En el año 2005 mi madre tuvo una grave hemorragia interna a causa de una úlcera gástrica. No tenía apetito, llegó a pesar 35 kilos. Perdió su fuerza, se quejaba de dolor y dormía hasta 12 horas diariamente.
Cuando llegó al hospital me dijeron que tal vez no pasaría la noche. Un intenso tratamiento, con transfusiones de sangre, medicinas y una alimentación especial le salvó la vida.
El padecimiento comenzó con falta de interés e inapetencia. Luego con malestares diversos y mucha debilidad, dejadez. Ya anciana no tenía ningún interés por la vida diaria. Descuidó su tienda y a ella que tanto le gusta hablar y platicar, dejó de hacerlo. Realmente era algo muy evidente.
Después supe que es así como se manifiesta la anemia y la crisis gástrica. Mi madre había sido sometida entre 2003 y 2005 a varias operaciones de una pierna, por lo que la úlcera era consecuencia de la ingesta de muchos medicamentos, anestesias, miedos, tensiones y substancias que destruyen la flora intestinal y generaron la úlcera.
Ahora está muy repuesta a sus 88 años.
Ernestina Ascencio, en cambio, nunca estuvo enferma. No se quejaba. Iba al centro de salud con regularidad, se levantaba a las 6 de la mañana, con diligencia pastoreaba a sus borregos y caminaba 8 kilómetros diarios; desayunaba con apetito y ganas, era 15 años más joven que doña Rosario, mi madre.
Julio Inés Ascencio, su hijo, es quien lo dice y así lo sostienen sus hermanos Carmen, Francisco, Martha y Juana. Yo tengo que creerles, por experiencia.
El director del hospital de Río Blanco donde fue atendida Ernestina, el doctor Hugo Zárate Amescua, dijo el 15 de marzo que la indígena tenía perforado el intestino por la introducción de un objeto vía anal y que perdió mucha sangre. La hemorragia le causó la muerte. Además del primer dictamen que decía sobre el golpe en la cabeza y la rotura de costillas. No se sabe si el doctor Zárate y sus colaboradores, que hicieron la primera necropsia todavía trabajan en el hospital. No se sabe cuándo se cambiaron las cosas.
También está bajo sospecha lo que Ernestina declaró antes de morir. Cuando dijo que fue atacada por un grupo de individuos vestidos de soldados, como los que estaban en el paraje donde pastoreaba todos los días. Como consta en las denuncias de los indígenas con mucha antelación al deceso de Ernestina.
Ahora resulta que su palabra, en el lecho de muerte, no es de creer. Eso dice la presidenta del Instituto Nacional de las Mujeres, Rocío García Gaytán porque, «balbuceaba», además Ernestina , dijo la señora García Gaytán, habló en «náhuatl, estaba moribunda, ya no tiene uno fuerza en la voz». Seguramente ella ha visto a muchas personas moribundas. Y lo que haya dicho Ernestina tampoco le importa a la Comisión Nacional de Derechos Humanos, que ahora está por quitarle la chamba a la medicina forense en México.
Lo cierto es que ahora la muerte de Ernestina Ascencio se ha presentado como una muerte natural, que desgraciadamente sucedió ahí, en la zona donde ella pastoreaba y donde tenían el control del paraje miembros del ejército que han hostigado a la comunidad constantemente, según las prolijas informaciones que los indígenas y sus autoridades han hecho hasta la saciedad, desde el 25 de febrero, fecha del asesinato de Ernestina.
Lo que parece cierto, según organizaciones de derechos humanos, grupos de personas, instituciones civiles y las declaraciones de la senadora Rosario Ibarra de Piedra, es que José Luis Soberanes, «defensor del pueblo», no actúa con claridad. Se le pueden contar numerosas actitudes tibias y recomendaciones a medias cuando se trata de integrantes del ejército involucrados en la violación de los derechos humanos. Se desconfía de él.
Y lo más grave, ya se le ha calificado como «conservador y de derecha», con intereses políticos y afinidad con el señor que vive en Los Pinos, bajo sospecha.
Fundar, una ONG que se especializa en analizar presupuestos y gastos, precisó en un estudio que la CNDH ha recibido y multiplicado presupuestos cuantiosos en los últimos años, que el 41 por ciento del dinero es para el personal –mas de mil trabajadores- y que ahí se gana bien y se tienen muy buenas condiciones de trabajo, un lujo pues.
Que Soberanes hasta tiene un cocinero personal, porque tiene un gusto refinado. Me consta.
¡Que vergüenza¡ Los derechos humanos y su defensa en manos de parroquianos de la época de don Porfirio.
Eso me hizo recordar mi contacto personal con la CNDH. Les cuento que para celebrar una reunión de presidentes o procuradores de Derechos Humanos en la Cámara de Diputados, se me dijo que tenían que llegar a hotel 5 estrellas, si no, no venían; con limusina para recogerlos en el aeropuerto, «se lo merecían»; menú cuidado y de lujo, y demás linduras. Y ojo, un programa que los dejara descansar.
Soberanes en 8 años ha creado una elite de «expertos» en Derechos Humanos, con resultados muy dudosos. Por ejemplo, la CNDH bajo su mando fue incapaz de elaborar una segunda recomendación sobre los hechos en Ciudad Juárez, Chihuahua, donde cunde el asesinato de mujeres. Y no pudo, a pesar de las investigaciones y la demanda expresa por parte de la Cámara de Diputados, realizar una investigación y una recomendación sobre los asesinatos de mujeres en todo el país. El feminicidio que cobra hasta 2 mil vidas cada año.
En cambio con un perfil conservador, pero sobre todo patriarcal, se dedicó a hostigar las actividades de una señora que presidió la Comisión Especial de Ciudad Juárez; para ello cuenta con un séquito de abogados pulcrísimos y muy bien presentados, muy eficientes. Desde la CNDH se elaboran muy buenas carpetas de prensa. En pocas palabras ahí todos son lindos y muy serios, pero poco comprometidos, ex priistas y ex seminaristas, se me ocurre, cubren el perfil.
El cúmulo de reclamos puede seguir, al grado que no ha cumplido la CNDH con la Ley de Igualdad entre Hombres y Mujeres que exige de ella el establecimiento de un observatorio que garantice la no discriminación de las mujeres.
Eso, en esa ley, está en manos espurias. Soberanes además de su sospechosa relación subordinada con el señor Felipe Calderón, su sospechosa defensa del Ejército, es misógino y grosero.
En la Cámara de Diputados, un día, por ejemplo, después de que él habló, y que tenían que hablar las diputadas, simplemente se paró de la mesa y se fue.
No tiene emoción, no tiene compromiso, ha usado a la CNDH para comer muy bien, con su cocinero especial, pasearse por las tiendas de Madrid – ahí lo encontré en noviembre- y consentir a un grupo de presidencias estatales o defensorías locales para descalificar a las organizaciones civiles de derechos humanos, u organizaciones oficiales de derechos humanos, con compromiso, como es el caso del Distrito Federal.
También se sabe que controla expedientes, niega su colaboración a otros organismos, y sus visitadores aparecen y desparecen sin dejar huella en caso «conflictivos». Por ejemplo, hay que recordar cómo negó información o escondió el expediente a nuestra compañera Lydia Cacho.
Realmente este señor, nominado por el Senado con poca claridad, debía renunciar o ser renunciado ¡ya¡
* Periodista y feminista mexicana, reportera en los diarios El Día, unomásuno y La Jornada, candidata en 2005 al Premio Nobel Mil Mujeres por la Paz.
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