Antes eran los caciques locales, los policías o los militares. Ahora son los Zetas, brazo armado de cárteles de la droga mexicana, los que entran a los bares a robarse a las trabajadoras sexuales, se las llevan, las someten sexualmente y las devuelven, sin que las autoridades muevan un sólo dedo para aplicar la ley.
En esta situación, reportada principalmente al norte del país, aumenta la vulnerabilidad de las mujeres, no sólo en cuanto a su seguridad física, sino en términos de salud, pues en tal escenario, el margen de negociación para protegerse mediante el uso del condón de alguna infección de transmisión sexual (ITS), como el VIH/SIDA.
Organizaciones que atienden a poblaciones más expuestas al VIH en Coahuila, denunciaron en el marco de la Conferencia Internacional sobre el VIH/SIDA, la intromisión del crimen organizado en el trabajo sexual.
«Hoy tenemos un nuevo problema, que consiste en que los grupos armados se están filtrando al trabajo sexual. Tenemos denuncias de mujeres que están llegando a decirnos que se las roban.
«Llegan, amenazan a los dueños de los bares, nos ‘entregan como carne de res y nos desaparecen tres días. Vamos sentadas arriba de metralletas. Bombas. Hacen con nosotras lo que se les pega la chingada gana y luego nos liberan’. Eso es lo que nos dicen», afirmó la directora de una antigua organización que labora con poblaciones más expuestas en Coahuila, cuyo nombre se reserva por seguridad.
«Bajo estas condiciones, obviamente se da un estado de inequidad, en el que está su vida en juego, entonces ni siquiera les van a exigir un condón. Si la trabajadora se asumiera como tal, quizá habría una posibilidad de negociación, pero como ella es la puta…», dijo al tiempo en que agregó que las autoridades locales omiten actuar, debido a sus propios prejuicios institucionales.
Entrevistada dentro de uno de los salones de sesiones ubicado dentro de la Aldea Global –espacio paralelo en donde se desarrolla la cumbre sobre el SIDA– indicó que los propietarios de los bares se ven forzados a entregar a sus empleadas por la presión que ejercen sobre ellos, grupos que identificó como los Zetas, de acuerdo con los testimonios de las chicas que han llegado a solicitarles ayuda.
«En términos de trabajo sexual, ahora son estos personajes, los Zetas, la principal amenaza de estas mujeres. En el pasado, nuestros enemigos a vencer eran los policías municipales, los empleados de sanidad, el Ejército, porque iban y revisaban a las muchachas, les metían en dedo en las vaginas, les rompían los calzones, se las llevaban…toda una serie de atropellos.
«La lucha se dio también en contra de los dueños de los bares, porque piden cuotas para dejar que las chavitas hagan servicio sexual, pues esa labor no está reconocida como tal y las mujeres están dadas de alta como meseras o cualquier otra cosa», expresó.
La activista subrayó que el avance e infiltración del crimen organizado en todas las instituciones del Estado es tal, que ya no se distingue quién es narcotraficante y quién es autoridad municipal.
«Incluso en el norte se están dando una serie de asesinatos de gente, a quienes les dejan recados que dicen ‘por hacer cosas como si fueras Zeta. De veras, no te estoy engañando», sostuvo.
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