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Aquellas pilotos, temibles brujas nocturnas soviéticas

Por Redaccion

El regimiento femenino soviético de pilotos de asalto contribuyó con su hostigamiento en la línea enemiga a la derrota final del fascismo durante la Gran Guerra Patria (1941-1945). Los alemanes las bautizaron como «olas brujas nocturnas», dice el Especial de Prensa Latina, Mujeres del Tercer Milenio.

Corría octubre de 1941 cuando las hordas nazis se acercaban a Moscú. Las jóvenes, con 17 a 22 años, futuras integrantes de la compañía aérea de bombarderos, marchaban al Colegio de Aviación en la ciudad Engels, en el Volga.

Después de un entrenamiento relámpago de casi siete meses, donde nos especializamos en armamento, mecánica de aviones, combate de asalto y bombardeos, fuimos trasladadas al frente, rememoró a Prensa Latina Tatiana Maslennikova.

Tres compañías se crearon, pero el único regimiento que se mantuvo únicamente de mujeres hasta el final de la guerra fue el número 46 (galardonado con el título de Guardia de Taman), de bombarderos ligeros nocturnos.

Peleamos durante tres años en una amplia trayectoria desde Terak hasta Berlín: el regimiento combatió en el Cáucaso, en Kuban, la península de Taman, Crimea, Belarús, Polonia y Alemania, detalló Maslennikova, quien cumplió en enero 85 años.

En los aviones ligeros PO-2 (U-2) la brigada cumplió tareas de destrucción de aeródromos enemigos, cuarteles, estaciones ferroviarias, de comunicaciones, caravanas de vehículos e infiltraciones en la línea de fuego.

Los U-2 eran naves ligeras blindadas, artilladas con 200-250 kilogramos de bombas; no tenían ametralladoras, sólo la piloto llevaba una pistola y la artillera un lanzacohetes, recordó Nadezhda Popova, heroína de la Unión Soviética, durante un encuentro de veteranas, celebrado como de costumbre el 2 de mayo.

El vuelo duraba cerca de una hora, suficiente para llegar hasta el objetivo o la retaguardia enemiga más cercana, disparar las bombas y regresar a casa, comentó la ucraniana y ex comandante de escuadra con un aval de 858 vuelos de combate.

«En una noche de verano hacíamos de cinco a seis salidas, mientras que en invierno las aumentábamos a 10-12. Hay quien pone en duda esa cantidad de vuelos: no puede ser, afirman. Pero les aseguro que es así: Nuestras muchachas más jóvenes tenían 17, otras 18 y hasta 20 años. Todas sin excepción nos hicimos pilotos, y luego asaltadoras y bombarderas».

De dos en dos y hasta cuatro, con las bombas en las rodillas tratábamos de trasladarlas al avión con miedo a que estallaran. Claro que nos fue muy difícil todo eso, pero resistimos, sentenció Popova.

«Nosotras mismas acondicionábamos los aviones, los cargábamos. Trasladamos armamentos al frente y alimentos. Hasta el fin de la guerra nuestro regimiento se mantuvo siendo femenino», relató.

Comentó que «nunca hubo entre nosotras un hombre. Nadie nos ayudó. Nadie voló por nosotras, nadie derribó aviones enemigos ni bombardeó por nosotras. Volábamos sin paracaídas en muchas ocasiones, nos incendiábamos en pleno vuelo, nos derribaban y salíamos de nuevo».

Todas aportamos y con orgullo hemos vivido para seguir rememorando al regimiento femenino: yo me arrodillo ante mis compatriotas con mucho respeto y orgullo por sus hazañas, dijo con lágrimas en las mejillas al recordar a las caídas.

ENTRE EL FUEGO ENEMIGO

El 15 de julio de 1942, los fascistas quebraron la defensa del Ejército soviético entre los ríos Don y Severski Donets. Existió una amenaza real de cerco a las agrupaciones del Frente Sur. Hacia Rostov del Don las fuerzas hitlerianas intentaron sitiar a las tropas, y el 25 de julio de 1942 iniciaron la ofensiva.

La compañía de bombarderas, con el simbólico número 46, desempeñó un papel decisivo en el frente de Stalingrado en 1943, bajo el mando de la experimentada piloto de combate Marina Roskova.

Popova explicó cómo durante las noches hostigaban con intensos bombardeos el terreno enemigo y de día las pilotos más experimentadas salían a la caza de las unidades rezagadas para informar al mando sobre su ubicación.

Esos vuelos eran los más peligrosos, pues en el cielo reinaba una total superioridad de los caza destructores alemanes, naves más veloces con ametralladoras acopladas y armamento más potente, explicó.

La hoja de servicio no contempla estos vuelos como de combate, dijo, aunque existía una posibilidad de morir en ellos más que en los nocturnos. Nuestro avión podía ser derribado por cualquier armamento.

Como tales se consideraban sólo las salidas en los bombarderos con efectivo impacto sobre el objetivo, acción que debía ser confirmada por el otro tripulante (piloto) o las tropas terrestres, agregó.

Muy pronto el mando general cambió su criterio sobre el regimiento hacia el lado positivo, al reconocer la fuerza de nuestros golpes desde el aire contra los enemigos. Demostramos que podíamos combatir no peor e incluso mejor que los hombres, consideró la veterana.

Cada noche nuestros aviones lanzaban bombas sobre los fascistas, en la línea azul, sin dejarlos tranquilos. Precisamente por eso ellos nos bautizaron como «las brujas nocturnas», aseguró Popova.

Una de las pilotos-leyenda y heroína de la Unión Soviética, Raisa Aronova, intituló así uno de sus libros sobre la presencia de las mujeres en la Gran Guerra Patria.

Entre 1942 y 1945 estas heroínas realizaron 24 mil vuelos de combate arrojando en terreno del adversario nazi unas tres mil toneladas de bomba.

De las aguerridas amazonas del aire sobresalieron Irina Serebrova (1008 vuelos), Nina Meklina (980), Elena Zhigulenko (968) y Maria Smirnova (950).

La compañía, condecorada con la Orden de Suvorov, tuvo en sus filas a 23 heroínas de la Unión Soviética (cinco veteranas hoy), dos de Rusia y una de Kazajstán.

De las 115 mujeres que llegaron al frente en 1942, cayeron ese mismo año 24. En total durante la guerra murieron 32 pilotos de asalto, finaliza el Especial de Prensa Latina, Mujeres del Tercer Milenio.

08/GG/CV

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