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Me quedan a deber

Por Cecilia Lavalle*

Y no es que yo esperara la octava maravilla. Pero, sí, esperaba más. No porque yo sea muy ambiciosa. No hay mucho espacio para serlo. Ni tampoco es que sea ilusa. En este momento, a duras penas se defiende el optimismo. Lo que sucede es que a mí me enseñaron que a grandes males, grandes remedios. Por eso me quedaron a deber.

El jueves se llevó a cabo una reunión de altísimo nivel político como respuesta a la ola de hartazgo que recorre la nación por los niveles de inseguridad pública; concretamente por la ola de secuestros que se registra en México. De hecho, el leitmotiv fue el secuestro y asesinato de Fernando Martí, joven de 14 años, hijo de un próspero empresario de nuestro país.

La escenografía les quedó bien bonita. Ni qué decir. Sobria, elegante. La verdad es que parecía que algo muy importante, realmente trascendente, estaba por suceder.

De la concurrencia tampoco hay nada que objetar. El elenco estaba completísimo. Toda la gente políticamente importante del país estaba ahí. Felipe Calderón, secretarios de Estado, líderes del Senado y de la Cámara de Diputados, gobernadores, ministros de la Suprema Corte de Justicia, empresarios. Incluso representantes de la ciudadanía que, aunque casi siempre son sentados en las gradas, ahora ocupaban lugares de honor.

Se reunieron para suscribir lo que llamaron Acuerdo Nacional por la Seguridad, la Justicia y la Legalidad.

Y a mí desde el nombre me empezaron a quedar a deber. Porque un acuerdo implica el sometimiento voluntario de las partes a los elementos de la negociación. Y me parece que hace rato que el horno no está para acuerdos amables y buenas intenciones.
Pero sí. Todo parece indicar que para mis autoridades el horno sí tiene madera para buenas intenciones.

En seis meses los gobiernos federal y estatal articularán una estrategia nacional contra el secuestro. ¿Necesitan seis meses para definir el ABC que se requiere para frenar los secuestros? ¿A estas alturas no lo saben? ¿Diecisiete secuestros al día y las autoridades necesitan seis meses para ver cómo le van a hacer para evitarlos?

Construir en dos años penales de máxima seguridad con módulos especiales para secuestradores. ¿Tener módulos distintos según la especialidad del delincuente de qué le sirve a la sociedad? ¿Con eso se eliminará la corrupción e impunidad que permite que los delincuentes presos sigan operando vía celular? ¿Evitará eso que se escapen? ¿Por qué, entonces, no poner en módulos distintos a violadores, asesinos, ladrones? ¿Y qué hacemos con los que diversifican su actividad?

Depurar a los policías de los tres órdenes de gobierno y crear un modelo nacional de evaluación y control de confianza en un año. ¿Depurar quiere decir meter a la cárcel a policías corruptos? Porque si no quiere decir eso, podemos pasar al siguiente punto.

Los estados del país se comprometen a mejorar los procesos de selección de elementos y mandos. ¿Qué quiere decir exactamente «se comprometen»?, ¿son como los compromisos de sus campañas políticas?, ¿qué sucederá si su compromiso está muy comprometido con el crimen organizado?

En seis meses, estrategia nacional contra el narcomenudeo. ¿Pues no que ya estábamos en eso y que, dígase lo que se diga y parezca lo que parezca, vamos ganando?

Yo no encontré en ese Acuerdo el ABC de cómo le van a hacer para terminar con la impunidad. El ABC de cómo le van a hacer para terminar con la corrupción en todos los niveles de autoridad, empezando por los aparatos de procuración y administración de justicia.

El ABC de cómo piensan enfrentar al crimen organizado en todas sus vertientes, porque se ha dicho hasta el cansancio que el tráfico de drogas, armas, personas y el secuestro son todas sucursales de la misma sede. Es más, no encontré una línea respecto a las sanciones que se aplicarán si alguien incumple su parte del Acuerdo.

En resumen, el Acuerdo me parece una maravilla, pero para el México de hace 15 años. Es como si el enfermo estuviera en terapia intensiva y ahogándose, y el personal médico a su cargo hubiera decidido darle respiración de boca a boca, ponerle unas curitas para detener la hemorragia, mientras toma distancia y diseña una estrategia para evitar que se muera.

Yo suscribo las palabras del señor Alejandro Martí: «Señores, si piensan que es imposible hacerlo, si no pueden, renuncien». Dicho de otro modo, si no son capaces de abrir el pecho del enfermo y hacer una cirugía mayor, renuncien. ¿Firmamos un Acuerdo en ese sentido? ¡100 días, y si no hay resultados tangibles se van! ¿Firmamos?

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* Periodista y feminista mexicana en Cancún Quintana Roo, integrante de la Red Internacional de Periodistas con Visión de Género.

08/CL/GG/CV

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