La crisis que enfrentan las tres grandes empresas automotrices estadounidenses General Motors (GM), Ford y Chrysler tiene repercusiones directas en nuestro país al poner en peligro por lo menos un millón de empleos en toda la cadena productiva, agravada por la marcada dependencia del sector, al exportar al país del norte el 80 por ciento de los vehículos producidos aquí, según la Asociación Mexicana de Distribuidores de Automotores.
La industria automotriz (fabricación y ensamblado) es el motor de la economía en varias entidades del país como Aguascalientes; Chihuahua; Cuernavaca, Morelos; El Salto, Jalisco; Hermosillo, Sonora; Mexicali, Baja California; Monterrey, Nuevo León; Puebla; Saltillo y Ramos Arizpe, Coahuila; Silao, Guanajuato; San Luis Potosí y Toluca, Cuautitlán, Lerma y Santiago Tianguistenco en el Estado de México, donde operan plantas de Ford, Chrysler, General Motors, Honda, Toyota, Nissan, Renault, BMW y Volkswagen con un alto predominio varonil en este ramo, quienes enfrentan una reducción laboral importante en esos centros productivos, lo que repercute en la vida de miles de familias.
Las empresas maquiladoras que proveen de autopartes como arneses, componentes eléctricos, plásticos y electrónicos se encuentran en la frontera norte de nuestro país, pero también en Jalisco, Querétaro, Puebla, Tlaxcala y San Luis Potosí los cuales tienen una presencia del 60 por ciento de mujeres y quienes perciben remuneraciones en función de resultados, alta flexibilización laboral y carencia de protección sindical.
La mano de obra de la industria automotriz a pesar de que recibió un 43 por ciento más de salarios que el sector de comercio, de acuerdo a datos deI INEGI, representa en promedio, una décima parte de los ingresos que perciben los trabajadores en los Estados Unidos, siendo un importante atractivo para los inversionistas extranjeros.
En los EU el mercado automotriz entró en crisis al prever ventas por 17 millones de vehículos logrando apenas 10.8 millones de unidades. La reducción de ventas acabó por precipitar la crisis financiera de la industria, aunado a un importante avance en empresas japonesas (Toyota, Honda, Nissan) al apoderarse del 45 por ciento del mercado estadounidense.
De acuerdo a un estudio de Laurent Carroué (Cuando el corazón de la automotriz estadounidense deja de latir…) aparecido recientemente en Le Monde diplomatique, señala que esta crisis estará impactando en los niveles salariales de manera drástica de los trabajadores estadounidenses.
Prestaciones como la salud y jubilación que benefician a 2 millones de trabajadores activos y en retiro estadounidenses podrían verse afectados con motivo de esta crisis. De acuerdo a investigaciones de Laurent Carroué, el Boston Consulting Group, en GM esas prestaciones costarían mil 500 dólares por vehículo producido, contra 400 dólares en Toyota u Honda, «donde las incorporaciones de personal son más recientes y el sistema de pensiones es menos favorable».
La gravedad del problema se agudiza al carecer los trabajadores estadounidenses de un sistema nacional único y solidario de protección social como los que existen en Europa continental; tan solo GM y la Ford financian a cerca de 750 mil jubilados en EU, prestación que proyectan eludir con la creación de un fideicomiso.
Pero el agravamiento de la crisis automotriz no son los salarios ni el pago de las prestaciones sino las erráticas políticas de producción al priorizar la fabricación de vehículos suntuosos con importante gasto de gasolina, producto no renovable y cada vez más caro en el mercado.
Esta crisis automotriz y financiera ha dejado en claro grandes fraudes y negocio redondo para unos cuantos, porque las ganancias se han reportado como privadas y las pérdidas se pretenden asignar como deuda pública con el aval gubernamental. Un Fobaproa que en los EU se resisten a asimilar y que en México aún padecemos.
La esencia de esta crisis no es económica, que aún cuando se refleja en términos de desempleo y bancarrotas, se debe a una ausencia de autoridad regulatoria del Estado, reflejada en el silencio de los congresos legislativos, como el mexicano que protegen el libre mercado (léase libertinaje mercantil) a pesar de la pobreza creciente.
El comportamiento de Gobiernos como el mexicano en esta crisis refleja una visión de colonizados. En lugar de priorizar la creación de una industria nacional, tecnología propia y defensa de nuestros recursos naturales y enérgeticos se sigue ofreciendo mano de obra barata, sin protección laboral ni supervisión gubernamental.
El sector automotriz ha representado para la fuerza de trabajo nuevas formas de organización laboral con afectación de derechos. Desde 1982 se inició en México la conversión de los contratos colectivos de trabajo imponiendo reformas laborales por la vía de los hechos para lograr mayor producción y depreciación salarial.
No se puede olvidar en 1982 la represión contra los trabajadores de Tremec en Querétaro (una empresa productora de partes automotrices y la más importante del Estado) que al pretender independizarse de la CTM sufrieron despidos, amenazas y sus asesores secuestros y expulsión del Estado.
Tampoco se olvida la agresión cobarde contra los trabajadores de la empresa Ford Motor de Cuautitlán el 8 enero de1990 por pistoleros de la CTM, asesinando a uno de ellos: Cleto Nigmo Urbina, por también pretender separarse de esa central.
Todavía es temprano avizorar las consecuencias para nuestro país y en el mundo por la situación que vive el sector automotriz aunado al financiero; sin embargo los inversionistas y dueños del capital han decidido que quienes deben pagar los platos rotos son los y las trabajadoras a pesar de no ser los responsables de esta crisis.
* Abogado, especialista en temas de justicia, profesor en la Universidad Autónoma Metropolitana. Integrante del Consejo Directivo de Comunicación e Información de la Mujer AC (CIMAC).
09/MFM/GG