Abandonadas por sus esposos, ya sea porque fallecieron por alguna enfermedad o viven lejos de este municipio, aquí las mujeres sobreviven «de a poco y con poco».
Con 800 habitantes, la comunidad de San Pedro se localiza en la región de La Cañada, a una altura de 2 mil 40 metros sobre el nivel del mar, en la región Mixteca del estado de Oaxaca.
Cuando a Juana López, habitante de este lugar, se le pregunta qué hace para subsistir y mantener a los tres hijos que todavía viven con ella, relata.
«Yo no tengo nada, ando trabajando en el campo, siembro frijol, maíz o trigo en tierras de otro, me voy a cortar palma y en tres horas tejo un soplador (artesanía que sirve para avivar la lumbre del fogón) pero me lo pagan a uno o dos pesos».
A sus 47 años Juana tiene la piel reseca, escamada, los dedos de sus manos están maltratados de tanto tejer tiras de palma (Brahea dulces) con ellos hace sombreros, por cada uno le pagarán un poco más de tres pesos, también elabora tenates para guardar tortillas de maíz, por cada uno recibirá cinco pesos.
«Aquí somos aguantadoras, sino, cómo le hacemos para criar a nuestros hijos», dice Juana.
Ella tuvo seis hijos. Samuel, el mayor, se fue hace seis años cuando ingresó al Ejército, no ha vuelto a tener noticias de él. Otro, Heladio, trabaja en el vecino estado de Puebla. Y Carmela se casó. Por eso, todavía le falta mantener a otros tres.
Su esposo no vive con Juana, la abandonó «por irse de borrachito», comenta.
Sofía es otra mujer, habitante de San Pedro, que vive junto con su hija Guadalupe y su madre Florentina del cultivo de una parcela que le pertenece a su hermano, quien vive en Tehuacán, Puebla.
Sin tierras porque su marido era pobre, Sofía arranca hierba en las parcelas ajenas o cosecha frijol a cambio de 50 pesos por nueve o diez horas de trabajo.
Mientras arranca la hierba que rodea unas pequeñas milpas dice que este año espera cosechar las mazorcas que cabrán en menos de seis costales, siempre y cuando las lluvias sean buenas porque aquí la agricultura es de temporal y la cosecha no está segura.
TRABAJAMOS Y NO SABEMOS PARA QUIEN
Al hablar de su pueblo, el presidente de Bienes Comunales, Fausto García Gaytán, destaca la labor artesanal «mal comercializada» que realizan la población de San Pedro Jocotipac con la palma que crece en la región, entre bosques de encino y selva baja caducifolia.
Trabajamos pero no sabemos para quién, lamenta.
«Por un sombrero nos pagan dos pesos con 50 centavos. Una familia elabora tres sombreros al día cuando el kilo de maíz cuesta 4 pesos, el kilo de trigo 5 pesos. ¿Qué hacemos para poder comer?», se pregunta.
La conservación de suelos y la reforestación para la preservación de la guacamaya verde podría convertirse en una opción para los habitantes de este municipio, al que se llega por una brecha de 32 kilómetros de terracería, cerca de la cabecera distrital de Cuicatlán, en la región de la Cañada.
A principios de 2008, las y los comuneros rehabilitaron 300 hectáreas de suelos erosionados por la falta de cobertura vegetal. La Comisión Nacional Forestal (Conafor) autorizó 424 mil pesos que sirvieron para pagar cien pesos por día a quienes ayudaban.
«Nos sirvió mucho el recurso, se les pagó cien pesos a cada uno de ellos. Se sintieron en la gloria», dice Fausto García para destacar las dificultades que se enfrentan para obtener ingresos.
CONAFOR LES DEBE PARTE DEL APOYO
Un grupo de mujeres que participó en esas acciones asegura que Conafor tiene pendiente por liberar 30 por ciento de esos recursos, los cuales incluyeron la construcción de 50 kilómetros de brecha cortafuego.
«Por persona trabajamos como seis semanas, pero falta que nos paguen una», explica a manera de calculo una mujer de mediana estatura, quien al igual que muchas otras sostiene bajo su brazo un manojo de palma seca que teje en «cada que puede» en cualquier momento.
En una visita que realizó con medios de comunicación para dar a conocer las acciones realizadas por comunidades de la Cañada para conservar la guacamaya verde, el gerente regional de la Conafor, Salvador Anta Fonseca aseguró que en los próximos días se liberarán los recursos faltantes.
Mencionó, además, la posibilidad de que se apruebe la entrega de 500 mil pesos anuales por concepto de Pago por Servicios Ambientales por la conservación del hábitat donde se alimenta y reproduce la guacamaya verde, ya que las zonas aledañas al asentamiento humano de ésta comunidad ha sido objeto de una profunda deforestación y erosión debido a la ampliación de la frontera agrícola y la extracción de leña para autoconsumo familiar.
GENERAR INGRESOS
En ese sentido, la bióloga y asesora de la comunidad, Gladis Reyes, detalla que al noreste de ésta población se encuentra la zona conocida como Cañón «El Sabino», área de reproducción de la colonia de guacamayas verdes (Ara militaris) que habita en la Cañada oaxaqueña en un área de 700 kilómetros y que durante el se desplazan en 20 kilómetros.
Por ello, la guacamaya utiliza zonas que no han sido perturbadas y en sitios bien conservados, explica.
Eufemia Mendoza Santiago ve con esperanza que la conservación de los recursos naturales de su pueblo se convierta en una opción para generar ingresos, pues el principal medio de subsistencia de las mujeres –la elaboración de las artesanías de palma– es cada vez es menos valorada.
«El pueblo es pobre, por eso salimos para trabajar en el servicio doméstico a otros lugares. Aquí somos más mujeres que hombres y hay muchas que son solteras. Los hombres se van o se mueren y nosotros nos quedamos sufriendo con los hijos», explica.
Sin resignación Eufemia, asegura, que espera que en su comunidad las cosas empiecen por fin a cambiar.
08/NA/CV
