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La Constitución: un papel

Por Sara Lovera López

México tiene motivos de vergüenza. La promoción y defensa de los derechos humanos es una quimera. El abandono, la indiferencia, y la reiterada violación a los derechos fundamentales se agudizó en el último año, un periodo de desgobierno lamentable.

Un ligero recuento nos muestra hasta qué grado la situación es sombría. Ahí están, al pie de la mina las viudas de Pasta de Conchos, sin justicia; la horrenda andanada contra los trabajadores minero-metalúrgicos, el odio y la persecución al obispo Raúl Vera, la imposición del poder sobre los derechos fundamentales de la periodista Lydia Cacho.

La continua persecución a las y los luchadores en Oaxaca, la represión y la desaparición de quienes denuncian la violación al Estado de derecho; el feminicidio en todo el país que este año cobró ya mil 500 vidas.

Pero hay más mucho más. Es insoportable la libertad de militares que participaron en la violación y tortura contra las mujeres de Castaños, Coahuila, como lo es el cinismo con el que Manuel Espino, al entregar la dirección del PAN, anota en positivo la asociación delictiva para llegar al desafuero de Andrés Manuel López Obrador.

Ahora mismo, en el Senado, las componendas políticas están a punto de anotarse otra andanada, esta vez contra su propia estructura al desconocer el funcionamiento de la Comisión de Derechos Humanos. José Luis Soberanes ha impuesto, hasta donde se sabe, que se ratifiquen los dos puestos que debían estar vacantes. El pretende seguir funcionando con fuero, sin rendir cuentas, ni admitir que se aplique la ley.

Según la información disponible, por encima de esa comisión que preside Rosario Ibarra, será la junta de coordinación política quién defina, por encima de su propia ley. Las dos mujeres que debían ir al consejo de la CNDH, Gabriela Delgado y Pilar Noriega, son negadas y no se discute, a pesar del proceso transparente que se realizó en tiempo y forma. Se trata de una nueva violación al estado de Derecho.

Todo es componenda. Ahora sabemos que las y los panistas estuvieron deteniendo la aprobación de la Ley de Acceso de las Mujeres a una Vida sin Violencia para el Distrito Federal, argumentando que también se violenta a los hombres. Las y los asambleístas de coluden, al no tomar con seriedad este problema, el de la violencia contra las mujeres. A quienes tienen el poder no les importa, a ningún representante, trátese del partido que se trate. Este sistema no protege ni a unos ni a otras y los avances en la capital se querían detener.

Ha quedado claro que la antigua Suprema Corte de Justicia, no es una instancia. Y una se pregunta si quedarán sin justicia la asociación delictuosa de la pederastia en la que participa el Cardenal Rivera; los dueños y dueñas de las escuelas en Oaxaca, la multicitada y anunciada red que denunció la periodista Lydia Cacho.

Se agota la civilización en México. En todos sentidos. Los poderosos duermen a pierna suelta a pesar de la convicción de que se cometió fraude electoral y se erigen autoridades ilegítimas, que a su vez, sin el menor recato y a pesar de las evidencias encubren y protegen las ilegales acciones del ex presidente Vicente Fox.
Mientras que Cetil confirma que en México continúa la tortura y la desaparición forzosa y México ha sido condenado por Amnistía Internacional (AI).

Hoy se cumplen 59 años de la Carta de los Derechos Humanos, donde parecía que la lección del fascismo y el genocidio habían cobrado carta de naturalización durante la segunda guerra mundial. No podemos celebrar tal avance de la humanidad mientras que en las cárceles del norte de México cientos de mujeres están purgando penas sin juicio por la operación del narcotráfico.

Así miles y miles de personas llenan cárceles, deambulan pidiendo justicia. Con motivo de la campaña capitalina de 16 días para eliminar la violencia contra las mujeres, conocimos cómo jueces familiares y penales se asocian con hombres que se niegan a pagar alimentos y reconocer a sus hijos, abandonan a su suerte de decenas de mujeres. Y no pasa nada.

¿Quién puede hacer un balance positivo? o su anuencia positiva. Si a cada tramo, a cada paso, se yergue la imposición del pequeño grupo encumbrado gobernando la vida política y económica de México. Si la administración bajo sospecha desoye a la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, y ya cumplen 14 años las violaciones contra mujeres tzeltales y las indias triquis, según el relato de Soledad Jarquìn, están paralizadas por el miedo.

Nos gobierna el prian. No cabe duda. Ahora se disponen estos señores a ir con todo contra las asociaciones políticas nacionales y los partidos políticos emergentes, en asociaciones poco claras de grupos de interés. ¿Estos señores defenderán los derechos humanos por los que murió el pueblo judío entero hace 60 años? Claro que no.

Y a cambio la inercia, la anomia, la paralización de una gran mayoría de mexicanos y mexicanas, cuyas protestas se atacan, acotan, intimidan y si se puede, persiguen y asesinan.
El cinismo y el desgobierno tienen un límite, el que, por suerte, existe. Se trata de la resistencia de mexicanos y mexicanas que mantienen en alto su dignidad y su convicción. No lo ven ni lo oyen. Así lo hizo Porfirio Díaz, que llenó de sangre nuestros campos, ante su estulticia y ceguera. Debían saberlo los poderosos que se amparan contra la Constitución que nos dio nación tras 10 millones de muertos.

Además, la historia universal está llena de estas desgracias, pero no parece haber nuevos caminos. Me río de la tolerancia que con frecuencia se vuelve socia activa de los dictadores. Ahí está el hostigamiento a los pueblos de Chiapas y de las comunidades en la sierra de Puebla; y ahí está, de sobra, el uso indebido de la milicia que aplica Felipe Calderón, sin cautela ni mesura. El muy cínico.

* Periodista y feminista mexicana, fue reportera en los periódicos El Día, unomásuno, La Jornada y directora del suplemento Doble Jornada, directora fundadora de Comunicación e Información de la Mujer, AC (CIMAC).

07/SLL/CV

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