«Si yo fuera víctima de violación…», se titula un trabajo de la investigadora Sarah Tofte, quien recientemente pasó una mañana en el Rape Treatment Center del Santa Monica-UCLA Medical Center, en donde mujeres, niñas, y también hombres y niños son atendidos de emergencia después de haber sido violados sexualmente.
Human Rights Watch distribuyó esta investigación, cuyo texto fue publicado por el periódico Los Ángeles Times.
Sarha Tofte continúa su narración: Investigué con las enfermeras que colectan las evidencias con el que forman el «botiquín de evidencias de violación».
De acuerdo con el Departamento de Justicia, en el reciente reporte del National Crime Victimization Survey, solo el 40 por ciento de los asaltos sexuales son reportados a la policía; mientras otros estudios no gubernamentales señalan que los índices son más bajos en un 10 ó 20 por ciento.
La mayoría de las personas que reportan un caso de violación, son conducidas al hospital para crear dicho botiquín de evidencias. Por los programas de televisión que hablan sobre temas científicos, las víctimas de violación creen que el DNA y otras evidencias del ataque que sufrieron ayudarán a la policía a encontrar y castigar al atacante. «Si eso fuera verdad…», dice Tofte.
El proceso de recolección de evidencias puede llevar hasta cuatro horas. Empieza con una entrevista privada en un cuarto, separado del área de urgencias del hospital. Una consejera o consejero pregunta a la víctima los detalles del ataque. El consejero esta ahí para un subsecuente examen.
Si yo fuera víctima de violación, estaría en el cuarto de examen, me pedirían que me desvistiera, explica la investigadora. Una tira larga de papel sirve para colectar cualquier cosa que cayera de mis ropas o de mi cuerpo y que podría ligarse con el perpetrador del crimen o con la escena del crimen: cabello, alfombra, fábrica de ropa. Esto se colecta cuidadosamente como evidencia.
Me examinarían ginecológicamente en la mesa especial. Mi cuerpo sería escaneado con luz ultravioleta para encontrar indetectable semen o saliva para dar con el DNA del asaltante.
Cuenta la investigadora lo que una enfermera, quien la acompañó en el recorrido para describir el proceso, le contó: una mujer fue despertada en la noche por un intruso. La asaltó sexualmente por horas, la lamió y le besó el cuello. Luego la empujó al baño y le ordenó que se bañara. Mientras ella lo hacía, se protegió el cuello, para que la evidencia no se perdiera.
Lo que seguiría después en la recolección de evidencias es que la enfermera revisaría completo mi cuerpo, dice la investigadora, detectando cada parte que el asaltante tocó. Después tomaría fotografías de los daños físicos, incluidos, moretones, marcas de mordidas, los vasos capilares de los ojos para ver si han evidencias de estrangulamiento. Una cámara ampliaría las imágenes para ver los daños en boca, vagina y ano.
Con increíble cuidado, la enfermera colectaría residuos de mis uñas, combinación de vello púbico y muestras de sangre y orina. Las muestras serían etiquetadas y selladas con sus etiquetas correspondientes. Todo esto se colocaría dentro de un largo sobre blanco y constituyen el botiquín de evidencias de violación.
Si yo fuera una víctima de violación, continúa la investigadora, el oficial de policía del centro me llevaría a mi casa con el botiquín de evidencias. Posiblemente el policía hablaría directamente con el laboratorio para realizar la prueba de ADN que pudiera identificar al asaltante o probar evidencia contra algún sujeto identificado como sospechoso.
EVIDENCIAS EN DESUSO
En el 2004, la ciudadanía californiana votó por abrumadora mayoría por la Propuesta 69, que amplía el número de tipos de delincuentes, cuyo DNA iría a banco de datos local, estatal y nacional.
Pero, la verdad es que después de toda la cuidadosa y meticulosa colección de evidencias de violación, éstas nunca serán abiertas y mucho menos probadas.
El Nacional Institute of Justice estima que por lo menos 400 mil pruebas de evidencias de violación se mantienen sin ser analizadas en estaciones de policía y en laboratorios de crimen a los largo de toda la nación.
Tan solo en la ciudad de Los Ángeles, más de siete mil están refrigeradas detrás de la estación de policía. El County Sheriff’s Departmen tienen su propio atraso, pero el sheriff nunca da a conocer sus números.
Oficiales de la ley se pronuncian en contra del atraso en las investigaciones, pero se dice que necesitan más personal en los laboratorios criminológicos.
El problema es una prioridad. Pero en Los Ángeles sólo Jack Weiss ha insistido para que se incremente la inversión para atender el atraso en las pruebas de evidencias de violación. Este año, el alcalde Antonio Villaraigosa se opuso a la solicitud fundada por parte de LAPD para contratar más personal en el laboratorio de crimen.
Si yo fuera una victima de violación, dice la investigadora, posiblemente nunca sabría si las pruebas de mi violación fueron abiertas. Posiblemente asumiría que el silencio de la policía significa que el laboratorio de crimen no encontró ninguna prueba de DNA, o no identificó a mi asaltante. O que ninguna de las evidencias coincidió con el banco de datos.
En Nueva York, en 2003, el esfuerzo de utilizar las pruebas dejó cerca de dos mil casos exitosamente resueltos.
La mañana en la que visite el Rape Tratment Center, continúa narrando la investigadora, tres mujeres vinieron a reportar que habían sido violadas y solicitaban atención. Consintieron en el extenso proceso de recolección de muestras porque hicieron un pacto con la policía. Dejaremos que nos sea tomada la evidencia, dijeron, y ustedes se aseguran que las evidencias de la violación, sean probadas.
Me hubiera gustado no saber lo que pasará con sus evidencias de prueba de violación, acumuladas en un anaquel, congeladas y no examinadas.
Si yo fuera una víctima de violación, concluye la investigadora Sarah Tofte, esas noticias me devastarían.
08/LPB/GG