Las leyes mexicanas siguen castigando la decisión libre y voluntaria de las mujeres sobre su maternidad, lo que provoca que muchas de ellas mueran por las terribles condiciones de abortos mal practicados en la clandestinidad.
De acuerdo con Martha Acevedo, en su libro titulado 10 de Mayo, la celebración del Día de la Madre fue instituida como una medida política para contrarrestar las acciones promovidas en el estado de Yucatán sobre educación y liberación de las mujeres en los años veinte.
Estas acciones encabezadas por el Consejo de Educación Pública –que dirigía el profesor José de la Luz Mena, para hacer conciencia a las mujeres de los beneficios de la planificación familiar–, incluían la difusión del folleto La Brújula del Hogar, escrito por Margarita Sanger y en el que orientaba a las mujeres sobre la forma de evitar embarazos no deseados.
Como respuesta y apoyado por el diario nacional Excélsior, el entonces Secretario de Educación Pública, José Vasconcelos, promovió la creación de una fecha conmemorativa para instituir el Día de las Madres.
Con Excélsior al frente de la campaña, el miércoles 10 de mayo de 1922 este periódico dedicó su primera plana a exaltar el trabajo de las madres en las labores domésticas.
De esta forma, el 10 de mayo se convirtió en un día para fortalecer el mito de que cuidar, alimentar, educar y dedicarse a la familia no es un trabajo sino tareas realizadas por amor, convirtiendo a las mujeres en símbolo de sacrificio, abnegación y sufrimiento.
Así, se difunde la idea de que por su condición de madre, las mujeres adquieren prestigio, aceptación y reconocimiento por parte de la sociedad y se niega su capacidad creativa, intelectual y humana, ajena a intereses políticos, sociales, culturales o profesionales.
En contraste, las demandas del movimiento de mujeres sobre la maternidad son: derecho a decidir libremente sobre el número de hijos y cuándo tenerlos, en caso de que se quiera ser madre, además de información clara oportuna y veraz sobre salud sexual y los derechos reproductivos.
Además exigen empleos dignos para madres trabajadoras; respeto a las prestaciones que por ley les corresponden como son guarderías, cuidados maternos y servicios de salud; así como la participación de la pareja y otros miembros de la familia en las labores domésticas.
SIN LIBERTAD
Ante las difíciles circunstancias para todas aquellas mujeres que han decidido o no ser madres, es difícil omitir el caso de las madres reclusas.
De acuerdo con la Comisión de Derechos Humanos del Distrito Federal (CDHDF), en México hay alrededor de 176 mil personas reclusas, de las cuales aproximadamente 7 mil 500 son mujeres.
Investigaciones sobre la situación de las mujeres en las prisiones de México apuntan que el 86 por ciento de las mujeres privadas de su libertad son madres con 3.5 hijos en promedio.
Debido a las condiciones en que se encuentran las mujeres reclusas y sus hijos, especialistas en el tema advierten sobre la ausencia de políticas sociales y leyes que protejan a las y los menores que garanticen su desarrollo y el ejercicio de sus derechos humanos fundamentales.
Al respecto, la Comisión Nacional de Derechos Humanos (CNDH) emitió una recomendación en 2001 donde observa que la situación vulnerable de las mujeres en las cárceles se extiende a sus hijos, cuando éstos permanecen con ellas en prisión, toda vez que sólo de forma excepcional, cuentan con satisfactores adecuados para su desarrollo.
La misma fuente indica que la permanencia de niñas y niños en los centros de reclusión femeniles es un hecho común, ya que las madres prefieren tenerlos a su lado y, en algunos casos, no cuentan con otra opción a falta de familiares que puedan hacerse cargo de ellos.
2004/GV/SM