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Deben ser los sindicatos instrumentos para la equidad

Por Hypatia Velasco Ramírez

La discriminación de las mujeres en el ámbito sindical constituye una paradoja, pues aún cuando los sindicatos han comenzado, ante la discriminación que sufre las mujeres en el área laboral, a incluir en su agenda de trabajo la lucha por erradicarla, todavía le restan importancia a la discriminación que sufre la población femenina dentro de los sindicatos.

Así lo señala Margarita de la Cruz Jasso del Centro de Investigación Laboral y Asesoría Sindical (Cilas) en el texto ¿Discriminación de los sindicatos?, incluido en el portal misalariomujeres.org

De acuerdo con Cruz Jasso, estas agendas se dirigen principalmente a temas como la segregación ocupacional; acceso a la capacitación oportuna y pertinente para favorecer los ascensos; la protección de la maternidad; y la eliminación de la violencia laboral y el hostigamiento sexual.

No obstante, y aún cuando los sindicatos han reconocido que no debe existir la discriminación en el área de trabajo, han restado importancia a la discriminación que sufren las mujeres en el ámbito sindical, dice Cruz Jasso.

Dicha discriminación, explica, se refleja en la participación de las mujeres en actividades sindicales, pues muchos sindicatos «repiten viejos esquemas de participación en los que las mujeres no se ven reflejadas», por lo que sólo unas cuantas rompen el estereotipo que las relega al plano doméstico y logran vincularse a la actividad político-sindical.

De acuerdo con la composición por sexo de los comités ejecutivos de diferentes sindicatos en 2006, proporcionado por Cilas, de las 32 carteras que hay en el Sindicato de Telefonistas de la República Mexicana, 12 están ocupadas por mujeres; no así en el Sindicato de Trabajadores de la Universidad Nacional Autónoma de México, que del total de 19 carteras sólo 3 corresponde a mujeres.

Del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación de las 70 carteras, 8 pertenecen a mujeres; del Sindicato de Trabajadores Independientes de la Universidad Autónoma Metropolitana, sólo dos de las 11 carteras ocupan personas del sexo femenino; y del Sindicato Único de Trabajadores del Gobierno del Distrito Federal de 39 carteras, sólo 4 son de mujeres.

Asimismo, en la Alianza de Tranviarios, de 120 carteras, únicamente dos son de mujeres; del Sindicato Mexicano de Electricistas, de 26 carteras ninguna corresponde a mujeres; del Sindicato Nacional de Trabajadores del Seguro Social, de 66 carteras, 13 son de mujeres; del Sindicato Independiente Nacional de Trabajadores del Instituto Mexicano de la Radio, de 10 carteras sólo 3 corresponde de mujeres.

Es decir, de 393 carteras sólo 47 son para mujeres y 346 son para hombres.

Por ello, el tema de la presencia de las mujeres en los sindicatos también implica que se aproveche la capacidad y la visión femenina en la conducción sindical a través de incluirlas en los puestos de dirección, dice Cruz Jasso.

No obstante, en la creación de la agenda de género existe una confusión sobre el concepto de equidad de género o políticas de género. Como consecuencia, subraya, «se piensa que la agenda de género es un listado de prestaciones para las trabajadoras, que hay que añadir a la negociación colectiva».

Y «para elaborar dicha agenda se requiere que las sindicalistas más interesadas se preparen teóricamente y analicen y discutan lo que conviene más a su sector. La Agenda de Género no la deben elaborar sólo los hombres o sólo las mujeres»

Las agendas también están dirigidas a tocar temas como la representatividad de las mujeres en los puestos de dirección, en donde se ubica el campo de la representación de las afiliadas en los cuerpos de dirección, los cuales son los Comités Ejecutivos, las Comisiones Autónomas y las Comisiones Negociadoras de los sindicatos, de las federaciones y las centrales nacionales.

Y ante la escasa participación de mujeres en los comités ejecutivos, que es del 12 por ciento, aún es necesario impulsar proyectos, programas y acciones que disminuyan la desigualdad entre mujeres y hombres, y que, al aplicarlos, se establezcan las bases de «una reconstitución de los sindicatos como instrumentos eficaces para la construcción de una sociedad más equilibrada y justa».

Actualmente, según Cruz Jasso, en los grandes sindicatos las mujeres activistas o dirigentes sindicales procuran de manera activa los derechos y prestaciones de las y los trabajadores, además de que dedican el mismo tiempo que los varones para atender asuntos sindicales.

Asimismo, apunta, buscan negociar para resolver los conflictos,
son promotoras y organizadoras y gastan sus propios recursos económicos cuando una iniciativa sindical así lo requiere.

No obstante, continúa Cruz Jasso, si las sindicalistas logran reunirse para intercambiar ideas o problemáticas, para capacitarse, «o se atreven a enarbolar sus derechos específicos», incluyendo su derecho a dirigir los destinos de la organización, enfrentan obstáculos y problemas tales como las descalificaciones.

Además, sus propuestas son ignoradas e incluso se les imponen barreras adicionales tal como negación de permisos o exigencia de estándares de capacitación mayores que a los hombres, para ser candidatas.

Ante este contexto, propone Cruz Jasso, las mujeres deben basar su formación, entre otras cosas, en la creatividad para construir alternativas novedosas, en la disposición al cambio y a la ruptura de estereotipos y en entender el sindicalismo como un proceso social y no como una lucha de facciones.

Finalmente, dice Cruz Jasso, las sindicalistas o las trabajadoras en vías de formar su sindicato deben buscar la solidaridad y el trabajo en equipo: «es urgente despojarnos de los prejuicios inculcados que nos hacen pensar que las mujeres no podemos trabajar unidas en torno a objetivos comunes», concluyó.

07/HVR/GG

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