Prohibir, reglamentar o fichar a las trabajadoras sexuales para prevenir la transmisión de enfermedades solamente genera mayor clandestinidad, problema que México arrastra desde el siglo pasado, según la obra más reciente de la historiadora Fernanda Núñez Becerra.
El libro La Prostitución y su Represión en la Ciudad de México, Es una recopilación de documentos alusivos a las prostitutas y la prostitución.
«Puesto que ellas no escribían», Fernanda Nuñez reunió todas las tesis médicas escritas sobre prostitutas y documentos de los departamentos de salubridad y policía desde el corto reinado de Maximiliano de Habsburgo hasta el porfiriato.
Maximiliano, emperador austriaco cúspide de las fuerzas conservadoras en la historia nacional, las fichó, «las registró e intento darles una libreta», mencionó en entrevista la doctora en Historia por la Universidad Denis Diderot «pero ellas no lo permitieron.»
El siglo XIX inaugura la época que criminaliza a las mujeres que ejercen la prostitución y es el momento «de hacer una división tajante entre madres y putas,» asegura Nuñez Becerra. «Con esta marginación, esta frontera de la ilegalidad» las mujeres son más proclives a los abusos.
En su obra, editada por Gedisa, destaca que las prostitutas del siglo XIX iban de las «mantenidas» o amantes hasta las más pobres que se ofrecían en los callejones.
Describe que un burdel regular, muy probablemente era una casa con una sola habitación y que la preocupación oficial por la higiene radicaba en la pandemia de la sífilis.
Nunca se tuvieron las cifras exactas, aclara. Pero en su obra asegura que los registros solamente representaban un porcentaje, puesto que la mayor parte de las mujeres «de la vida galante» eludió los registros.
«Cada época piensa que descubre el hilo negro», explica la antropóloga social que estudió en París con las impulsoras de la historia de las mujeres «pero el siglo XIX inaugura el reglamentarismo.»
Y sin reconocer el pasado las autoridades piensan que con la reglamentación pueden acabar con un fenómeno tolerado hasta en la edad media, explica, donde el reconocimiento a la función de la prostitución «para evitar desórdenes» era velada por la iglesia misma.
«Me parece que mientras más de derecha es un gobierno es más prohibicionista» abundó, y en el siglo XIX como en la actualidad los problemas sanitarios se enfocan en las trabajadoras cómo si ellas fueran las transmisoras, sin ocuparse de la clientela.
A pesar de las similitudes, la también estudiosa de las representaciones de La Malinche a lo largo de la historia mexicana señala que una diferencia con la época actual es el tamaño y virulencia de las mafias, mayor hoy en día.
Otra diferencia es que en el siglo XIX, ser prostituta era un estado pasajero «no una etiqueta» durante a ciertos momentos críticos en la vida de una mujer que podía concluir con un esposo o amante.
En ambas épocas, propone la investigadora «mientras más educación, las mujeres tienen más oportunidad de cuidarse y salirse más fácilmente del trabajo sexual».
2003/MR/MEL
|
disponible para periodistas y medios de comunicación impresos y electrónicos por favor citen la fuente El servicio informativo se realiza gracias al apoyo |