En mujeres pobres del planeta, al año se registran 76 millones de embarazos no deseados, informa el Banco Mundial en su estudio Conductas relativas a la regulación de la fecundidad y sus costos: Control de la natalidad y embarazos no deseados en África y en Europa oriental y Asia central.
Explica que a pesar de los grandes avances realizados en materia de control de la natalidad en el ámbito mundial, en los países en desarrollo se registran anualmente 51 millones de embarazos no deseados en mujeres que no utilizan medios anticonceptivos y otros 25 millones debido a defectos en los métodos anticonceptivos o a su uso incorrecto por parte de las mujeres.
Este organismo precisa que en 35 países pobres de África, al sur del Sahara y otras regiones (Timor-Leste, Afganistán, Djibouti y Yemen) tienen las tasas de natalidad más altas del mundo (más de cinco hijos por madre) y también se sitúan entre los países con resultados sociales y económicos más deficientes: bajos niveles de educación, altas tasas de mortalidad y pobreza extrema.
Por otra parte, el estudio Conductas relativas a la regulación de la fecundidad y sus costos…señala que muchas mujeres pobres recurren al aborto como un medio de control de la natalidad de última instancia. Cada año, unas 68 mil mujeres mueren como resultado de un aborto practicado en condiciones no adecuadas, mientras que otros 5.3 millones sufren una discapacidad temporaria o permanente por la misma causa.
Los datos también indican que cuando la distancia entre un embarazo y otro es inferior a 15 meses, el riesgo de que la madre fallezca se duplica con creces. Los niños y niñas que nacen tres años después de un nacimiento anterior son más sanos en el momento de nacer y tienen más probabilidades de sobrevivir.
Aunque los embarazos en la adolescencia conllevan un mayor riesgo de complicaciones obstétricas, tales como retención fetal, eclampsia y formación de fístulas, las adolescentes no suelen recibir atención obstétrica o prenatal, por lo cual la probabilidad de que fallezcan durante el parto es dos veces superior a la de las mujeres de más de 20 años.
«Es una tragedia, sencillamente, que tantos lideres de países pobres y donantes de ayuda hayan permitido que los programas de salud reproductiva caigan en el olvido, especialmente en momentos en que las cuestiones de población ocupan un lugar tan preponderante como el cambio climático y las crisis de los alimentos y los combustibles», afirma Joy Phumaphi, vicepresidenta de Desarrollo Humano del Banco Mundial y ex ministra de Salud de Botswana.
«Permitir que la mujer tenga acceso a medios anticonceptivos modernos y medidas de planificación familiar también contribuye a impulsar el crecimiento económico y reduce las altas tasas de natalidad que están profundamente ligadas a la pobreza endémica, las deficiencias en materia de educación y el elevado número de muertes maternas e infantiles».
Phumaphi señala, además, que no se lograrán reducir las tasas de natalidad únicamente a través de mejores programas de salud. La mejor educación de las niñas, la igualdad de oportunidades para la mujer en la sociedad y la disminución del número de hogares que viven por debajo de la línea de pobreza también son parte fundamental de toda estrategia para lograr que las tasas de natalidad disminuyan de manera sostenible.
Los niveles de fecundidad han venido disminuyendo ininterrumpidamente durante los últimos tres decenios, registrándose la declinación más prominente entre 1985 y 1995.
Sin embargo, los niveles de fertilidad, las tendencias y el ritmo de disminución difieren de una región a otra, de un país a otro y dentro de cada país. En todas las regiones, especialmente en África al sur del Sahara, Asia meridional y América Latina y el Caribe, la probabilidad de que las mujeres pobres utilicen los servicios de control de la natalidad y planificación familiar es mucho menor que en el caso de las mujeres que viven en las ciudades y tienen una mejor situación económica.
Por ejemplo, las mujeres más ricas tienen tres veces más probabilidades que las más pobres de contar con un médico o una partera calificada en el momento del parto.
Asia ha registrado la disminución más rápida de las tasas de natalidad y África, al sur del Sahara, la más lenta. Dado que la población de esta región de África crece a un ritmo del 2.5 por ciento al año, en comparación con 1.2 por ciento en América Latina y Asia, la población de África podría duplicarse en el curso de 28 años.
Con todo, se han producido disminuciones importantes tanto en los países menos adelantados como en los países desarrollados. Por ejemplo, en 1970, los resultados de Bangladesh en algunos de los indicadores sociales se situaron entre los peores del mundo y su ingreso fue el más bajo, comparado con el de otros países, mientras que la tasa de fecundidad total ascendía a alrededor de siete hijos por mujer; hoy, esa tasa es de aproximadamente tres hijos.
Las tasas de fecundidad más bajas se registran en Europa, Asia oriental y el Pacifico, donde ascienden a 2.1 hijas o hijos por mujer o se sitúan en niveles inferiores, y las más altas en África al sur del Sahara, con 5.2 hijos por mujer. En Asia central, América Latina y el Caribe, las tasas van de 2.5 a 2.6. Y en Oriente Medio, Norte de África y Asia meridional, se sitúan entre 3.3 y 3.4.
EDUCACIÓN COMO ANTICONCEPTIVO
Este informe del Banco Mundial afirma que las altas tasas de natalidad van estrechamente unidas a una salud frágil, poca o ninguna educación y pobreza persistente.
El análisis de las encuestas demográficas y de salud señala que, en todas las regiones, las mujeres con educación secundaria o superior tienen menos hijas e hijos que las mujeres con educación primaria o sin educación.
«Para reducir las tasas de natalidad en el largo plazo, es tan importante promover la educación de las niñas y las mujeres como promover el control de la natalidad y la planificación familiar, afirma Sadia Chowdhury, coautora del nuevo informe y especialista superior en salud reproductiva e infantil del Banco Mundial.
«La educación se convierte en una especie de anticonceptivo social para la mujer. Hemos observado, una y otra vez, que la educación brinda a la mujer conocimientos que pueden salvar su vida, desarrolla sus aptitudes laborales y esto le permite incorporarse a la fuerza de trabajo y contraer matrimonio a una edad más avanzada, le da la potestad de decidir cuántas hijas e hijos tendrá y en qué momento, y estas son cualidades perdurables que ella también transmitirá a sus hijas».
Chowdhury señala que la posibilidad de recibir educación –aunque sólo sea a nivel de escuela primaria– es una buena variable predictiva de baja fecundidad. Las regiones con la mayor diferencia en términos de fecundidad entre las mujeres con educación secundaria y aquellas sin educación son Asia meridional, África al sur del Sahara y América Latina y el Caribe.
08/LPB/GG