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Algunas Certezas

Por Cecilia Lavalle

No sé qué me ofende más. Si ser testigo de la enorme podredumbre en la que está inmersa buena parte de la clase política de nuestro país, o que supongan que la ciudadanía a la que juraron servir somos una masa de imbéciles.

Me refiero al escándalo que ha provocado la difusión que Blanche Pietrich, en el periódico La Jornada, y Carmen Aristegui, en W Radio, hicieran de grabaciones telefónicas que desnudan de cuerpo entero los niveles de corrupción e impunidad en nuestro país y el servicio de un gobierno a un poderoso empresario para encarcelar y agredir a una prestigiada periodista defensora de los derechos humanos de las mujeres, Lydia Cacho.

Ahí están las grabaciones para quien quiera leerlas en el periódico La Jornada (www.jornada.unam.mx) y para quien quiera escucharlas en la página electrónica del periódico El Universal (www.eluniversal.com.mx). Ahí están las conversaciones entre el empresario poblano Kamel Nacif y otros interlocutores, entre ellos el gobernador de Puebla, Mario Marín.

Ahí está, palabra por palabra, la intriga, la complicidad, la brutalidad, la indecencia, la complicidad del poder del dinero y el poder político en contra de una ciudadana periodista que, al no permitir que se olvidara un caso de pederastia, les resultó incómoda.

Y ahí está, también, 26 horas después, el gobernador de Puebla diciéndonos: yo no fui, yo no soy, no es mi voz. Sí, no sé que me ofende más.

No sé qué me indigna más. Si escuchar a Kamel Nacif insinuar triunfante que ha pagado para que violen a Lydia Cacho en la cárcel poblana, o escuchar a decenas de priístas reclamar la terrible ilegalidad que representa que se graben conversaciones telefónicas privadas, al tiempo que brindan todo su apoyo al gobernador Marín.

El Partido Revolucionario Institucional (partido que detenta el poder en la mayor parte del país), a través de algunos de sus diputados, senadores, gobernadores y su mismo candidato a la presidencia nos han dado cátedra de su escala de valores, de su sentido de la ética y de su alto sentido de la legalidad.

Les parece terriblemente ilegal que se graben conversaciones telefónicas privadas. No así que un gobernador de su partido político tenga tratos cómplices con un empresario -señalado por sus vínculos con un pederasta- para detener y encarcelar a la periodista que ha publicado todo el caso. No así que ese empresario insinúe que ha pagado para que en la cárcel violen a Lydia Cacho. No así que un gobernador de su partido intervenga directamente en la procuración y administración de justicia de su entidad. Todo lo cual, dicho sea de paso, también es ilegal y, me parece, de una gravedad infinitamente superior. Sí, no sé que me indigna más.

No sé que me espanta más. Si vivir en un país en el que la violación a derechos humanos y la justicia se pueden comprar con dos botellas de coñac, o las maniobras políticas del PRI para proteger a su correligionario, o si la posibilidad de que, pese a todo, tras un par de meses de escándalo mediático no-pa-se-na-da, ni a nivel político ni a nivel legal.

No sé, pues, que me ofende más, que me indigna más, que me espanta más.
Sí sé que tengo el alma arrugada y el estómago revuelto y la rabia encendida.
Sí sé que el Estado de Derecho de mi país es una quimera, y su ausencia una pesadilla.

Sí sé que la ética política de la mayor parte de la clase política de mi país es un mito.

Sí sé que quien defiende, aboga, protege, cobija a un gobernante que ha faltado a su palabra empeñada de cumplir y hacer cumplir la ley, se convierte en cómplice.

Sí sé que quien planea, sugiere, insinúa, financia, contribuye o protege de alguna manera la violación de una persona es asimismo un violador.

Sí sé que en Quintana Roo las autoridades involucradas nos deben una explicación.

Sí sé que para desgracia de algunos y para pena de muchos, ya pasaron los tiempos en que una mentira repetida mil veces acaba convirtiéndose en una verdad.

Sí sé que en política la percepción es lo más importante, la legitimidad es vital, la credibilidad es elemental. ¿Lo sabrá el PRI?

Y sé también que si hacemos nuestro el agravio tendremos esperanzas de un mejor país.

Y sé también que el periodismo cargado de compromiso social tiene esperanzas con el impecable trabajo de Blanche Pietrich, de Carmen Aristegui, de CIMAC y de muchos otros y muchas otras colegas.

Y sé también que mientras existan mujeres como Lydia Cacho, las mujeres de mi país tienen esperanzas, las niñas de mi país tienen esperanzas.

Y sé también que todo eso es una luz de esperanza entre tanto lodazal.

*Periodista mexicana
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06/CL/LR

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