«Un andar de aquí para allá» ha sido la búsqueda de Tita Radilla por el paradero de su padre, Rosendo Radilla Pacheco, guerrillero perseguido en los años 70, destacado líder de esta localidad y simpatizante de los movimientos guerrilleros de los maestros rurales Lucio Cabañas y Genaro Vázquez. Como luchador social también era compositor de corridos rebeldes.
Los pasos de Tita Radilla no han terminado y hasta la fecha no se sabe nada de él y de otros que en esa época fueron desaparecidos por elementos del ejército mexicano.
Esta población cercana a la costa del océano Pacífico, la Costa Grande, ubicada en las estribaciones de la sierra Madre del Sur en el estado de Guerrero, fue escenario de alrededor de 470 casos de desapariciones forzadas durante la llamada guerra sucia de los años 60 y 70.
Una época de la historia de nuestro país en la que el Estado mexicano persiguió y reprimió a los movimientos sociales y guerrilleros de izquierda, quebrantando a las familias de esta localidad y lesionando en forma diferenciada a las mujeres, por su condición de género.
Aquí nació y murió el legendario guerrillero Lucio Cabañas, cabeza del grupo guerrillero denominado Partido de los Pobres, presuntamente asesinado por militares en 1974.
La detención de Radilla tuvo lugar el 25 de agosto de 1974, cuando se encontraba viajando en autobús junto a su hijo y un retén militar para inspección les cerró el paso.
Su caso fue llevado ante la Comisión Interamericana de Derechos Humanos el 15 de noviembre de 2001, por su hija Tita Radilla, vicepresidenta de la Asociación de Familiares de Detenidos, Desaparecidos y Victimas de Violaciones a los Derechos Humanos en México (AFADEM) y la Comisión Mexicana de Defensa y Promoción de los Derechos Humanos (CMDPDH).
TITA RADILLA
En entrevista para Cimacnoticias, Tita Radilla, con lágrimas en los ojos, narra a este medio como vivió la desaparición de su padre.
–¿Qué fue para tí este suceso?
— Cuando mi padre desapareció yo estaba embarazada de mi segunda hija y esto no me detuvo, iba de Atoyac a Chilpancingo en busca de información, si alguien sabía algo de él, estando en Chilpancingo me regresaba a Atoyac, pensando que mi papá ya había llegado a casa, fue muy difícil y fuerte para mi, fue unandar de aquí para allá.
«Todo fue muy complicado, yo estuve en ese momento pero la verdad hasta hoy no puedo recordar que es lo que pasaba en realidad, yo sólo iba y venía de un lugar a otro buscando información sobre donde podría estar mi papá».
— ¿Cómo lo vivió tu familia?
— En mi familia somos 11 mujeres y un hijo varón, quien es el más pequeño e iba con mi padre cuando fue detenido. Todo fue terrible, tanto la detención como la desaparición, sobre todo el temor en que vivimos fue desgastante, ya que había muchos desaparecidos, nosotros lo vivimos antes de la desaparición de mi papá, entre 4 ó 5 años antes ya teníamos conocimiento de desapariciones de amigos de mi papá, familiares y vecinos.
— Mientras estabas en este proceso de buscar información, ¿qué pasaba con tu embarazo, tu hija y tu esposo?
— Cuando yo tomé conciencia de las cosas y de lo que estaba pasando, ya mis hijas iban a la escuela, mi esposo me dijo que no podía seguir así, porque yo no tenía conciencia de mi ir y venir. Mis hijas estaban perdiendo clases y fue cuando yo empecé a tomar otra actitud y vivir con mi familia.
«Pero sin olvidarme nunca de él, lo seguí buscando, acompañando a mi mamá a donde iba a preguntar, junto a familiares de otros desaparecidos».
INTEGRACIÓN DEL COMITÉ
— ¿Cómo decides ser parte del Comité de desaparecidos?
— Fue en 1992 cuando se organizó el Comité local de familiares de detenidos y desaparecidos de la Costa Grande de Guerrero, con un grupo de familiares de desaparecidos, de ahí me nombraron presidenta y decidí dedicarme de tiempo completo a la búsqueda ya no sólo de mi papá, sino de todos los desaparecidos.
— A partir de ahí, ¿cuál fue tu percepción?
