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La Ceguera

Por la Redacción

A la memoria de las mujeres que creyeron en un proyecto de nación distinto y sufrieron una derrota el 11 de septiembre de 1983 en Chile.

Sara Lovera*

Carecer del sentido visual es una desgracia para quien nace con esta carencia o pierde la vista por un accidente o por vejez. Debe ser terrible.

La ceguera por falta de análisis. Por interés o por inseguridad en las relaciones humanas, destruye toda la comunicación e impide el diálogo. Estar ciego puede ser resultado de dogmatismo, pero puede ser también un exceso de prepotencia.

No ver, no abrirse, no comprender, no analizar, conduce a la obcecación, que puede convertirse en algo de repercusiones tremendas.

La sociedad patriarcal no ve la desigualdad entre los hombres y las mujeres por conveniencia, pero también por obcecación. . De ese modo los intentos democratizadores caen en el desvío, en la falta de razonamiento.

En política, la ceguera puede conducir al holocausto. Eso le sucedió a Hitler, cuya ceguera lo condujo a la locura. Cayó en la alucinación, y eso cegó miles y miles de vidas y condujo a su pueblo a la vergüenza colectiva, al estigma. Alemania fue repartida entre las dos potencias que habían «ganado» la Segunda Guerra Mundial.

Nada hay peor que la ceguera. Y es eso lo que sucede ahora mismo al grupo conservador que cree ganó la presidencia de la República. No se da cuenta de lo que está sucediendo. En el país hay una crisis de repercusiones trascendentes.

Se trata de una situación inédita cuyo origen más cercano se lo podemos achacar al grupo gobernante del pasado. Ése si que es el pasado.

Y no ver nada. No estar interesados en el análisis, ni comprender que significa para la gente, para los habitantes de México la desigualdad profunda, la existencia de más de 50 millones de desposeídos, nos puede llevar a una confrontación superior a la que estamos viviendo.

Vivimos, desde la perspectiva histórica, un retroceso democrático. Y al mismo tiempo una oportunidad para reconstruir, poco a poco, otra manera de vivir. Donde los hombres y las mujeres podamos crear mecanismos nuevos, de una relación más justa o verdaderamente justa. Eso hay que verlo.

Y esa es una puerta abierta. Pero para aprovechar la oportunidad se necesita ver y saber lo que está pasando. No quedar atrapado en lo viejo, lo carcomido. Ya no hay formas de designar casi nada. Verlo es el reto.

El Partido Acción Nacional, por historia e ideología, es conservador. Es fácil saber lo que se esperaría de un gobierno encabezado por él. Las mujeres tenemos una lista, teñida de pérdidas y sangre.

Felipe Calderón es un hombre gris, sin capacidad suficiente. Es además un burócrata. Por eso es duro y de entrañas vengativas. Muy duro, precisamente porque no tiene capacidades suficientes.

Su ignorancia, su pequeñez, su escaso espíritu, su falta de compromiso, lo puede llevar a la locura. No ve.

El lenguaje bipolar de los últimos días no asusta. Da la razón a quienes están en la lógica del despojo. No sólo vivimos el despojo electoral, vivimos el despojo histórico, de los bienes de la nación, de la riqueza construida por esos bienes y la edificada con el trabajo acumulado de miles y miles de obreras, amas de casa, campesinas.

Se vive además, el dominio y el autoritarismo de quienes poseen esos bienes sobre todos los demás, sobre la mayoría. Especialmente lo vivimos las mujeres.

Y eso debía importar a todas las mujeres, que no tenemos nada que perder, porque vivimos bajo el yugo de esos pocos en lo político y lo social, de los concretos en las familias y en los espacios de trabajo. Porque estamos agraviadas política y socialmente. Porqueno comprender esos agravios nos haría omisas y cómplices en una hora histórica.

¿Cómo participar? ¿Cómo despojarnos del miedo? ¿Cómo renunciar a lo pequeño para aspirar a lo grande? Esas son preguntas difíciles. Porque hemos trabajado por años, desde nuestra postura feminista, para conseguir la dignidad de las mujeres.

Pero eso no se resuelve en el caos que ha construido la clase política, los líderes y la dudosa sociedad civil, que sólo mira intereses de grupo. Les falta imaginación.

Nuestras antecesoras, decididas, comprensivas, lo entendieron muy bien. Doña Eulalia Guzmán pidió la caída de Porfirio Díaz, después del fraude, con absoluta claridad, no podría hablarse de beneficios para las mujeres y los indígenas, en un gobierno espurio y dictatorial.

Lo mismo sucedió con Macrina Rabadán, quien supo que desde el Senado, no habría justicia para las y los campesinos. Renunció a su senaduría. No servía para nada.

Con la demanda de los derechos políticos de las mujeres y su libertad sexual, miles de mujeres fueron a poner las bases y el programa a Yucatán. Ahora dato histórico.

Es decir, hoy tenemos que partir desde ahí, y no desde aspiraciones perdidas. Desde una capacidad para ver lo que realmente está pasando.

* Periodista feminista mexicana, con una trayectoria de 30 años como reportera en diarios nacionales: El Día, unomásuno, La Jornada. Directora fundadora de CIMAC. Nominada a 100 mujeres por el Nobel de la Paz.

06/SL/LR/CV

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