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Con auxilio de la UNAM, jóvenes y familias se recuperan del Divine

Por Guadalupe Cruz Jaimes

Adolescentes, jóvenes y familias de las víctimas del trágico operativo policíaco que se llevó a cabo el pasado 20 de junio en la discoteca New’s Divine, donde 9 jóvenes y 3 policías fallecieron, reciben atención psicológica, por dos vías: una de ellas es el Programa de intervención en crisis de la Facultad de Psicología de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) y la otra con la organización Tech Palewi.

En entrevista con Cimacnoticias, la psicóloga Angelina Romero Herrera, quien lleva 10 años trabajando en el Programa de intervención en crisis, habló a Cimacnoticias sobre las características del modelo de atención con el cual se atiende aproximadamente 40 personas afectadas por la violencia policíaca que vivieron en el Divine.

–¿En qué consiste el modelo de atención para las adolescentes, jóvenes y familiares afectados por la tragedia del New’s Divine?

— Aplicamos el Programa de intervención en crisis, que en este caso hicimos un enlace con la organización Cauce Ciudadano y la Comisión de Derechos Humanos del Distrito Federal (CDHDF), otras veces nos vamos solitos.

— El modelo de intervención en crisis se diseñó a partir de 1985, cuando ocurrieron los temblores y empezaron a salir las primeras brigadas de la Facultad de Psicología de la UNAM para dar ayuda. Y de ahí se reactiva cada vez que hay desastres, sobre todo de tipo natural. Hemos atendido, por ejemplo, a los familiares de las víctimas del huracán «Paulina», en Acapulco, del huracán «Mitch», en Honduras.

«Pero como los desastres no sólo son naturales sino también de tipo socio-organizativos, hemos tenido que adecuar el modelo a este tipo de cosas. Hay varios niveles en el modelo, uno de ellos es la psicología comunitaria. Acudimos a este tipo de eventos, atendemos a la gente que se acerca a solicitar el servicio, pero también hacemos recorridos a las casas de las personas que fueron afectadas.

«Visitamos las casas de las familias que perdieron algún familiar, porque sabemos que después de un evento traumático, la familia no sigue siendo la misma, entra en crisis, hay una desorganización.

«También se presentan síntomas de estrés agudo y si después de un mes persisten, estamos hablando de síntomas de estrés postraumático que consisten en que las personas no pueden dormir, están irritables, tienen muchas pesadillas sobre el acontecimiento, están muy tensas, se enferman a cada rato y es natural por el acontecimiento.

«Le estamos dando seguimiento a los diferentes casos, se las cita en algún centro o reciben la atención en sus domicilios. En esta ocasión la CDHDF nos abrió un espacio en la Villa, enfrente de la Basílica de Guadalupe.

«Otra manera de atenderlos es con retroalimentación biológica, que consiste en que se les colocan algunos termómetros a los pacientes para que puedan monitorear su temperatura corporal, porque sabemos que ante un acontecimiento estresante las manos y los pies se les ponen fríos.

«Entonces el hecho de que ellos vean que a través de esta técnica pueden ir moderando su temperatura con algunas cosas que les pedimos que hagan de manera muy puntual, eso hace que vayan recuperando la confianza y decir: ‘sí yo puedo seguir’.

«Después de un acontecimiento así, lo que queda es desesperanza, sienten que en sus manos ya no hay nada por hacer, queda una sensación de desvalidez. Entonces con esta técnica lo que queremos es que la gente recobre un poco de esa confianza que le ha sido arrebatada, que vean que en ellos está seguir haciendo cosas para ellos mismos.

«Esto es lo que hacemos cuando atendemos a las personas afectadas de manera directa o de primer nivel, pero también apoyamos a las personas de tercer y cuarto nivel, que son las de ayuda humanitaria y de primer contacto. Con ellos hacemos el desahogo emocional, que consiste en que externen su sentir sobre el acontecimiento si les ha afectado de una u otra manera.

«A los afectados de tercer y cuarto nivel les damos contención emocional porque después de determinado tiempo del suceso pueden desarrollar lo que nosotros llamamos síndrome de Burnout, que significa ‘estar quemado por dentro’. Este síndrome es común en personas como enfermeras o paramédicos, los cuales despersonalizan su trabajo y nombran y tratan a las personas como números o cosas, para separarse emocionalmente de ellos.

«También, como parte del Programa de intervención en crisis, entrenamos gente, porque sabemos que este tipo de acontecimientos se repiten con mucha más frecuencia de la que nos gustaría, y sabemos que muchas veces quedamos rebasados.

«Lo que pretendemos con nuestro modelo es capacitar a otros profesionistas tanto de la salud como gente que se involucra en este tipo de situaciones, como bomberos, policías, periodistas, protección civil y paramédicos. El curso se llama primeros auxilios psicológicos y se les enseña a contener emocionalmente a una persona que entra en crisis.

