El gobierno panista, que dice la dirigente nacional del PRI Beatriz Paredes (Saltillo, 1º. de marzo) concentra cada vez más el poder político y centraliza la distribución de los recursos, tiende a constreñir las libertades individuales y el laicismo, es además depredador de los derechos de las mujeres.
La frase en el mes de la mujer, ese que desde 1910 en que se instituyó el Día Internacional de la Mujer es siempre un pretexto para reflexionar, es ahora, en 2008, de exacta definición.
El Partido Acción Nacional (PAN) que se hizo del poder, avanza propiciando el retroceso histórico de las mexicanas en todos los frentes: legislativo, económico, ideológico, social y político.
Apoyado directamente por el partido que dirige Beatriz Poderes, aprovechado de la ignorancia de la izquierda en posiciones de poder, fuerte frente a una sociedad civil debilitada y hambrienta, el camino que ha trazado se dirige a disminuir derechos que las mujeres, en distintas gestas heroicas han arrancado lentamente al poder patriarcal, desde que México se hizo independiente.
Ahora resulta que cómo nunca las agencias gubernamentales hablan de igualdad y transversalidad de género, mientras cocinan, soterrada o abiertamente, nuevos controles, que con una fuerza desproporcionada pretenden nulificar los avances como la despenalización del aborto lograda en el Distrito Federal, borran de sus legislaciones el derecho a interrumpir el embarazo en Morelos, amenazan con días de cárcel a quienes documenten la importancia de esa interrupción, coartando de paso la libertad de expresión.
Y hay otras leyes que vigentes no se cumplen, como la General de Igualdad, puesto que a más de año y medio todavía no existe el órgano vigilante que debiera haberse instituido en la Comisión Nacional de Derechos Humanos, haciendo de la simulación y la palabrería la divisa fundamental de la cuestión legislativa.
En la Cámara de Diputados las comisiones de género (feminicidio, derechos humanos, Centro de Avance de las Mujeres) recayeron en manos conservadoras e inexpertas. Las diputadas mujeres (algunas feministas) están desarticuladas y como el juego de Juan Pirulero, cada quién atiende a su juego. En la Asamblea se ponen en discusión propuestas, lo menos, triviales.
En la cuestión económica, esa que Beatriz Paredes llama concentrada y no federalista, es la medida más científica para sostener mis dichos.
Desde Nueva York, María Eugenia Romero, afirmó que no hemos pasado de etiquetar recursos para necesidades básicas de las mujeres, pero de presupuestos con perspectiva de género, ni hablar. La dirigente civil dice básicas, o sea recursos mínimos para evitar la muerte materna o no dejarla crecer, atender la evolución del cáncer, o asegurar una mínima canasta alimentaria a mujeres embarazadas.
El Instituto Nacional de las Mujeres, desde el sexenio pasado, dirige sus recursos etiquetados principalmente a algunos municipios a modo, sin atender proyectos de las entidades federativas y esos recursos para educar en «género» se controlan, puesto que las o los docentes deben responder, otra vez, a sus intereses político e ideológicos.
Por otro lado los Institutos locales viven al día y no participan realmente como rectores de la política pública, hacen lo que pueden, sobre todo tareas asistenciales o emergentes.
Según la Asociación de Autoridades Locales, A.C se beneficia más a los municipios dirigidos por el PAN, dejando en la inopia a sus socios del PRI y echando migajas a los dirigidos por el PRD, lo que constriñe cualquier acción efectiva para mitigar, por ejemplo, la violencia que reciben las mujeres. Ya sabemos que no estar en el presupuesto, es la prueba más evidente de la indiferencia o la exclusión.
Se juega a reconocer la discriminación femenina, se hacen las más rigurosas estadísticas que sostienen la realidad material de las mujeres, pero en la práctica se nulifican los avances, si como dicen las expertos y los expertas, la Reforma Judicial abre puertas a la tortura que ya ha sido denunciada y es sistemática en los operativos castrenses por todo el país. La impunidad es el rasero de la mayoría de los casos de violencia contra las mujeres, cuando hablamos de ministerios públicos y tribunales judiciales.
Estamos en presencia de graves contradicciones entre unas leyes y otras, si el arraigo o la intervención policíaca sin órdenes judiciales pone en grave riesgo los derechos humanos, y esto ha sido aprobado por el Congreso.
Si sólo se piensa, se reflexiona un poco o se averigua, veremos que la reforma judicial, nulifica en la práctica la tan llevada y traída Ley de Acceso de las Mujeres a una Vida sin Violencia, la gesta más importante de los últimos tiempos, la única legislación hecha desde una intención feminista y liberadora.
Pero lo más grave es que si cómo dicen los expertos nunca como ahora, desde el poder presidencial se centraliza el presupuesto, si este por la fuerza de la costumbre es el dato más evidente de concentración política, y desde el poder presidencial se asigna, redefine dónde y cuanto se distribuye, estamos frente a una conspiración de tal nivel, que la Reforma del Estado, también se convierte en una simulación, porque esta concentración es lo más nocivo para la democracia.
Por ello salen sobrando los escarceos y las denuncias respecto al nulo reparto de poder político para las mujeres, las manipulaciones en listas y propuestas de candidaturas, las violaciones de los partidos políticos a sus propias reglas.
Estos ejemplos, son apenas el borde del tamaño de la operación que está en marcha para nulificar y frenar el progreso de las mujeres en la sociedad.
Habría que hablar del poder patriarcal en el mundo de la academia, como lo que sucede en El Colegio de México con el despido de Adriana Ortiz, por la sola opinión del presidente de esa institución; o bien la descalificación de las funcionarias que se atreven a transgredir levemente algunas reglas o el desprecio de la palabra de miles y miles de ciudadanas, que siguen diagnosticando la discriminación de las mujeres en todos los ámbitos.
Y la paradoja es que nos pensamos en un proceso de avance porque podemos hablar con el funcionariado público, o bien, por el hecho de construir nuevas iniciativas, como esa que apareció en estos días de una Red de Información de las Mujeres Políticas o las noticias que hablan de inaugurar, cada tercer día, observatorios para nuestros derechos, modelos para atención de la violencia de género o la apertura de clínicas de toda clase o programas que complementen la tarea del gobierno.
Es verdad que las mujeres de hoy no somos aquéllas con las que se creó la Internacional de Trabajadoras que dio comienzo a las jornadas del 8 de marzo, es cierto, la ciencia creó los anticonceptivos, los hombres abrieron espacio para ser candidatas y congresistas, siempre y cuando no tengan poder real; es verdad que invadimos los campus universitarios y que trabajamos en todas las actividades.
Tanto como es verdad que somos las mujeres las pobres entre los pobres, las asesinadas por nuestros amados esposos y las que nos llenamos de culpa por «descuidar a nuestros hijos», como reza pomposamente el informe del Consejo Nacional de Población en el día de la familia.
Y bueno, lo que tenemos hoy, indiscutiblemente, es conocimiento de causa, nos falta y urge pluralidad, equilibrio social, decisión civil para alentar y acrecentar «nuestro sonido de furia» y entereza, no para resistir, sino para acumular fuerzas necesarias para evitar que continúe este retroceso.
* Periodista y feminista mexicana, fue reportera en los periódicos El Día, unomásuno, La Jornada y directora del suplemento Doble Jornada, directora fundadora de Comunicación e Información de la Mujer, AC (CIMAC).
08/SLL/CV