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Fundación Heinrich Böll

Por la Redacción

Expertas en género e intelectuales de la talla de Margarita Salas o Carmen Iglesias denuncian la discriminación de la mujer en las altas esferas académicas. Lo llaman el techo de cristal o las trabas –en principio, invisibles– con las que chocan las mujeres a la hora de acceder a puestos de responsabilidad. Pero la realidad y las estadísticas están ahí y dicen que sólo unas pocas logran derribarlo.

Dentro del ámbito universitario, destacan las académicas Margarita Salas y Carmen Iglesias o la rectora de la Universidad de Málaga, Adelaida de la Calle, expertas en género achacan la situación al carácter «patriarcal y machista» de la Universidad española, destaca el portal la Ciudad de las Mujeres en la Red.

Hay más datos: sólo el 13.7 por ciento de los catedráticos es mujer; en 29 áreas de conocimiento, ni siquiera se cuenta una. De los 184 universitarios distinguidos con el Premio Nacional Fin de Carrera el año pasado, 99 eran mujeres, de las cuales 45 figuran como miembros de las Reales Academias frente a 672 varones; cinco de 45 en la de Farmacia…

Y el dato más demoledor: sólo cuatro de los 72 rectorados los dirigen mujeres. Junto a De la Calle figuran Esther Giménez-Salinas (Universidad Ramón Llull, Barcelona), Inma Tubella (Oberta de Cataluña) y Anna Geli (Girona).

En Holanda, sancionan a las facultades que dejan marchar a sus profesoras. La cosa cambia a medida que se descienden los peldaños de poder. Y es, que sentadas en las aulas, ellas suman mayoría: ocupan 54 por ciento de los pupitres, son más brillantes en selectividad (59.2 por ciento de aprobados correspondía a alumnas); se licencian más (59 por ciento); obtienen mejores resultados…

María Casado, experta en cuestiones de género y profesora de Filosofía del Derecho de la Universidad de Barcelona, asiente al escuchar las cifras del Ministerio de Educación. Ella es una de las responsables del Documento sobre Mujeres y Ciencia, realizado por el Observatorio de Bioética y Derecho de la UB.

Para ilustrar la desigualdad, la docente rescata un ejemplo: el de la aplicación o no de una sentencia del Tribunal Europeo de Justicia. Si se trata de cumplir la paridad entre géneros en los órganos de decisión de la Universidad de Gothenburg, Suecia, la orden cae en saco roto.

«Si hablamos de fútbol y de la sentencia del Caso Bosman -obliga a no considerar extranjero a ningún jugador de la Unión Europea, lo que permite fichar a más deportistas extracomunitarios- la situación cambia y entonces sí hay que cumplirla», continúa. «Es un claro ejemplo de cómo están las cosas y de que la paridad no figura como una prioridad en la agenda», lamenta.

Las cifras en el extranjero no son mucho más halagüeñas. Las catedráticas en Reino Unido no superan el 15 por ciento, mientras que, en Francia o Alemania, se reducen al 10 por ciento, según Eurostat. Respecto a los profesores titulares, en España, el 35,9 por ciento son mujeres, pero menos del 20% en Alemania. Peor aún es el panorama en Holanda. A pesar de tener una de las tasas de desempleo femenino más bajas de Europa, las cifras se invierten cuando se trata de cuantificar a las catedráticas: el 6 por ciento.

El gobierno holandés ha decidido abordar el problema sancionando a las facultades que dejen escapar a una sola de sus docentes, ya sea para dedicarse a cuidar a su familia o porque sean fichadas por otro centro académico. Otra solución: contratar a catedráticas a tiempo parcial.

Esta situación también ha hecho reaccionar a universidades como la de Princeton, que hasta 1970 no admitía mujeres en sus filas. Su rectora desde 2001, Shirley Tilghman, quiere rodearse de semejantes en los puestos de poder de la prestigiosa institución. Aunque se ha avanzado en los últimos años, la investigación y la ciencia siguen siendo un coto casi exclusivo de los hombres en este centro norteamericano.

Para lograr la equiparación, las mujeres todavía cuentan con una extensa ristra de factores en su contra. Como la opinión del rector de la Universidad de Harvard, Larry Summers, quien ha llegado a afirmar que la falta de mujeres en el ámbito científico se debe a «diferencias innatas» entre ambos sexos.

La directora del Observatorio de Bioética y Derecho cree que uno de los motivos por los que las mujeres no acceden a puestos académicos de poder se debe a que los templos del saber siguen perteneciendo a los «grandes budas». Y éstos son hombres. «Más que de machismo yo hablaría de una cuestión de inercia. Muchas decisiones se toman a puerta cerrada y quienes presiden esas comisiones siguen siendo hombres».