— Comprendí que yo no era la única mujer que padecía la pérdida de su padre, sino que muchas mujeres vivíamos esa situación.
«Fue horrible ver como las madres, las esposas y las hijas contaban su historia una y otra vez, era el mismo dolor, la misma historia: ‘Mi esposo era así’, ‘mi hijo era así’, ‘mi familiar era así’, y ‘desapareció aquí’, ‘lo agarraron allí’, ‘lo tienen detenido en tal lugar’, ‘lo están torturando’.
«Y algunas dicen por culpa de tal, señalándolo con nombre y apellido, entonces yo escuchaba y eso me ayudó a superar un poco lo de mi papá, porque antes yo no podía hablar nada de esto que te cuento ahora».
— ¿A que se enfrentaron las mujeres de Atoyac, al verse sin sus padres, esposos e hijos?
— Muchas de las compañeras, cuentan que su experiencia en la escuela fue terrible, había niños y sus familiares que les decían: ‘Fulanita es familiar de guerrilleros, por eso no tiene papá’, eran señaladas y discriminadas, siempre escondidas. Hay muchas historias de lo que pasó cada una de ellas, cada una lo vivió de diferente manera.
«Otras tuvieron que irse a lavar ropa ajena o cualquier trabajo porque tenían niños pequeños, tenían que mantener a sus hijos porque ya no estaban los hombres que eran parte fundamental del sostén de la familia, y muchos de las hijas e hijos tuvieron que dejar la escuela y ya no pudieron continuar sus estudios».
AFADEM
— ¿Cómo surge, la Asociación de Familiares de Detenidos y Desaparecidos (Afadem)?
–Posterior al Comité local se realizó un congreso y a partir de ahí se hizo un Comité Nacional Independiente pro defensa de presos, perseguidos, detenidos, desaparecidos y exiliados políticos, donde yo fui nombrada vicepresidenta.
«Éramos un Comité Nacional, pero éramos señaladas por los organismos de derechos humanos independientes, pues no querían participar con nosotras porque decían que éramos hijas de guerrilleros, entonces se decidió que se cambiara el nombre a Afadem.
«Ya como asociación fue mágico, pues las asociaciones tuvieron un acercamiento con nosotras, ya mantuvimos el enlace, aunque seguíamos siendo los mismos miembros, hijas e hijos de familiares de desaparecidos y guerrilleros. Era el mismo trabajo, luchábamos por la misma labor, sólo que con otro nombre».
— ¿Cuál es el trabajo de Afadem?
— En Afadem vemos los casos de desapariciones, acompañamos a las familias a hacer las denuncias en todo el proceso, ahora que estuvo la fiscalía acompañamos a más de 300 casos, en todo momento que había diligencias había que acompañar a los familiares.
«En general apoyamos a la población, a mujeres golpeadas que necesitan el acompañamiento la asesoría, a veces que nada más las escuches y que les digas unas palabras de consuelo porque hay mujeres que no quieren denunciar al marido.
«Hay familias que vienen sólo a platicar conmigo, la esposa o el esposo para comentar lo que sucede en su vida y a mí me da mucho gusto porque mínimamente uno puede hablar con las personas y la gente se siente satisfecha con que nada más les digas una palabra».
— ¿Cómo te sientes hoy después de tanto tiempo de la desaparición de tu papá y de la labor que haces?
— Para mí es a veces complicado porque yo sólo estudié la primaria, pero estoy contenta. Tengo que hacer el trabajo de recopilación de datos, meterme a la máquina y ya aprendí a checar correos.
«Represento a la organización en eventos nacionales e internacionales, somos miembros de la Federación Latinoamericana de Familiares de Detenidos y Desaparecidos (Fedefam). Como organización tenemos también el apoyo de Comisión Mexicana de la Defensa y Promoción de Derechos Humanos (CMDPDH) que dan apoyo psicológico y jurídico».
A MANERA DE EPÍLOGO
Al relatar su historia Tita Radilla pasa por distintas emociones, va del negro al blanco, del blanco al negro, al narrar los hechos entristece y se alegra cuando hace un recuento de lo que ha significado su lucha.
«Lo que pasamos ha sido una gran afectación, para todos los familiares que perdimos a un familiar y hasta hoy lo sigue siendo», dice.
Y remata, «no se puede superar, no es algo que se olvide».
08/STP/VRI/CV