Inicio El histórico dolor de la injusticia

El histórico dolor de la injusticia

Por Leticia Puente Beresford*

Muchas veces, las respuestas que buscamos para determinados actos humanos que significan dolor no nos satisfacen ni reconfortan, parece como si, para las mujeres, ese dolor fuera un mal histórico, aunque está, siempre, ligado a la inequidad y la injusticia.

Se trata del dolor que oprime los corazones, que nos deja sin habla y para el cual muchas buscan, antes de que nos desquicie, un paliativo, alcohol o drogas, con o sin receta, o bien un dios y los rezos.

«Pero si estás de vacaciones», me dicen. Sin embargo, ahí está el sobresalto luego de leer una nota periodística o de oír el radio. No puedo contenerme, es urgente que se tomen medidas, que se vea que hay gente con conciencia, respondo.

Por un lado, destacan los medios, resulta que el gobierno de Honduras, de izquierda o por lo menos progresista, es cuestionado severamente, duramente, con un golpe militar, y casi nadie en el exterior, en este país vanguardia del mundo, parece oponerse. Nuevamente, la sombra de la militarización aparece, con todo lo que esto significa para las mujeres.

Más allá, otra información: hoy, cuando el presidente Barack Obama precisa y defiende la protección a la salud, con su propuesta de Reforma de Salud Universal, la oposición adinerada, que tienen con qué comprar medicina, la rechaza, aunque podría haberle dado tranquilidad y seguridad a las familias más necesitadas, algo así como a 50 millones de personas.

Se trata de una reforma apoyada por Hillary Rodham Clinton, actual secretaria de Estado, y por Michel Obama, hoy primera dama. Y la pregunta es: ¿cuánto cuesta la vida?

Las y los estadounidenses pidieron cambio, de ahí esa reforma, al igual que la migratoria, porque ambos sistemas están rotos.

A la reforma de salud la acompañan medidas preventivas, como un plan voluntario y el programa nutritivo. Con ello, dijo la señora Obama, se ahorrarían cerca de 120 billones de dólares al año en enfermedades como diabetes e hipertensión, porque la reforma apuesta a la prevención.

La propuesta, además, se enfocará a un tema obligado: la salud de las mujeres. Pero sus oponentes argumentan que sus impuestos no pueden pagar los servicios médicos por aborto. ¿Dónde entonces quedará la protección a la vida de las mujeres? Ah, el dolor ahí está.

Somos las madres quienes, en suma, llevamos a nuestras hijas e hijos, esposos, madres y padres al médico. Si no tenemos dinero, nos vamos a los servicios de urgencia, buscamos cómo adquirir las medicinas, somos quienes respondemos a la demanda de pago «lo siento no tengo dinero, están en mi prioridad de pago, tan pronto y encuentre trabajo les daré».

Como dijo una mujer: «antes me preocupaba por pagar, ahora llegan los cobros y los rompo, pues no tengo dinero. Y cuando necesito el servicio me voy a urgencias».

La vida de mis hijas e hijos, de toda mi familia, no tienen precio. Por eso la propuesta de reforma al sistema de salud de Obama le está dando fama. Incluso algunos medios preguntan a su auditorio «¿cree usted que Obama es socialista?».

DOS

Durante su visita al África, Obama comparó la esclavitud con el holocausto, lo sufrido por la población negra, igual a lo padecido por la población judía. No muy lejos de la realidad, sobre todo tratándose de los dolores infringidos a mujeres.

Y esto, viene a cuentas, porque el viernes pasado en Nueva York se estrenó la película «A woman in Berlin», escrita, por Marta Hillers (1911-2001) periodista, no miembro del Partido Nazi, quien en 1959 hizo público su diario bajo anonimato. Fue reeditado en 2003.

Hillers rompió el silencio y contó lo que pasó a las mujeres alemanas en 1945, al término de la Segunda Guerra Mundial, cuando la ocupación del Ejército rojo y la temible violencia sexual masiva cometida contra ellas.

Datos de hospitales indican que fueron unas cien mil mujeres que solicitaron ayuda médica. Pero nadie dijo nada, fue un secreto de familia y de nación. Agresión y dolor guardados.

Los alemanes, tras su derrota, no quisieron saber de la humillación a sus compañeras, esposas, hijas y madres.
En la radio pública estadounidense entrevistaron a una mujer alemana de 83 años que dijo «no lo olvido, sobreviví al trauma y al dolor. Mucha tristeza».

Fue injusto el silencio, el doble silencio, de las víctimas y de los varones, incluidos los historiadores que evadieron el tema, que argumentaron la omisión porque «era más novela que historia».

Lo cierto es que a las alemanas les enoja la memoria de sus abuelas. «Comprendí por qué mi mamá tenía animadversión al lenguaje ruso, al ajo y al vodka», dijo Renate Meinhof, socióloga, quien añade que «las alemanas guardaron sus heridas emocionales por décadas como simples víctimas».

Más datos: dos millones de mujeres alemanas abortaron al año, aun cuando el aborto era ilegal, entre 1945 y 1948. Meinhof remata: «muchas de ellas se suicidaron, otras sufrieron de enfermedades venéreas, trajeron al mundo niñas y niños llamados ‘russenbabies’, o abortaron».

La autora que rompió el silencio, la que hizo pública la atrocidad cometida en contra de las mujeres alemanas, fue acusada de ensuciar, mancillar, el honor de las mujeres alemanas. También de esparcir propaganda comunista.

El «komm frau!», orden que retumba en las sobrevivientes de la violencia sexual, está en pantalla. «Come, woman». Ese dolor de hace más de 60 años, ese silencio, ese secreto familiar, secreto de nación. Qué dolor. La violación sexual como arma de guerra, lo mismo que en Darfur, Congo, Ruanda, Bosnia…

TRES

Otro caso es el de una princesa saudita, quien solicitó asilo al gobierno británico porque teme por su vida. Su nombre está en el anonimato, informa The Independent.

Pero se le concedió el asilo, luego de que la joven mujer, embarazada por un ciudadano británico, argumentó que de regresar a su país enfrentaría la pena de muerte a pedradas, el dolor que provoca la injusticia.

09/LPB/GG

Este Web utiliza cookies propias y de terceros para ofrecerle una mejor experiencia y servicio. Al navegar o utilizar nuestros servicios el usuario acepta el uso que hacemos de las cookies. Sin embargo, el usuario tiene la opción de impedir la generación de cookies y la eliminación de las mismas mediante la selección de la correspondiente opción en su Navegador. En caso de bloquear el uso de cookies en su navegador es posible que algunos servicios o funcionalidades de la página Web no estén disponibles. Acepto Leer más