Los acontecimientos de los últimos 78 días, tras la jornada electoral, abrieron ya un parteaguas en la historia de México.
La oposición diversa tiene un enorme reto.
Este implica a los partidos políticos, ahora Frente Amplio Progresista; a la movilización de sectores muy amplios de la sociedad, a la Convención que trabajará para una nueva Constitucionalidad, porque es claro que se habla de mucho más que un conflicto postelectoral.
Se trata de imaginar cómo reordenar al país. Y esa es una responsabilidad gigantesca para quienes encabezan el movimiento y para quienes no han querido leer lo que está pasando.
En esta situación lo trascendente es que se abrió, sin demagogia el cauce para miles y miles de personas que efectivamente han pensado en un cambio de raíz, que no se expresa solamente en los cinco puntos básicos de orientación planteados por Andrés Manuel López Obrador y sus allegados.
Se ha desafiado al sistema. Hay quienes dicen que por ahora son palabras nutridas por la movilización, que no es espontánea, pero que tampoco es todavía un cuerpo orgánico.
De la capacidad de quien organiza, y de quienes se auto-organicen depende que el sueño no se diluya y apague.
Se dice fácil. Pero no lo es. Los años de inmovilidad, las constantes desesperanzas, el juego de espejos entre quienes o son oportunistas o no miran más allá de sus intereses, pueden hacer una mala jugada.
Por lo pronto se ha declarado presidente legítimo a López Obrador, se ha echado a andar una maquinaria sobre la base de la resistencia civil y pacífica, se ha puesto a pensar a las y los mexicanos en la transformación de las instituciones, de las leyes, de la estructura y comportamiento de los partidos políticos de izquierda, de la organicidad ciudadana, a través de asociaciones, sociedades, Ong’s y otras formas de expresión.
Estaríamos en presencia de una revolución democrática. Nada más. Limitada a esta denominación. Se trata únicamente de limpiar cada rincón de las desviaciones de los presupuestos construidos por casi 200 años en la nación mexicana.
Es una apuesta audaz y atrevida. Para las mujeres significaría la posibilidad real de que algunas de las más importantes demandas pudieran irse materializando, más allá de la demagogia y la simulación con que fueron incluidas en el discurso y las palabras, hasta ahora.
Hay hechos incontrovertibles de la injusticia, de la corrupción, de la sistemática impunidad para enfrentar los crímenes contra las mujeres, por el simple hecho de ser mujeres. Es evidente que los gobiernos, de toda la vida, no entienden que es eso de la autonomía de las mujeres, ni eso otro relativo a la libertad sexual y el derecho al cuerpo, como fundamentos de la libertad y los derechos fundamentales de las mujeres, más de la mitad de la población.
Quienes liderean hasta ahora el movimiento hacia la cuarta República, como la llama ya Porfirio Muñoz Ledo, que han gobernado, que ya actuaron en el Congreso y que dirigen los partidos políticos que dieron vida a este movimiento, fundacional, como lo llaman, sistemáticamente han puesto obstáculos a las demandas feministas. Aunque ahora pueden cambiar.
La transformación que proponen ahora, tienen que saber, que su propuesta pasa por la democracia incluyente, genérica y profunda, si no, no es transformación.
Desde luego requiere de concepciones abiertas y comprometidas. Esa será la tarea de las mujeres que están ahí, en la cúpula del poder oposicionista, pero también de quienes forman parte de lo que conocemos como movimiento feminista. Sin duda.
Este ejemplo de un cuerpo de propuestas nacido de la cotidianeidad tendrá que concursar con todos los otros rezagos que impactan tanto a hombres como a mujeres, los de la pobreza, la ignorancia, la discriminación y la participación política.
Si no se mira la diferencia entre hombres y mujeres de cada uno de estos problemas, si no se profundiza y se llega a la raíz, si autoritarismo no incluye el de los hombres concretos en cada familia, en cada pareja, en cada relación de la vida cotidiana, no podremos refundar la nueva República.
Es un desafío tan grande y mucho mayor que reabrir el expediente del Fobaproa, o echar para atrás los acuerdos del Tratado de Libre Comercio o el cambio de la economía.
Es decir, junto a todo el programa de la nueva oposición, de la presidencia itinerante y la denuncia sistemática de la imposición de un gobierno espurio, deberá mirarse esta profunda y primerísima desigualdad entre los hombres y las mujeres. Eso haría de la nueva República, una verdadera revolución democrática.
Por lo tanto habrá que esperar, vigilar, participar, dicen las mujeres feministas, y dicen las que saben.
* Periodista feminista mexicana, con una trayectoria de 30 años como reportera en diarios nacionales: El Día, unomásuno, La Jornada. Directora fundadora de CIMAC. Nominada a 100 mujeres por el Nobel de la Paz.
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