En la sociedad mexicana la maternidad es un acto que se ennaltece, pero a las mujeres se les atribuye ésta como una obligación, sin que puedan hacer valer su derecho ciudadano a una maternidad libre y voluntaria.
La maternidad se percibe, entonces, como en algo natural que distingue la identidad de las mujeres, atribuyéndoles la educación de los hijos y la familia.
En 1936, la doctora Ofelia Domínguez Navarro ya trabajaba en una iniciativa semejante a la que desde 1979 defiende el grupo feminista encabezado por Marcela Lagarde sobre la Ley de Maternidad Voluntaria.
En febrero de 1936, Domínguez Navarro buscó derogar del Código Penal el castigo que se aplicaba en los casos de aborto. En 1978 la lucha por la despenalización y legalización de éste, y de la interrupción voluntaria del embarazo, dio un paso adelante en el estado de Chiapas; sin embargo la propuesta no se concretó en la práctica.
En el año de 1988, la revista Fem publicó una serie de artículos sobre el aborto, la violencia hacia las mujeres y la desigualdad, además de un reportaje sobre la maternidad, donde asegura que las mujeres restringen su maternidad, más que como una forma de de solidaridad que por convivencia propia.
En la Ciudad de México las reformas que despenalizaron la interrupción del embarazo hasta las 12 semanas de gestación propiciaron que se entablara el debate sobre el tema de maternidad libre y voluntaria, y se retoma el artículo 4º constitucional en lo que se refiere a decidir de manera libre, responsable e informada sobre el número y espaciamiento de las hijas e hijos.
Mientras la maternidad sea compulsiva u obligatoria en ciertos casos y no sea un acto de voluntad, las mujeres no serán libres de controlar la fecundidad y la sexualidad de su propio cuerpo.
09/MFH/LG