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Discriminación hacia reclusas

Por la Redacción

«Yo vengo con una compañera de causa, se le dice de causa porque venimos por el mismo motivo».

Ella me invitó a viajar a Venezuela porque le iba hacer un favor a su cuñado, entonces la acompañé y cuando regresamos, aquí en el aeropuerto resultó que traíamos drogas en las maletas y ese es el problema, «si es ella o no culpable ya no importa.»

Este es el testimonio de Zarina, una de las reclusas del Centro de Readaptación Social (Cereso) de Santa Martha Acatitla, quien lleva presa un año acusada de delitos contra la salud y condenada a 12 años de prisión.

En México, la legislación actual establece la separación de hombres y mujeres en las prisiones. Sin embargo existe un vacío en las especificaciones de las necesidades de cada grupo.

Esto significa que para la Ley, las necesidades de las mujeres en reclusión son invisibles, especialmente la maternidad, la atención de los hijos y la educación de estos, así lo considera el libro Garantizando los derechos humanos de las mujeres en reclusión.

La principal justificación para no atender estas carencias es que la cantidad de población femenina dentro de las cárceles es mínima en comparación con la de hombres, por lo cual ellas no son vistas como prioridad.

Cabe destacar, que en México existen 455 cárceles de las cuáles sólo 13 son exclusivas para mujeres, 236 son mixtas y 206 son para la población varonil.

De la población penitenciara, según cifras de la Secretaría de Seguridad Pública, 10 mil 737 son mujeres, número que representa el 5 por ciento de un total de 205 mil 815 personas.

Para ellas, vivir dentro de la cárcel significa, en su mayoría habitar en espacios reducidos, acondicionados básicamente con dormitorios, cocina y lavaderos.

«Estamos en estancias de 6x 6 metros, tienes tu propio baño, tu propia regadera con cancel como para tres internas y tienes donde cocinar, lavar, dormir, tenemos agua y luz, pero todo esto te lo ganas», dice Marcela de 35 años.

En los reclusorios mixtos la población varonil cuenta con extensas áreas que incluyen escuela, talleres, áreas verdes, servicio médico, gimnasio, entre otras cosas, estos espacios sólo pueden ser utilizados por las mujeres en algunas ocasiones y en horarios donde los hombres no los ocupan.

Mientras que el 27.4 por ciento, prefiere obtener los alimentos a través de su familia o gracias a sus propios ingresos.

Estas ganancias, donde las internas reciben hasta 300 pesos al mes, provienen de su trabajo dentro del penal que abarca actividades como tejido de bolsas o bordado de servilletas, sin embargo la comercialización de sus productos se limita a la familia y al personal del penal.

En cuanto a los servicios de salud, el servicio médico más utilizado es el de medicina general y el psicológico otras especialidades son cubiertas con traslados a hospitales civiles.

No obstante existe un grave problema de insuficiencia en el abasto de medicamentos, y las internas lo reciben únicamente en algunas ocasiones, mientras que otras no cuentan con el nunca.

A veces sólo tienen como opción la compra de medicamentes con sus propios recursos o a través del apoyo de familiares, esta situación se dificulta cuando las mujeres no reciben ayuda alguna de sus allegados.

«El servicio médico no es adecuado, esta en un tercer nivel, y no hay medicamento suficiente», dice Zarina.

Otra de las demandas de las reclusas es poder cumplir con el papel de madres ya que 96 por ciento de las mujeres en encierro tienen hijos.

Según la publicación Niños y niñas invisibles, hijos e hijas de mujeres reclusas La Convención sobre los Derechos del niño, señala que los infantes cuya madre se encuentran en prisión tienen derecho a una vida digna a lado de su madre.

No obstante, de acuerdo con el Informe especial sobre la situación de los centros de reclusión el Distrito Federal en 2003 se registró que las reclusas que tienen a sus hijos con ellas, carecen de atención pediátrica.

Igualmente, existe una serie de violaciones a las condiciones de vida digna tanto para las madres como para sus hijos como el hacinamiento, ya que frecuentemente duermen en el suelo y en ocasiones sin cobija y el suministro de leche y pañales no es el adecuado, además hay una evidente carencia de medicamentos.

Muchos de estos niños llegan a padecer enfermedades respiratorias o intestinales como consecuencia de las habitaciones donde duermen y por la falta de higiene en la preparación de los alimentos dentro de los penales.

La edad máxima para que una niña o niño pueda permanecer con su madre cuando ésta se encuentra recluida varía en cada estado, aún no existe un criterio para determinar la conveniencia o no de su estancia dentro del reclusorio.

El 70 por ciento tiene como nivel máximo la primaria, y 20 por ciento son analfabetas. El 10 por ciento restante se distribuye entre las que tienen algún grado de secundaria y unas cuantas que han cursado la preparatoria o alguna carrera corta.

06/HVR/LR/CV

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