María Casado también opina que la difícil conciliación del mundo laboral y familiar es el principal lastre con el que tienen que lidiar las mujeres. «Ahora tenemos que ser poco menos que superwoman para poder hacer frente a todo: a nuestro trabajo y nuestra familia». Cita un ejemplo: «Conozco casos de jefes que quedan con su equipo los domingos y, claro, una mujer tiene que ocuparse de sus hijos y, si no va, pierde puntos».

Casado no se muestra optimista con respecto al futuro porque «no basta con que la ley reconozca la igualdad; hay que ir mucho más allá».

POLÍTICAS DE IGUALDAD

La docente hace referencia al paquete de medidas diseñado por el gobierno para favorecer la igualdad. Entre ellas, destaca un programa de incentivos para las empresas que incorporen a mujeres en puestos de responsabilidad o la creación de una unidad específica de Mujer y Ciencia para abordar la situación de las mujeres en la investigación.

La necesidad de este último punto se hace incuestionable con datos como éstos:el porcentaje de profesoras que dirigen proyectos no supera el 15 por ciento en el Centro de Investigaciones Científicas, y el de investigadoras en el campo de la Biología y la Biomedicina ha retrocedido en los últimos años.

Dentro del ámbito universitario, el gobierno también establece un porcentaje de reserva de, al menos, un 5 por ciento de plazas de aquellos empleos públicos con baja participación femenina. Carmela Sanz, profesora de Psicología Social en la Universidad Complutense y fundadora del Instituto de Investigaciones Feministas de la misma institución, duda de su eficacia:

«El cambio en las leyes va mucho más rápido que el cambio social, y nuestra sociedad sigue siendo patriarcal, al igual que la universidad, que, digan lo que digan, es muy machista».

Sanz coincide en que la carga familiar sigue pesando más sobre las mujeres. «Hay muchas profesoras titulares y ayudantes, pero, a medida que subimos en el escalafón, las mujeres desaparecen porque tienen que dividir su tiempo entre la universidad y las tareas de la casa, sus hijos, el marido…».

Y culpa a los padres de que los estereotipos machistas pervivan. «Hay madres que no dejan que sus hijos hagan la cama habiendo mujeres en casa o que aconsejan a las niñas que no estudien una ingeniería porque van a tener que tratar con muchos hombres».

EL SEXO DE LAS CARRERAS

La influencia de la familia todavía pesa en la elección de la carrera. Según el informe Datos y cifras del sistema universitario 2005-06 elaborado por el Ministerio de Educación, el 73.5 por ciento de los matriculados en titulaciones de Ciencias de la Salud (Enfermería, Medicina, Fisioterapia…) y el 64.4 por ciento de Humanidades, son mujeres.

Al contrario ocurre con las enseñanzas técnicas (ingenierías), donde ellas no superan el 27.1 por ciento. Además, el 57.4 por ciento de las alumnas prefiere las carreras más largas frente a las de ciclo corto.

Las estadísticas también se repiten en el bachillerato. Así, en la selectividad del curso pasado, 73.8 por ciento de las alumnas se presentó al examen por la rama de Humanidades, el 72 por ciento por la de Artes y el 70.2 por ciento por Ciencias de la Salud. En cambio, en la opción científico-técnica sólo 33 de cada 100 presentados son mujeres.

Eso sí, ellas fueron más aprobadas: el 58.2 por ciento. «Además de ser más alumnas, obtienen mejores expedientes», explica Asunción Ventura, profesora de Derecho Público y Constitucional en la Universidad Jaume I de Castellón y vicepresidenta de la Fundación Isonomía. Su fin es la defensa de la igualdad de oportunidades entre mujeres y hombres, para lo que organizan, entre otras actividades, cursos, proyectos de investigación, conferencias y doctorados.

«Apenas se da importancia a los estudios de género, pero habría que incorporarlos en la formación de los universitarios mediante una asignatura». Añade Ventura: «Los grupos de presión están formados por hombres, que deciden. Mientras, la mujer debe dedicar a su familia el tiempo que pierde en el ámbito laboral. Hay estudios que confirman que el hombre puede tener cuatro hijos y no afectar a su trabajo, pero las mujeres no».

Para mejorar la situación, aboga por adoptar políticas de igualdad activas, como el establecimiento de cuotas paritarias en los órganos de poder. «No es que nos dejen pasar porque sí, sino facilitar la igualdad cuando hay una infravaloración de las mujeres», concluye.

06/YT

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