Inicio Detrás de periodistas bajo amenaza hay tragedia familiar y falsa democracia

Detrás de periodistas bajo amenaza hay tragedia familiar y falsa democracia

Por Guadalupe Cruz Jaimes

Con el arribo de los violentos, viene la confrontación y nuestra agenda empezó a cambiar. A finales de los ochenta empezamos a saber de grupos armados y a medida que fue creciendo el conflicto llegaron cosas más fuertes y tuvimos que contarlas a nuestros oyentes, hasta que un buen día nosotros no sólo éramos los que contábamos las historias sino también éramos víctimas como lo fueron el campesinado, los ganaderos y comerciantes.

Así describe Carmen Rosa Pabón, comunicadora radiofónica con 26 años de experiencia, la situación de su ciudad, Arauca, y de su país, Colombaia, que vive la militarización y los secuestros, durante una entrevista con Cimacnoticias, en su reciente visita a México.

Pabón ha contado la historia de las víctimas de la zona de conflicto durante más de una década, a través de los micrófonos de Radio Caracol y en su programa La Voz de Cinaruco, por lo cual se hizo acreedora al premio «Orlando Sierra al Coraje de un periodista». Pero su valía y entrega también la colocó en una situación de riesgo que la obligó a abandonar su ciudad, familia y trabajo por varios meses.

Carmen Rosa Pabón ha estado durante 26 años detrás de los micrófonos, y desde finales de los ochenta, cuando un clima de violencia se desató en su «querida» Arauca, les hizo cambiar sus agendas informativas, pues las y los periodistas de la región se colocaron en la mira «de los de izquierda, derecha y también de las fuerzas de Estado», por contar historias, señaló a Cimacnoticias la comunicadora colombiana.

LAS Y LOS PERIODISTAS EN COLOMBIA

— ¿A qué se enfrentan las y los periodistas en Arauca para ejercer el periodismo?

— Hago radio hace 26 años, durante este tiempo he sido testigo de cambios que ha vivido mi región, el departamento de Arauca, es una población colombiana, limita con Venezuela al nororiente colombiano, nos separa sólo el Río Arauca.

«Es una población pequeña de 100 mil habitantes en la capital y en el departamento son 350 mil habitantes es una región ganadera y agrícola en la que en los años ochentas se descubrieron yacimientos de petróleo. Con el hidrocarburo no sólo llegó el desarrollo y la riqueza, sino también la disputa de los violentos por las riquezas que llegaban, producto de las regalías del petróleo.

«Con el arribo de los violentos, vino la confrontación y nuestra agenda empezó a cambiar. A finales de los ochenta empezamos a saber de grupos armados y a medida que fue creciendo el conflicto llegaron cosas más fuertes y tuvimos que contarlas a nuestros oyentes, hasta que un buen día nosotros no sólo éramos los que contábamos las historias sino también éramos víctimas como lo fueron los campesinos, los ganaderos, los comerciantes.

— ¿Esta zona también está permeada por el narcotráfico?

— Es que la guerrilla en algunas regiones como la nuestra ha caído en el narcotráfico, en los cultivos ilícitos. La guerrilla está unida en una de las organizaciones que operan al margen de la ley en Arauca.

— ¿La agresiones que has sufrido por tu labor periodística, han sido mayores o de distinta clase a las que han experimentado tus compañeros hombres?

— En mi departamento hay mujeres haciendo periodismo que no han sufrido amenazas, pienso que lo que me puso en la mira es por la información, el tema que yo cubría. Además, la emisora para la que trabajaba y trabajo actualmente tiene cobertura departamental, por lo que mi mensaje llegaba a donde otras no.

«Nuestra transmisión era tan importante para que los secuestrados escucharan los mensajes que nos daban las familias, como para los captores que también me escuchaban, es más según los testimonios de mucha gente, el noticiero nuestro era una religión para ellos y ahí empezaron los problemas y los calificativos muy fuertes.

«Cuando, a través de la Voz de Cinaruco, se oían las voces rechazando el secuestro diciendo que eso era un delito, pues lógico que no les iba a gustar.

«Pero los problemas nuestros no sólo son con los grupos de izquierda sino también cuando llegaron los de derecha a la lucha territorial a disputarse el territorio con los otros, también volvieron sus ojos hacia los medios de comunicación: sacaron comunicados, advertencias y ahí estaban las y los periodistas.

«Por si fuera poco, en este conflicto las comunicadoras y comunicadores tienen la incomprensión de las fuerzas del Estado porque cuando hay un conflicto, cada uno se cree con una verdad y la manipula. Eran partes de guerra, entonces la información que entregaban las autoridades no iba a coincidir nunca con la de los grupos subversivos.

«Como periodistas teníamos que estar fuera de esa discusión, porque no era el número de muertos los que nos interesaban sino quiénes eran, qué hacían, qué había pasado con ellos y cuál era la región que estaba siendo más afectada y por qué».

— ¿Las amenazas llegaron por igual para mujeres y hombres?

– Sí, dentro del grupo de periodistas que en abril de 2003 salimos de Arauca para Bogotá, donde permanecimos 4 meses, las amenazas llegaron por igual. Inicialmente éramos 16 periodistas, algunos después no quisieron reconocer las agresiones y quedamos 12, entre los que estaba otra mujer, su nombre es Martha Guerrero. Al regreso muchos se fueron de la ciudad, cambiaron de profesión y unos más regresamos al periodismo».

