Al sur de Quintana Roo, México, entidad reconocida en el mundo como la turística Riviera Maya, habitan comunidades mayas que enfrentan lo que organizaciones no gubernamentales, como Aprendiendo a Vivir, llaman la «ruralización» del VIH.
Ahí, la pobreza la que expulsa de sus comunidades a los varones, quienes contraen el virus y al regresar, lo transmiten a sus compañeras. Una mezcla de tradiciones y religión, moral y valores, les impide a estas mujeres proteger su salud y ejercer así, un derecho. Un fenómeno trágicamente similar al que ocurre más al sur, en la cercana Guatemala y en Honduras.
Sólo que en el caso de Quintana Roo se mezcla un factor adicional: el turismo. La industria sin chimeneas, base económica del más de millón de pobladores que lo habitan, tiene sus propios impactos en las comunidades rurales, pero también en las urbanas, en donde las mujeres jóvenes, otra vez, son las que juegan el peor rol.
El problema en los municipios de Felipe Carrillo Puerto, José María Morelos (al sur) o Lázaro Cárdenas (al norte del estado) es que los hombres mayas salen a Cancún y Riviera Maya a trabajar.
Ahí, la dinámica de ambas ciudades turísticas les empuja a tratar de imitar la diversión de quienes van de vacaciones: jóvenes norteamericanos que en una sola noche gastan en bebidas los dólares que traen, se «ligan» a jóvenes rubias y tienen sexo, incluso en las pistas de baile o en las barras de bares y discotecas.
Pero los jóvenes mayas no van de vacaciones ni tienen los recursos para seguir ese paso, así que suelen tener prácticas de riesgo con trabajadoras sexuales o con otros hombres, en forma emergente. Luego de semanas o meses vuelven a la comunidad, pero tal vez ya viven con el VIH.
Sin embargo, lo que pasa con las y los jóvenes de Cancún, estudiados, inmersos en una dinámica urbana, no es muy diferente, con excepción de algunas variables.
Lorena Coello Martínez, lo explicaba minutos antes de la clausura de actividades de la Aldea Global, en el marco de la XVII Conferencia Internacional sobre SIDA.
Al término de su presentación en uno de los salones de sesiones, la joven activista habló de la influencia que tienen esas imágenes del «gringo congiéndose a la güera» cerveza en mano, en el ánimo de la juventud cancunense.
«Los quieren imitar. Imagínate. Los chavos tienen una carencia impresionante de información, sobre todo en materia sexual. Además, al ser una ciudad con una población flotante (que va y viene), pues no hay identidad ni arraigo, los horarios de madres y padres son complicados y pasan poco tiempo con sus hijos, así que tampoco les dan muchas herramientas.
«Entonces ¿qué es lo que pasa? Que ellos, que están en la edad en que quieren experimentar y conocer, sujetos a un bombardeo constante de sexo, ven eso y lo quieren hacer. El problema es que no se protegen, porque dicen que no se siente igual», explica.
CHISPAS PARA LA JUVENTUD
Para Coello Martínez, también becaria del programa Go-Joven, lo más grave es que el fenómeno no está siendo atendido de manera institucional, como tampoco se da seguimiento a profundidad a los aspectos que integran la sexualidad de los 46 mil 800 adolescentes y jóvenes de 15 a 19 años que habitan la ciudad.
Por eso es que nació el Chispas, que es el Centro Humanista Integral de la Sexualidad para Adolescentes y Jóvenes, que surge por iniciativa de Diana Ibarra, su actual directora, para responder a la carencia de información sobre salud sexual y reproductiva en esta población.
«Como todo el recurso se va hacia el impulso del turismo y nada qué ver con la salud, hay escasez de espacios para jóvenes, de información y pertenencia, y ello ha conducido a que los jóvenes se refugien en las drogas o a que crezca la tasa de suicidios en adolescentes. Por eso Chispas es un sitio para tener información científica, laica y veraz sobre la sexualidad, en donde hay también un acompañamiento», abunda Lorena.
El diagnóstico previo a su surgimiento, reveló que existe inequidad de género, diferencias culturales, alto número de embarazos tempranos –muchos de ellos no deseados–, alto índice de deserción escolar y el desconocimiento total de los derechos sexuales y humanos por parte de la juventud de esta ciudad.
Ya fundado y en operación desde febrero del 2006, el reporte de los servicios de consejería que da el Centro indica que entre las mayores preocupaciones manifestadas por los 16 mil 147 usuarios están: riesgo al embarazo, derechos sexuales, orientación sexual, autoestima y, últimamente, violencia en el noviazgo.
«Como que ya está subiendo el interés por los riesgos a las Infecciones de Transmisión Sexual, especialmente del VIH/SIDA, pero hay resistencia todavía a usar el condón, principalmente por parte de los chavos. Lo que parece ser el lema de ellos es ‘es que con condón no siento nada’, ‘es que no se siente igual’, ‘es que si me amas, vamos a hacerlo sin condón’… con eso chantajean a las chavas. ¡Ah!, y luego hasta les alegan que son alérgicos al látex», narra.
Estudiante de psicología, indica que ese tipo de coacciones están consideradas como violencia psicológica, de acuerdo con la Ley General de Acceso de las Mujeres a una Vida Libre de Violencia.
Sin embargo, también se dan casos en que la violencia entre novios va más allá.
«Sí, puede llegar a darse la violación sexual en el noviazgo y ahí tampoco hay margen para que las chavas negocien el uso del condón… ni el femenino, por eso es importante que ellas conozcan sus derechos y los ejerzan, que no caigan en esos chantajes y, en general, que las y los jóvenes se protejan, porque esto del SIDA está muy cañón y no reconoce ni fronteras, religiones, estudios universitarios, creencias… nada», concluye.
08/AV/GG