En un pueblo donde la producción de mango y limón se echa a perder por falta de mercado, las mujeres se han organizado para sostener un centro de acopio de botellas de plástico (PET), un vivero comunitario y la reforestación de áreas degradadas.
Los proyectos, junto con el aprovechamiento de madera para elaborar alebrijes, están ligados a la conservación de la zona en la que se refugia la guacamaya verde, especie en peligro de extinción, el cual les permite iniciar un proyecto de ecoturismo, con cabañas y recorridos guiados en un municipio localizado a 100 kilómetros de Oaxaca, la capital de esta entidad federativa, en la región de la Cañada.
«Al principio todas tenían miedo. Cuando el biólogo Héctor nos invitó nadie quería ser voluntaria», recordó Lucía Linares, principal promotora del proyecto, al «aventarse la bronca» –dice– de ayudar a reforestar en el monte sin recibir apoyo económico.
Satisfecha de que ahora «se ha avanzado mucho y mejor», doña Lucha como la conocen las mujeres que se sumaron al proyecto, presumió que el camino que lleva al lugar donde se observan las guacamayas mejora poco a poco: existen palapas para descansar; hay cabañas, bracero y comal para preparar de comer, explica.
Lucía Linares Jiménez y Silverio Eligio López son fundadores de los proyectos de ecoturismo que se han convertido en una forma obtener ingresos, en un pueblo donde la mayoría de sus habitantes prefiere emigrar por falta de oportunidades.
NO HABÍA NADA, APARENTEMENTE
«En el 2001 don Silverio solicitó a la Comisión Nacional Forestal (Conafor) un ordenamiento territorial en bosques donde en apariencia no había nada y nos encontramos con una sorpresa: de septiembre a enero llegó a descansar una población de guacamayas verdes», relató Héctor Aguilar Reyes, biólogo asesor de la comunidad.
Con el apoyo de la Conafor en los dos años siguientes se trabajó en el estudio y conservación de las guacamayas, en principio se logró contabilizar 86 ejemplares.
A la par se instaló un vivero y un centro de acopio de residuos sólidos, la población consiguió en el año 2005 el Pago por Servicios Ambientales, anualmente reciben 500 mil pesos que han hecho posible la producción de 25 mil plantas que ayudan a reforestar 20 hectáreas al año.
La meta es reforestar 300 hectáreas deforestadas en los próximos 15 años, de las 3 mil 290 con que cuenta ésta agencia municipal, en cuyos montes crecen plantas únicas en la región, conocidas comúnmente como «pata de elefante» o «copalillo» por mencionar
un par de ellas.
«Aquí hay muy poco trabajo, esto (la creación del vivero) fue una gran ayuda para la economía», dice Esther Dolores Pacheco, una mujer de 64 años que una semana de cada mes ayuda en la recolección y siembra de semillas, a cambio, recibe 150 pesos por día, ella es una de las 30 comuneras que de forma escalonada dan vida al vivero.
Los hombres participan en igual proporción pero María Zoila Aquino León, secretaria del Comisariado de Bienes Comunales, hace notar la diferencia:
«El impulso es más de la mujer porque somos más creativas y nos impulsa la necesidad, la mayoría somos mujeres solas con tres o cinco hijos en promedio que mantener», explica.
Lilia Astillero Osorio, presidenta de Residuos Sólidos, junto con la tesorera del Centro de Acopio, María López Nicolás, son dos mujeres que ven reflejado su trabajo en un beneficio colectivo para la comunidad: disminución considerable en la cantidad de basura que aquí se genera.
Ambas, dedican un día de la semana, de preferencia por la tarde, para recolectar los residuos orgánicos e inorgánicos que se depositan en los 32 contenedores que han colocado en las calles de ésta población, carentes de pavimento.
Los desechos orgánicos sirven para elaborar composta que se aprovecha en el vivero y los otros, como las botellas de plástico se recolectan en un centro de acopio donde se proyecta también exhibir ejemplares de iguana verde.
En los próximos días venderán la primera remesa de botellas de plástico (PET). No saben aún el volumen de éstos residuos acumulados, pero de llegar a juntar una tonelada recibirán mil pesos a cambio.
BENEFICIO COLECTIVO
No representa nada pero es un beneficio colectivo, no quiere decir que el problema de la basura éste resuelto. La gente apenas está creando conciencia», explicó Lilia Astillero, cuyo esposo migró a Estados Unidos hace 10 años.
Recientemente Lilia fue a conocer una fábrica que recicla el vidrio en Tehuacán, Puebla, y quisiera que en ésta comunidad existiera una similar o por lo menos nuevos proyectos para reciclar papel y permitir a las mujeres obtener sus propios ingresos, dejar de depender así de lo poco que puedan darles sus esposos, en el caso de quienes tienen uno, ya que en esta comunidad la mayoría son mujeres solas.
08/NAD/CV