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En Sonora minimizan denuncia de estudiante por acoso sexual

Janeth terminó su carrera de Medicina en la Universidad Autónoma de Baja California, pero ante la falta de plazas para realizar el servicio social en la entidad, en febrero pasado viajó a un centro de salud rural en La Sangre, municipio de Tubutama, Sonora, entidad donde rige ya una Ley de Acceso de las mujeres a una vida libre de violencia.

Instalada en el Centro de salud, que habitan las prestadoras de servicio social, algunos hombres empezaron a molestarla tocándola la puerta. «Se me hizo muy peligroso y me cambiaron al otro centro de salud», cuenta.

La Sangre, unto con San Miguel, La Reforma, San Juan, San José, Trincheras, Pitiquito, Sáric, Tubutama, Atil, Oquitoa y Caborca, forman parte, junto con El Sásabe, del corredor que dominan quienes trafican con migrantes que cruzan por el desierto.

Solicitó cambio de plaza y la mandaron a Altar, al noroeste de Sonora, donde el director del Centro de Salud, Dámaso Moreno, empezó a acosarla. «El tipo me decía: es que estás muy guapa y andas muy provocativa, por eso te pasa eso».

Dámaso Moreno no vivía en el Centro, pero tenía llaves y llegaba en cualquier momento, tomando por sorpresa a Janeth. «Una vez, narra, me metí a bañar muy temprano y siempre me cambio ahí, pero esa vez se me olvidó la ropa interior. El baño está enseguida de mi cuarto, y me asomé para ver si no venía nadie y para mala suerte venía el tipo. Me metí al baño y me estuvo tocando la puerta y diciendo: sal así, qué tiene, te presto mi bata para que te tapes, y cosas así».

Criticaba también su físico con comentarios como «la otra pasante está bien ‘chichona’ y tu estás bien plana». Y si ella decía que faltaba dinero en el consultorio para alguna cosa, él contestaba «no tienes porque no quieres» o «¿no quieres mil pesos?».

Sin razón, el doctor permanecía por la tarde en el Centro, sabiendo que ahí vivía Janeth, y le tocaba la puerta de su habitación. No desaprovechaba ocasión para acosarla. «Por ejemplo si yo andaba en la cocina y me agachaba por algo, hacía comentarios. Si colgaba mi ropa interior cuando lavaba, pues igual».

Cierto día le dio un «raite» en su automóvil y le dijo «si yo fuera el presidente municipal, te pusiera departamento». O bien: «¡Ay! vienes pisando mi caja de condones, ten cuidado». Y en otra ocasión en que estaba enferma, le dijo en forma soez: «ponte el termómetro rectal, se siente más rico».

LA DENUNCIA

Janeth decidió poner un alto a su acosador y presentó una queja ante el Jefe de Jurisdicción, doctor Ramiro Laguna, quien se limitó a contestar: «¿No te gustaría tener vacaciones?» «Y ten mucho cuidado con lo que dices porque es muy diferente que sea un poco graciosito y otra que sea libidinoso». Pero ella contestó con firmeza: «No. Eso es acoso sexual».

Luego de la denuncia, aparecieron las represalias «Entre él y la otra pasante me empezaron a atosigar, para todo me echaban la culpa: si salía algo mal en el centro «tú tienes la culpa». Me buscaban los expedientes y me perdían hojas, como que me ponían muchas trampitas, como para que me corrieran».

El Código Penal de Sonora, en su Artículo 212 Bis, define Hostigamiento sexual: «Al que asedie, acose o solicite favores de naturaleza sexual para sí o para un tercero, con la amenaza de causar a la víctima un mal relacionado con las expectativas que pueda tener en el ámbito de una relación, bien sea entre superior o inferior jerárquico, entre iguales o en cualquier circunstancia que los relacione en el campo laboral, docente, doméstico, o cualquier otro, se le impondrá sanción de dos meses a dos años de prisión».

«Si el hostigador fuese servidor público, y utilizase los medios o circunstancias que el encargo le proporcione, además de la pena prevista en el párrafo anterior se le destituirá de su cargo», señala la ley.

Pero en respuesta a su queja, a Janeth le suspendieron los descansos de fines de semana. Fue entonces, un martes a las doce de la noche, cuando se decidió a ir a Mexicali para hablar con el Director de su Facultad, quien le dio su apoyo.

El académico le recomendó que denunciara el hostigamiento ante las instituciones correspondientes en Sonora. Pero no obtuvo la respuesta esperada. «Vine con la doctora Tinoco, el doctor Jiménez y el doctor Castillo, de la Secretaría de Salud, y les platiqué, y no dijeron absolutamente nada», solo le prometieron que «en unos días» irían a investigar. Y temió entonces que las hostilidades se recrudecieran contra ella.

«Me salí casi llorando porque me dio coraje que me dijeran que el acosador tiene mucho tiempo trabajando ahí y nunca habían recibido una queja. Yo les dije: pues yo hasta de pacientes he recibido quejas de que es mañoso».

Le sugirieron cambiarla al Centro de Salud de Tubutama, pero ahí no había dónde alojarse. Habló con la presidenta municipal, Karina García, quien le ofreció vivir con una pareja, lo cual rechazó. «¿Cómo voy a vivir con un don que ni conozco?», dice.

Janeth no confía en que su denuncia prospere y teme por la continuidad de su servicio social «Ya dejé la carta por escrito y, como habló el Director de la Facultad, me ofrecieron vacaciones, pero para nada quiero vacaciones».

Le dijeron que tomara unos días de permiso y el lunes le hablaban a ver si regresaba. «Les contesté que ayer, en lo que fui a Mexicali, gasté como mil 500 pesos, no voy a estar yendo cada tres días a ver qué me dicen».

ZONA PELIGROSA

Aunque considera que Altar es un buen lugar, siente que ya no se puede quedar porque «le va a ir peor como mujer». Espera que impere la razón, aunque dice que las comunidades del rumbo son peligrosas.

Recuerda el caso de una compañera de su universidad a quien le tiraron la puerta a golpes, en la comunidad la Y Griega, de El Desemboque, en la costa. «Haces tres horas en carro para llegar. Es una comunidad cerrada y peligrosa, de machete, drogadictos y narcos», describe.

«Quiero terminar mi año de servicio, finaliza, no me había quejado para terminar bien, ya no quiero problemas, porque si te quejas sales más perjudicada tú que ellos y no sabes para dónde hacerte».

Puso la denuncia por acoso, pero sabe que si la hubieran violado le darían 5 mil pesos de indemnización (si no la matan, en cuyo caso darían a la familia 30 mil) y la cambian de plaza.

08/SNE/GG

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