Eso, claro, no sería ninguna novedad en México. Aquí la mentira es casi un genoma de nuestra raza. Es casi una característica esencial de nuestra cultura, como la tortilla. Es casi una tradición sagrada, como rendirle devoción a la Virgen de Guadalupe, así se declare ateo.
Dígame si miento. En México, el 80 ó 90 por ciento de sus habitantes se declaran católicos. Y, sin embargo, nadamos en corrupción ¿Que mentir y robar no son pecados?
El punto fino es, entonces, averiguar quién miente. Y eso en nuestro país se puede convertir en ardua tarea.
Para muestra un botón. Los hechos: una anciana de 73 años, de nombre Ernestina Ascencio Rosario, indígena nahua, originaria de Tetlacinga, pueblo ubicado en la sierra Zongolica, municipio de Atzompa, Veracruz, falleció el pasado 26 de febrero.
¿De qué murió la señora? Ahí empiezan los problemas. Y es que, aunque usted no lo crea, dictaminar la causa de muerte de una persona en México puede dar lugar a las más contradictorias versiones. Especialmente si los sospechosos son personas con poder.
La comunidad, con base en lo que alcanzó a decir la señora Ernestina antes de morir, cree que murió a consecuencia de la violación que sufriera por parte de, al menos, cuatro militares.
La doctora María Catalina Rodríguez Rosas, adscrita a la Agencia Especializada en Delitos contra la Libertad y Seguridad Sexual y Delitos Contra la Familia, en Orizaba, en un documento dirigido a la agente del Ministerio Público, licenciada María de Lourdes Montes Hernández, refiere el estudio hecho a Ernestina, aún con vida, en términos de: «Paciente grave, con riesgo de muerte… perforación de recto… agresión sexual». (Carmen Aristegui, «Zongolica, los peritajes», Reforma, abril 13).
El doctor Juan Pablo Mendizábal Pérez, de la Delegación de Servicios Periciales de Veracruz, en otro documento cuya copia posee la periodista Aristegui, afirma que las causas de la muerte fueron «traumatismo craneoencefálico, fractura, luxación de vértebras cervicales, anemia aguda». El tipo de muerte se lee: «Mecánica traumática». En la parte intermedia del texto se afirma que en genitales «se apreció líquido seminal en abundancia… desgarro reciente».
La Comisión Nacional de los Derechos Humanos, tras la exhumación del cadáver para una nueva necropsia, emitió un documento en el que señala que doña Ernestina murió de «una anemia aguda por sangrado de tubo digestivo secundario a úlceras gástricas pépticas agudas en una persona que cursaba con una neoplasia hepática maligna y un proceso neumónico en etapa de resolución». Y en distintas entrevistas, el titular de la CNDH ha afirmado categóricamente que Ernestina ni siquiera fue violada.
Sin embargo, Carmen Aristegui, en el artículo ya citado, publica partes medulares de la copia de la necropsia solicitada por la CNDH, cuyo informe es firmado por el perito médico forense Ignacio Gutiérrez Vásquez.
Y se lee: «Razonamiento. Para que exista la presencia de melena (sangre en todo el tracto digestivo) se debe haber efectuado un esfuerzo intenso, por parte de la occisa… presenta datos de despulimiento de mucosa gástrica y pequeñas zonas de ulceraciones en el antro folicular debido al stress a la que haya estado siendo sometida, (aunado todo esto con los desgarros que presenta a nivel de región peri anal y anal)».
Un estudio realizado por especialistas de la UNAM, presentado por la periodista Denise Maerker en su programa Atando Cabos, señala que las dos conclusiones no son contradictorias sino complementarias «cuando se quiere entender adecuadamente el problema a tratar».
En el estudio realizado por Patricia Miranda de la Peña, especialista en gineco-obstetricia, y José Francisco Barragán Riverón, cirujano legista, quienes compararon la información de la autopsia y de la necrocirugía realizadas al cuerpo de doña Ernestina, se apunta que la señora Ernestina falleció «a consecuencia de la anemia aguda producida por sangrado de tubo digestivo alto, al parecer por úlcera de estrés y traumatismo craneoencefálico cervical, aunado a posible ataque sexual… existen elementos físicos para aseverar la penetración violenta y/o traumática por vía anal a la cavidad rectal».
Las autoridades militares, por su parte, han caído en una serie de contradicciones; tantas, que merecieron un artículo completo del periodista Miguel Ángel Granados Chapa («El Ejército se enreda», Reforma, marzo 10).
Total, a mes y medio de que doña Ernestina muriera no hay modo de saber a ciencia cierta –literalmente- de qué murió la señora.
Lo único evidente es que alguien miente. En una de esas Ernestina. Supongo que hay quien cree que las mujeres hasta muertas somos mentirosas.
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07/CL/GG/CV