivir la buena vida que se merecen por ser más que nadie, por haber tenido el poder de decidir quien vive y quien no.
2003/MG/MEL
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