«Este Programa no está subsidiado por nadie. Ahorita no recibimos apoyo económico ni del gobierno, ni de instituciones, quien nos respalda siempre es la UNAM, pero no siempre costea los gastos de la brigada, hay veces que lo costeamos nosotros de nuestro bolsillo».

Relata la especialista que el equipo de psicólogos, que encabeza Jorge Álvarez, no siempre ha tenido recursos, cuando ocurrió el huracán Isidoro, en Yucatán, a donde pudieron asistir porque la Universidad les dio apoyo.

— ¿Cuántas personas atienden?

— Cada sábado, durante la Caravana Aliavianarte en el barrio, atendemos entre 30 ó 40 personas, durante las 4 horas que estamos aquí.

ENOJO, CORAJE, RESENTIMIENTO

La brigada está integrada por entre 8 y 10 psicólogos de la UNAM y atendemos a niñas, niños, jóvenes y adultos. Habemos personas que nos especializamos más en cierto tipo de atención y así los vamos atendiendo, de acuerdo con la demanda.

— ¿Atienden a algunas de las familias de las y los jóvenes que fallecieron durante el operativo en el Divine?

— Sí, atendemos a algunos familiares directos, como la familia de Leonardo Amador Rivas, de 24 años, quien falleció durante el operativo, a su papá, su mamá y su hermana. Estamos dando este apoyo. El apoyo psicológico lo reciben también algunos visitadores de CDHDF y chavos de Cauce y Marabunta.

— ¿Cómo se sienten las y los jóvenes?

— Tienen mucho coraje, enojo, resentimiento y frustración, dicen que este tipo de cosas no tienen por qué ocurrir: «nos ocurrió a nosotros y fue brutal», dicen.

«Además también tienen coraje, porque a su edad de por sí es difícil conseguir los permisos de los papás para salir a divertirse y cuando lo tienen por acontecimientos como estos las familias les dicen: «te encierro en la casa, ya no te dejo salir».

«Es comprensible el temor por parte de los papás, pero también se exacerba y entonces los chavos dicen que por culpa «de esos fulanos hijos de su tal por cual, si antes no me dejaban salir, pues ahora menos. Y se preguntan: ¿por qué coartaron mi libertad de salirme a bailar, de divertirme?

«Los padres tienen miedo, por la incertidumbre. Y tienen ideas irracionales: si el niño ya se tardó más de 5 minutos en llegar, la señora ya pensó que la patrulla lo levantó y que va a tener que ir por él al Ministerio Público o que ya violaron a la niña, cuando sólo se quedan platicando en la esquina de su casa. En general, hay mucha tensión, estrés, sueños recurrentes sobre el acontecimiento.

— ¿Las jóvenes que denunciaron abuso sexual por parte de los policías requieren terapia especializada, ustedes atienden a alguna de ellas?

— Nosotros no atendemos ninguno de los casos, me parece que los lleva la organización Tech Palewi.

— Y sí, las chicas requieren terapia psicocorporal, forzosamente tienen que haber un enfoque de género para trabajar con estas personas que han sido abusadas sexualmente y se tiene que trabajar no sólo en el hecho si no en las secuelas, físicas y emocionales quedan.

«Después de un abuso sexual las chavas ya no quieren que se les acerquen, no quieren tener contacto sexual, inhiben esa parte del sentir placer, para que lo recobren, para que se les quite la culpa y vergüenza, es necesario que reciban terapia.

— ¿Existe algún número de sesiones o tiempo estimado en que las y los afectados deban recibir atención?

— Depende del caso, pero nosotros partimos de la terapia breve, son 8 sesiones, que se programan cada semana. Cuando son casos muy duros se les llega a dar dos cada semana, pero son igual 8 sesiones. Ahorita trabajamos con este modelo, pero se va moldeando con las necesidades de la gente.

«Sin embargo, estamos viendo cómo va reaccionando la gente y si necesita más tiempo se le puede seguir dando la atención. Es un proceso, se les da un cierre temporal y se van espaciando las sesiones.

«Por ejemplo si los veíamos primero dos veces a la semana, después será sólo una vez, y después una al mes y después fecha de seguimiento, una vez cada tres meses, seis meses, y así para ir siguiendo el proceso.

«Hay casos en los que, además de la terapia psicológica breve, necesitarán un proceso psicológico aparte para que reprocesen todo lo que aconteció. En algunos casos el suceso es la gotita que derramó el vaso y exacerbó muchas otras cosas que ya traían. Y claro cuando ha habido pérdidas humanas necesitan más tiempo.

08/GCJ/GG/CV

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