El cine mexicano durante mucho tiempo «padroteo» a sus personajes femeninos, pues su éxito y su viabilidad económica dependió durante varios años de cientos de esas mujeres: madres abnegadas, prostitutas excitantes, machorras desorbitadas y sensuales y hasta abuelitas adorables, aseguró hoy la actriz Diana Bracho.
Al participar hoy en el foro La Mujer en el Arte y la Política, organizado por Comisión de Cultura de la Asamblea Legislativa del Distrito Federal (ALDF), Bracho explicó que de la mirada de los creadores del cine surgió una gama de personajes que se convierten en los grandes estereotipos femeninos de la industria.
Bracho, quien es presidenta de la Academia Mexicana de Artes y Ciencias Cinematográficas (AMACC), hizo notar que esos estereotipos son reflejo de la visión del cineasta sobre la mujer inscrita en una sociedad, en un momento histórico, y que recrean o idealizan esa realidad.
«La mujer en el cine mexicano ha sido amada, despreciada, venerada, deseada y vilipendiada por los hombres del cine mexicano durante muchas décadas», refirió la actriz.
Por ejemplo, dijo, una prostituta inaugura el cine sonoro y se convierte en mito, así la primera mujer que habla en una película mexicana es Santa, representada por Lupita Tovar, a quien le toca el honor de ser la primera actriz con voz en el cine.
Su triste vida nos muestra como la inmoralidad se paga con la enfermedad y la muerte. Aunque, aclaró Bracho, esa inmoralidad, ni siquiera es un acto de voluntad propia sino fruto de un destino cruel: ser objeto del deseo de los hombres.
Es así, señaló, como el cine en sus inicios representó lo otro, esa realidad alternativa llena de posibilidades dramáticas. «Estos primeros personajes femeninos, presentan a la otra, la deseada pero no poseída, la belleza efímera de alcances míticos y el pecado que atenta contra la solidez del hogar cristiano, pero que al final reconoce su fragilidad moral, que es debidamente castigada por el destino», apuntó.
Así, concluyó, en México donde la represión sexual, el puritanismo religioso y la autocensura, amén de la censura ejercida por otros, ha sido prácticamente común al tema de la denigración femenina a través del sexo.
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