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Cuando todo nos contradice

Por Cecilia Lavalle

Se habló mucho en masculino, y conste que era un acto donde la mayoría eran mujeres. A la menor provocación se hablaba de los varones que habían «dado la oportunidad» –así se dijo- a las mujeres para votar y ser electas, y conste que era un foro para conmemorar 50 años de una conquista femenina.

Las mujeres políticas y en cargos de toma de decisión, salvo excepciones, estuvieron ausentes, y conste que era un foro para hacer un balance de la situación de la mujer en cargos de poder público.

En general y salvo en el acto inaugural y de clausura, las mujeres periodistas –ni que decir de los varones- brillaron por su ausencia, y conste que estuvieron presentes la mayoría de las consejeras electorales del país, y tres mujeres de primer nivel en la academia, el servicio público y la política para ofrecer conferencias magistrales.

Son las contradicciones que en mi opinión retratan muy bien el proceso por el que percibo atraviesa la lucha por la equidad en nuestro estado y, sin duda, en muchas otras partes de México.

Hago alusión al foro organizado por el Instituto Electoral de Quintana Roo que bajo el título Conmemoración por los 50 años del Voto de la Mujer se llevó a cabo en Chetumal el 25 y 26 de septiembre pasado.

Un foro que reunió a consejeras electorales de casi todo el país, quienes reflexionaron sobre el papel de la mujer en la política y el poder público.

Reflexiones que fueron hechas unas con más acierto que otras, unas con menos lugares comunes que otras, unas con mejores «radiografías» de la situación que se vive en sus entidades que otras.

Un foro que incluyó las conferencias magistrales de la primera y única mujer consejera del IFE, Jacqueline Peschard; de la fiscal especial para la Atención de Delitos Electorales, María de los Ángeles Fromow; y de la senadora presidenta de la Comisión Especial para Conmemorar el L Aniversario del Derecho al Voto de la Mujer, Lucero Saldaña.

ACIERTOS Y LUCIMIENTOS

Un foro en el que en general se lució la organización del instituto. La mayoritaria presencia de jóvenes, hombres y mujeres, en las tareas de organización, le imprimió una energía vital sin menoscabo de la eficiencia.

Un foro en el que la presencia de Peschard me pareció el mejor de los aciertos; sus reflexiones serenas, documentadas, son lectura obligada para todas y todos los interesados en comprender el antes, el ahora y el futuro de la participación política de la mujer en nuestro país.

Un foro en el que se le rindió homenaje póstumo a doña Lumanda Barquet, con lo que el Estado salda una deuda de justicia histórica. Un foro en el cual el Senado de la República entregó medallas a mujeres destacadas, y el Instituto Estatal de la Mujer de Quintana Roo reconocimientos a las primeras mujeres que ocuparon algún cargo de representación popular.

Particularmente me alegraron los otorgados a María Cristina Sangri, pionera que abrió brecha para la participación política de las mujeres, y María Teresa Gamboa, funcionaria que ha dedicado su vida a la preservación y difusión de nuestra memoria histórica en el Archivo General del Estado. Entre esos aciertos estaban las contradicciones: ¿Por qué se usó tan poco el lenguaje de género? ¿Por qué seguimos siendo «bienvenidos», «todos», «nosotros», «ingeniero», «abogado» aunque se refieran a mujeres?

¿Por qué se transmite un video para conmemorar la conquista de las mujeres y resulta que los grandes protagonistas fueron Lázaro Cárdenas, Miguel Alemán y Ruiz Cortines? ¿Por qué había tan pocos hombres entre el auditorio, salvo, claro, en los protocolarios actos de inauguración y clausura?

¿Por qué las mujeres políticas o en altos cargos administrativos tampoco estuvieron, salvo excepciones, ni en las conferencias magistrales? ¿Por qué las autoridades gubernamentales no se asomaron a lo largo de esos días para escuchar una perspectiva de la situación de las mujeres en el ámbito político? ¿Por qué, en general, el evento mereció tan poca atención de los medios?

Aventuro que aunque se hagan esfuerzos por «darle su lugar» a las mujeres, falta aprender a nombrarlas para no excluirlas desde el lenguaje. Aventuro que hace falta conocer más de la lucha de las mujeres, las grandes ausentes en la historia oficial. Aventuro que falta un buen trecho para que las mujeres en nuestro estado realmente seamos consideradas igualmente dignas de atención que los varones.

PODER SIN COMPROMISO

Aventuro que muchas mujeres con poder público no tienen compromiso de género. Aventuro que aunque en ocasiones se utilice lenguaje de género, falta interiorizar el concepto, y no sólo nombrarnos porque es políticamente correcto.

Aventuro que muchas funcionarias y funcionarios creen que su alta misión es «salvar a la patria» –diría Germán Dehesa- y no bajan a la vida mundana para escuchar lo que el pueblo que gobiernan tiene qué decir, menos si son mujeres. Aventuro que la visión de género está generalmente ausente en los medios, y, si no es en la nota roja las mujeres no somos noticia.

Aventuro, en fin, que la realidad de las mujeres ahora está llena de contradicciones entre el discurso y los hechos, y entre esas contradicciones de vez en vez se cuelan algunas propuestas o proyectos que buscan una mayor equidad y que nos permiten dar algunos pasos en ese sentido, aunque sea como nadar a contracorriente, o –como diría la dramaturga Sabina Berman- aunque todo el escenario nos contradiga.

2003/CV/MEL

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