La pederastia es un trastorno psicológico que consiste en el deseo sexual de un adulto hacia una niña, niño o adolescente, el cual culmina en el abuso sexual del menor. Este es un acto delictivo que violenta los derechos humanos de la infancia. El individuo que comete este delito es conocido como pederasta.
Este suceso es más común de lo que imaginamos. Por lo menos 1 de 5 mujeres y 1 de 10 hombres dicen haber sufrido este tipo de abuso durante la niñez.
El abuso sexual infantil consiste en que un adulto obligue a un infante a tener contacto sexual. El abusador puede usar fuerza física, soborno o intimidación, y aprovechar la falta de conocimiento del menor, para presionarlo.
Cualquiera de los siguientes actos de un adulto se consideran abusos sexuales: acariciar los genitales de una niña o niño, convencerlo para que toque los genitales del abusador, todas las formas de penetración, mostrarle los órganos sexuales a un menor, enseñarle pornografía o utilizarlo como modelo.
Millones de niñas y niños sufren abuso sexual en el mundo, pero sólo se denuncian entre el 10 y el 20 por ciento de los casos reales. El abuso puede cometerse en el hogar o fuera de él.
En 8 de cada 10 casos reportados el menor conoce al abusador. La agresión puede suceder dentro o fuera del hogar.
Es posible que ocurra dentro de la familia, a manos de alguno de los padres, un padrastro, hermano u otro pariente; o fuera de la casa, por ejemplo, por un amigo, un vecino, la persona que lo cuida, un maestro o un desconocido.
Ningún menor está preparado para un evento de esta naturaleza a sus cortos años. Aún las y los niños de dos o tres años desarrollarán problemas como resultado de su incapacidad para enfrentar la sobre-estimulación.
El daño que causa el abuso sexual a las y los niños se queda grabado en su cuerpo y su memoria causando estragos físicos y psicológicos a corto y largo plazo.
Los menores que han sido abusados sexualmente sufren de pesadillas, problemas de sueño, trastornos en los hábitos alimenticios, cambios de comportamiento repentinos, como orinarse en la cama o una pérdida del control de las evacuaciones.
En el aspecto emocional prevalece un miedo generalizado, agresividad, culpa, vergüenza, aislamiento, ansiedad, hiperactividad, depresión, baja estima y rechazo al cuerpo propio.
Los cambios de conducta incluyen el conocimiento sexual precoz inapropiado a su edad, masturbación compulsiva, entre otros. Las y los niños que han sufrido abuso sexual se caracterizan por ser antisociales
Existen consecuencias del abuso que prevalecen con el paso del tiempo e incluso pueden agudizarse, algunas de ellas son: disfunciones sexuales, problemas al relacionarse socialmente y tendencia a las adicciones (drogas, alcohol).
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