RIESGO Y SUEÑOS

– ¿Qué marca la permanencia de una periodista a pesar de los riesgos?

— Pienso que el retorno o la permanencia de un periodista a pesar de la situación de riesgo es que las y los periodistas también somos seres humanos con carencias, sueños, familia. Nos enamoramos de nuestra tierra, lo que tenemos, lo tenemos ahí.

— ¿Cómo describirías tu experiencia durante el desplazamiento?

— Cuando estábamos desplazados, en esas angustias, yo les decía a mis colegas: miren yo me siento privilegiada porque tenemos acompañamiento de las autoridades, defensores de la libertad de prensa, pero los campesinos que también están desplazados, que los sacaron de sus tierras, que no tienen donde dormir esta noche, ni qué comer, ellos son a los que hemos dejado sin información.

«Una de las primeras que quiso volver fui yo, creía que Arauca, donde tenía a mis hijos y familia me necesitaba. Tenía que ser responsable con lo que estaba haciendo y buscar nuevas estrategias para cuidarme y para no dejar de informar a esa gente. A veces uno lo hace por instinto, no cumpliendo el mandato del deber social, aunque los demás no lo entiendan y se pregunten: «pero porqué vuelve, porqué es tan terca».

«Cuando uno vive el periodismo, muere con eso, con el interés de contar historias de lo que hacen los otros. Yo pienso que uno tiene una misión y cuando tiene posibilidades hay que cumplirlas por eso volvimos».

EL REGRESO Y LA AUTOCENSURA

— Y una vez de regreso a casa ¿a qué tuvieron que hacer frente?

— A lo primero que nos enfrentamos fue la autocensura, una realidad que podemos nosotras mismas ir superándola. Si bien los periodistas atrincheradas y atrincherados a veces la usamos para sobrevivir, no podemos quedarnos ahí porque se convierte en un mal, en un cáncer, en silencio y entonces para qué volver si vamos a guardar silencio ante lo que le está sucediendo a la gente.

«Yo viví varias etapas, duré un año sin hablar de las amenazas que estaba recibiendo, finalmente tuve que reconocerlo y salir de Arauca, fueron meses muy difíciles.

«Durante ese tiempo yo le decía a mi familia, quienes se oponían a mi regreso por mi propia seguridad, que yo me sentía muerta en vida, porque mi vida es lo que hago, entonces este destierro no es vivir, déjenme vivir, les decía y lo fueron entendiendo poco a poco. El sufrimiento de las familias es una realidad, detrás de un periodista amenazado hay una tragedia familiar.

«También, en lo personal, realice una reflexión sobre lo que estaba haciendo mal y cómo podía mejorarlo. Muchas veces a través del lenguaje agredimos y no puedo desafiar a los violentos, porque tienen las armas y yo tengo un micrófono y una grabadora.

«Después del desplazamiento aprendí que hay prácticas para que no utilicemos los lenguajes institucionales o de los que están en la guerra y poder crear un lenguaje neutral que siga contando la realidad.

«Una aprende a cuidarse, hay medidas que sólo están en manos de las y los periodistas y que parten de saber cuáles son sus riesgos. Actualmente soy beneficiada de un programa que hay en Colombia de protección a periodistas, tengo acompañamiento de un guardaespaldas, una vida social corta y evitó viajar a ciertas regiones.

«También mis corresponsales no abordan los temas de orden público, los hablamos nosotras y nosotros, cuando son fuertes y pueden generar la amenaza no la transmitimos por radio, la publicamos en Internet y no aparece firmada, aunque nosotros somos los responsables de esa información.

«Hemos enriquecido mucho la agenda, hemos vuelto los ojos hacia las víctimas. Eso es una experiencia hermosa, porque para nuestra agenda los muertos no son números sino personas que tenían nombre, familias, sueños, con esto podemos decirle a los violentos el daño que hicieron.

RESPONSABILIDAD DEL ESTADO

— En su opinión ¿cuál es el papel que debe jugar el Estado en la protección a periodistas?

— Un papel grande, el gobierno tiene la responsabilidad de la libertad de expresión en el país, hablamos de la democracia, pero una democracia sin libertad de expresión, sin periodistas, sin historias no es una democracia, es una falsa democracia.

«Cualquier Estado que se diga democrático tiene que proteger la libertad de expresión y proteger esta libertad es proteger a las y los periodistas que son a quienes quieren acallar.

«En Colombia los periodistas estamos organizados y a través de nuestras organizaciones podemos exigir al Gobierno, pero también acudimos a los centros internacionales, para que el Estado cumpla los pactos que hacen.

«Es importante acudir a los organismos internacionales, en Arauca nos visitó el Relator Especial para la Libertad de Expresión de la Organización de Estados Americanos (OEA), gracias a una gestión de los defensores de la libertad de expresión.

«Es un trabajo estratégico muy grande y es hasta que los centros internacionales cuestionan al representante del Estado sobre qué es lo que está haciendo para proteger a las y los periodistas que éstos atienden nuestras demandas de seguridad».

08/GCJ/GG

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