Hanadí Tayseer Jaradat, suicida palestina integrante de la organización Yihad Islámica, hizo estallar un cinturón bomba acto por el cual murieron 19 personas. Y según las informaciones registradas por los medios de comunicación quería vengar a un hermano y a un primo muertos por el ejército israelí.
No es el primer caso. Las mujeres palestinas en su desespero se han lanzado bajo el pensamiento y acción del fundamentalismo a la práctica del terrorismo que en nada contribuyen a la solución del conflicto árabe-israelí, ni ayuda al encuentro de la paz en esa zona casi destruida por la ambición, el odio y el fundamentalismo de una élite que dirige el primer ministro de Israel, Ariel Sharon.
El pueblo palestino no ha podido enfrentar en sus dos Intifadas, piedras contra tanques para que el mundo le reconozca su derecho a un territorio y a la soberanía, el pueblo palestino ha demostrado su coraje por su derechos pero también es sabido que solo no puede, necesita del apoyo internacional.
Es cierto que el terrorismo no es la salida, pero ¿se le están dando opciones? ¿No es aberrante para el derecho internacional que un hombre como Sharon, acusado por crímenes de lesa humanidad por las masacres, violaciones, torturas y desapariciones de tres mil 500 hombres, mujeres y niños palestinos en Sabra y Chatila al sur de Beirut, capital de Líbano, y llamado a juicio por un tribunal belga, decida qué hacer con un pueblo y hasta se atreva a proponer el o la expulsión de su líder Yasir Arafat?
No es ni estrategia ni táctica, ni humano que hombres o mujeres ofrenden su vida en actos suicidas y acaben con la de inocentes, no es una solución la guerra, sin embargo a los palestinos se la están imponiendo. ¿Tendrá que dejarse inmolar el pueblo palestino para satisfacer las ambiciones del sionismo? ¿Dónde está el apoyo internacional que tanto se reclamó para la invasión a Irak?
De todos modos, los países aliados ya han enviado tropas a Irak para restaurar la democracia. Más cinismo es imposible, pero de él ya teníamos conocimiento desde el proceso de gestación para invadir y tomar los pozos petrolíferos -porque las armas de destrucción masiva hasta hoy siguen sin aparecer-.
Entre los soldados del ejército enviado por España se encuentran 15 legionarias y mi inquietud por este caso y el de las mujeres suicidas me lleva a retomar la Convención de Naciones Unidas de 1979 sobre la eliminación de todas las formas de discriminación contra la mujer.
Se subraya que la eliminación del «colonialismo, neocolonialismo, agresión, ocupación y dominación extranjeras y de la ingerencia en los asuntos internos de los Estados es indispensable para el disfrute cabal de los derechos del hombre y de la mujer».
No tengo respuestas, sólo dudas. No entiendo cómo podemos hacer de las convenciones letra muerta, porque estaremos de acuerdo con la ONU en que el fortalecimiento de la paz y la seguridad internacionales y el alivio de la tensión internacional, promoverán el progreso social y el desarrollo y, en consecuencia, contribuirán al logro de la plena igualdad entre el hombre y la mujer.
A ello contribuirán también, según la ONU, la cooperación mutua entre todos los estados con independencia de sus sistemas sociales y económicos, el desarme general y completo, en particular el desarme nuclear bajo un control internacional estricto y efectivo y la afirmación de los principios de la justicia, la igualdad y el provecho mutuo en las relaciones entre países.
Además la realización del derecho de los pueblos sometidos a dominación colonial y extranjera o a ocupación extranjera a la libre determinación y la independencia, así como el respeto de la soberanía nacional y de la integridad territorial.
¿Aplica Israel tales enunciados? ¿Los aplica Estados Unidos y los países aliados? La participación de la mujer en la guerra no puede plantearse a partir de premisas falsas como un hecho de igualdad.
Y aunque sé que es una utopía podemos hacer un llamado a las mujeres, a los hombres para que en un acto de valor busquemos propuestas para participar en la búsqueda de la paz, así sea este el camino más arduo.
2003/FCO/MEL
