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La libertad del periodista

Por Cecilia Lavalle*

¿Para dónde mirar cuando el panorama es tan poco esperanzador? ¿De dónde asirse cuando las señales son francamente desalentadoras? Como cada año, el pasado 7 de junio en nuestro país se «celebró» el Día de la Libertad de Expresión. Y, no sé usted, pero la verdad es que encuentro muy pocos motivos para celebrar.

El crimen organizado tiene contra la pared a nuestro país. Y entre las sensibles bajas se encuentra la libertad de expresión. Muchos periodistas han sido asesinados o están desaparecidos por emitir diversas opiniones relacionadas con el narcotráfico o las redes que lo fortalecen desde el poder público o económico.

Según la Federación Latinoamericana de Periodistas (Felap), de 2000 a la fecha han sido asesinados 34 periodistas en nuestro país. De hecho, México es considerado como el segundo lugar más inseguro del mundo para el trabajo periodístico, sólo por debajo de Irak.

El dilema para muchos compañeros y compañeras que cubren la fuente policíaca se encuentra entre informar o sobrevivir. Peor aún. En un país donde la impunidad es moneda corriente no hay fuente segura.

Que nos lo digan quienes investigan a talamontes o a empresas que contaminan mantos freáticos.

Que nos lo digan quienes rastrean las fuentes de financiamiento en campañas políticas.

Que nos lo digan quienes investigan casos de violaciones a los derechos humanos.

Que nos cuenten quienes dieron seguimiento al caso de Ernestina Ascencio, la indígena que antes de morir dijo que la habían violado los soldados y cuyo caso las autoridades cerraron como una muerte por anemia.

Que nos lo cuenten quienes dan seguimiento a la información de los militares que violaron a varias mujeres en Coahuila.

Que nos cuenten quienes dieron seguimiento a la detención arbitraria y encarcelamiento de Lydia Cacho en Puebla.

Que nos cuente la misma Lydia Cacho lo que ha pasado en su vida tras no permitir que los casos de pederastia y las redes de poder que lo encubren fuesen a parar al olvido.

Que nos cuente, en fin, cualquier periodista con un mínimo de responsabilidad social de cuánta libertad de expresión goza.

Ciertamente hay mucha más apertura que hace una década. Pero la corrupción, la impunidad, la ausencia de un Estado de derecho hacen bien su trabajo y producen, al menos, autocensura, cuando no franco hostigamiento, persecución y, hasta ahora, 34 asesinatos.

Por eso preguntaba, ¿a dónde mirar?, ¿de dónde asirse?

La respuesta me la entregó, sin saberlo, el gran periodista Miguel Ángel Sánchez de Armas en su columna semanal Juego de ojos que el 28 de mayo tituló «Manuel Buendía, in memoriam».

«Hace 22 años -empieza su texto- murió asesinado Manuel Buendía Tellezgirón. Aquel 30 de mayo de 1984 fue miércoles.

«…Las fotografías del cadáver desangrado de Buendía en una acera le dieron la vuelta al país y al mundo: en aquel México tal era el fin que aguardaba a los practicantes de un periodismo crítico, analítico y, sobre todo, independiente.

«…Un instante después de la primera oleada de dolor y miedo en el periodismo mexicano se refrendó el compromiso con la libertad. Y conforme pasan los años nuevas generaciones de periodistas encuentran en Manuel Buendía un ejemplo de ética, valentía y rigor profesional y personal, pues Buendía sigue entre nosotros por la sencilla razón de que la esencia del periodismo en el que él creía sigue siendo la misma».

Después de leer estas líneas corrí a buscar un libro que ha me ha dado grandes lecciones muchas veces: «Ejercicio periodístico», de Manuel Buendía.

«…la verdadera libertad periodística no es total y no debe darse fuera del marco de la responsabilidad. La libertad del periodista es como la libertad del soldado en combate. No hay libertad para desertar, para traicionar, para pactar con el enemigo, para aceptar sus sobornos o para pasarse al campo contrario con armas y bagaje.

Sólo hay libertad para decidirse por el camino y la acción que representan el mayor esfuerzo, el riesgo más grande».

Había olvidado que en Buendía siempre encuentro un buen asidero. Hoy, como nunca, lo extraño, aunque no lo conocí.

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* Periodista en Quinta Roo e integrante de la Red Internacional de Periodistas con visión de género.

07/CL/GG

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