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Nicaragua: cada día hay más niñas trabajadoras del hogar

Por Sylvia R. Torres

En 2006, el aporte de la niñez a los ingresos totales de sus hogares nicaragüenses se calculó en 12 por ciento, a partir de labores desarrolladas principalmente en el sector informal y agropecuario, lo que implica un crecimiento de 8.51 puntos porcentuales en tan sólo dos años.

La información proviene de una encuesta panel aplicada por la Fundación Internacional para el Desafío Económico Global (FIDEG), por encargo de la Organización no gubernamental internacional Save The Children-Noruega. En Nicaragua, el trabajo infantil está prohibido hasta los 14 años y existen restricciones para los menores de 16 años.

Aunque, según los compromisos internacionales, el tiempo de las niñas y niños debiera ser empleado en estudiar, capacitarse, entretenerse, en Nicaragua la infancia está sustituyendo a las personas adultas, que son las llamadas a proveer los ingresos necesarios para costear las necesidades básicas de las familias.

Sonia Agurto, investigadora del FIDEG, destacó que entre las causas de tal situación está la precariedad que experimentan muchos hogares del campo y la ciudad.

Los resultados del estudio de esta institución provienen de una encuesta panel que presenta altos niveles de certidumbre puesto que, desde 1995, se visitan anualmente los hogares de la muestra. Este enfoque permite registrar los cambios ocurridos al pasar el tiempo, para lograr un análisis representativo de toda la población urbana y rural nicaragüense.

AUMENTA LA INFORMALIDAD LABORAL

La inclusión de niños, niñas y adolescentes en el mercado laboral ocurre tanto en el trabajo no remunerado, como en el asalariado. Entre 2004 y 2006, el porcentaje de niñas y niños que trabajan por cuenta propia subió de 2.9 a 3.4 por ciento, mientras que la mano de obra no remunerada se incrementó de 74 a 75.9 por ciento.

Según la investigación, estas cifras muestran que los negocios familiares dependen, en gran medida, de mano de obra infantil. El único segmento de trabajadores infantiles que disminuyó en el período estudiado es el de asalariados, que pasó de 22.8 por ciento a 20.4.

En este sentido, las investigadoras de FIDEG definen el trabajo infantil como aquel «que priva a los niños de su infancia, su potencial y su dignidad, y que es nocivo para su desarrollo físico y mental. Es decir, es un trabajo que interfiere en su escolarización, privándolo de la oportunidad de ir a la escuela, obligándolo a abandonar prematuramente las aulas, o exigiendo que intente combinar la asistencia a la escuela con largas jornadas de trabajo pesado».

Los niños y niñas trabajadores realizan su actividad en su hogar o en otra vivienda, pero se encontró que un buen número de ellas y ellos, entre los seis y los 14 años de edad, labora en la vía pública, comercializando productos. En la calle, se agrega el riesgo de sufrir maltrato físico, robo y, en algunos casos, abuso sexual.

ACTIVIDADES DOMÉSTICAS

Otras manifestaciones del trabajo infantil están relacionadas con actividades domésticas, como el cuidado de otras niñas o niños, ya sean familiares o ajenos. Una investigación realizada en 2002 por el programa de la OIT encontró que, ante la creciente pérdida de valor del salario de profesionales de clase media bajo o de los obreros, las niñas –principalmente– estaban sustituyendo a las empleadas domésticas en tareas del hogar.

El estudio, realizado con la misma metodología en Centroamérica y República Dominicana, confirmó que casi 65 por ciento de las niñas dedicadas a la actividad reportaba síntomas de estrés, como dolor de cabeza e insomnio, mientras 23 por ciento tenía ganas de llorar «sin motivos».

En 2006, el estudio del FIDEG reporta incremento en la participación infantil en el trabajo doméstico. «Mientras en 2004 el 21 por ciento del trabajo doméstico estaba siendo asumido por la niñez, en 2006 este porcentaje se incrementa a 31.6 por ciento, siendo las niñas a las que se les transfiere en mayores proporciones».

UNA TÍPICA HISTORIA

Una historia de la vida de una niña trabajadora se registra en la edición número cinco de 2002 del boletín Ángel de la Guarda, auspiciado por Save The Children:

«Aprendí a hacer los oficios domésticos, ayudándole a mi mamá.

«He trabajado como (trabajadora infantil) doméstica en casas ajenas (de terceros), pero me ha ido muy mal. También he lavado ropa ajena entre los vecinos, para ganarme algún dinero, y he estado en el cultivo de tabaco».

«A los 13 años, unas tías me llevaron a trabajar a una plantación de tabaco, para ‘despalillar’ (arrancarle la vena a la hoja), pero no aguanté más de seis meses, por razones de salud.

«Me provocaba asco, mareos, debido al mal olor del tabaco curado fumigado», explicó María Jesús. «No sé si es alergia o si es por mi anemia. Me han dicho que me faltan vitaminas».

— ¿Por qué has tenido que trabajar?,

— «Por necesidad, somos 11 hermanos y tenemos que respaldar a mi mamá».

TRABAJO NO VISIBLE, PERO QUE CUENTA

Al igual que el trabajo de las mujeres, el infantil no se contabiliza y, en muchos casos, no se retribuye. Un análisis de género hecho recientemente por Yordana Valenzuela, de la Universidad del Zamorano, para Chemonics/Cuenta del Milenio, Nicaragua, proyectó con cifras el aporte del trabajo frecuentemente tipificado como «ayuda».

Al analizar la distribución por sexo de las actividades de cultivo, la investigadora encontró que las mujeres, niños y niñas de las familias que siembran plátanos, en el municipio de Chinandega, aportan aproximadamente 33 por ciento del total de las actividades agrícolas durante todo el año. De este total, tres por ciento corresponde a niñas y niños.

REDUCIR POBREZA Y TRABAJO INFANTIL

Según el estudio, la correspondencia de que a menores ingresos de los hogares mayor trabajo de la niñez, permite inferir que, entre 2004 y 2006, al agudizarse la crisis económica, se propició un círculo perverso y cruel en la vida de la infancia y de los hogares nicaragüenses con menores recursos.

De esta manera, la mano de obra infantil y los pequeños negocios familiares donde ellos trabajan han servido como mecanismo de ajuste del mercado laboral, que tiene que echar mano a niñas y niños para funcionar con menores costos y sobrevivir.

La relación entre pobreza y trabajo infantil es directamente proporcional. En este sentido, cobra importancia fundamental el desarrollo de iniciativas destinadas a reducir la pobreza, toda vez que si las pequeñas empresas familiares reciben apoyo para mejorar su actividad, dependerían en menor medida de la invisible y no retribuida mano de obra infantil.

Con esto, como señala Maria Ivette Fonseca, de Save The Children-Noruega, «…niñas y niños deberían disfrutar de su niñez y adolescencia en condiciones que les permitan alcanzar su desarrollo como personas e insertarse al mercado laboral cuando les corresponda y en condiciones competitivas».

A su juicio, la sociedad nicaragüense, y especialmente el gobierno, deben invertir en la educación de las niñas, niños y adolescentes para que, en su etapa adulta, puedan desempeñarse en empleos calificados y con ingresos dignos, que rompan la reproducción de la pobreza. Igualmente importante es asegurar que reciban el afecto y la protección necesaria que les otorgan sus derechos como miembros importantes de esta nación.

08/SRT/GG/CV

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