Las agresiones cometidas por elementos policíacos o del Ejército Nacional en contra de las mujeres y niñas del país se caracterizan por tener una connotación sexual, lo que tiene que ver, señala la politóloga alemana Ingrid Jäkel, con la demostración de su «masculinidad» y con la «subordinación» de las víctimas.
Y estas agresiones, detalla la politóloga, «se traduce en insultos, tocamientos y violaciones».
Jäkel, quien de febrero a junio de 2008 documentó, a través de entrevistas y textos, los agravios cometidos por las autoridades del país en contra de las mujeres, sostiene que «los policías no respetan los derechos humanos de las mujeres. Es más: muchas veces parece que se dirigen exactamente a ellas como grupo vulnerable».
Las amenazas que hacen los uniformados contra ellas, explica, muchas veces se refieren a la posibilidad de violación. Y «cuando hay controles de policías, las mujeres siempre viven el peligro de sufrir abuso sexual, que casi se cuentan como formas de trato normales. Ahí se ve claramente el trato distinto a mujeres y hombres».
Sin embargo, esta situación pocas veces se denuncia porque «todos los ejemplos muestran que se corre un riesgo bastante alto cuando se denuncian casos así. Además de que representa un alto grado de estrés y peligro para las mujeres y sus familiares», refirió la politóloga alemana.
El abuso y violación sexual cometidos por militares son considerados un acto de tortura, y claramente prohibidos por las normas que rigen los conflictos bélicos y las normas internacionales de derechos humanos.
No obstante, en casi todos los conflictos armados modernos, tanto nacionales como internacionales, se producen abusos sexuales contra las mujeres porque sus cuerpos se consideran un legítimo «botín de guerra».
La violación no es un accidente a causa de los conflictos bélicos, su uso generalizado en tiempos de conflicto refleja un desprecio por sus víctimas, odio nacido de las desigualdades que la mujer afronta en la vida diaria en tiempo de paz.
Hasta que los gobiernos no cumplan con su obligación de garantizar la igualdad y no pongan fin a la discriminación contra las mujeres, la violación seguirá siendo una de las armas predilectas del agresor, afirman las y los defensores de los derechos humanos de las mujeres.
09/GCJ/GG