Este miércoles murió un amigo, un compañero comunicador, un poeta: Alejandro Aura.
Lo conocí allí, en Comunicadores para la Democracia, donde coincidimos en reuniones placenteras de charla y reflexión colectiva para incidir en políticas públicas que beneficiaran el trabajo de quienes laboramos en los medios de comunicación.
Lo recuerdo con su sonrisa amplia, grande, tan grande como sus grandes lentes cuadrados; con su cabellera cana ensortijada donde se revolvían enloquecidas las palabras que luego convertiría en poemas, en cuentos.
Mantengo aún en la memoria aquellas tertulias donde devanamos qué Gente sería el Regente en el coyoacanense Hijo del Cuervo, foro-café donde también compartimos decenas de comidas de sushi mientras seguíamos debatiendo las reformas a la ley de medios.
Deambulamos un trecho de la lucha ciudadana, de la inacabada reforma por los derechos laborales de las y los periodistas, por la múltiplemente reformada ley de radio y televisión, por la intocada ley de imprenta.
Nos movía la necesidad de la transparencia en los medios, de la publicidad, del respeto al trabajo de los que no tienen base quienes con un simple ajuste de programación, como decía Alejandro, quedaban fuera del aire.
Junto con Dehesa y Mariví, la periodista María Victoria Llamas quien murió en enero pasado, ellos tres eran los muéganos. Un microgrupo entrañable que se ayudaba y apoyaba, que se procuraba en lo bueno y en lo adverso.
En momentos aciagos de la enfermedad de Mariví cabía la oportunidad de escuchar, al frente del programa LLamas en la Radio, a un Aura encantador, fresco de verbo, ocurrente y suelto. Así lo recuerdo, así lo quiero seguir recordando.
PD. El jueves murió también Víctor Hugo Rascón Banda, otro ser de letras muy cercano al círculo. El hueco de las ausencias empieza a ensancharse.
* Periodista y feminista mexicana.
08/YC/CV
